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jueves, 24 de octubre de 2013

Teresa Forcades es un escándalo eclesial


Monja abortista Teresa Forcades
Son varias las personas que en la zona de comentarios de laúltima noticia/entrevista de Sor Teresa Forcades, religiosa benedictina española, favorable al derecho al aborto y política a favor de la secesión de Cataluña, nos preguntan por qué damos paso a sus palabras en un portal católico como el nuestro. La respuesta es clara: mientras esa mujer siga presentándose como monja católica, nos haremos eco de cualquier cosa que diga o haga que sea incompatible con dicha condición. Sobre todo si, como en esta ocasión, asegura que ha consultado con sus superiores de orden y con su obispo, Mons. Agustín Cortés (diócesis de San Feliu de Llobregat) y no le han prohibido hacer lo que hace y decir lo que dice. Estas son sus palabras al respecto:
Yo hablé con el obispo y con mi comunidad, y ya que no todos están de acuerdo, están de acuerdo en que que si yo siento que este es una llamada a algo que debo hacer, no me lo quieren impedir.
De hecho, esa es la única novedad destacable de su última entrevista. El resto de barbaridades que dice en la misma las ha repetido vez tras vez en sus múltiples apariciones públicas. No todas son de igual gravedad, pero las comento. Dice:
- En Portugal vemos a sacerdotes que comentan la política, pero no vemos religiosas, parecen más escondidas. ¿Es también una señal para las mujeres de la iglesia?
- Sí, eso también es importante para mí. Sostengo que las mujeres en la iglesia deben tener un papel de igualdad en todos los sentidos.
- ¿Incluso podrían celebrar la Misa ?
-Ya he dicho que creo que, teológicamente, no hay nada en contra de ello.
Desde el punto de vista de la fe católica, la posibilidad de que las mujeres celebren Misa -para lo que es necesario que estén ordenadas como presbíteras- es cero. Y será cero siempre. Como ha recordado recientemente el papa Francisco, es una cuestión cerrada de forma infalible por el magisterio ordinario.
Dice:
- Defiende incluso el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué motivos ?
El matrimonio es un sacramento que da viabilidad al amor fiel y personal entre dos. Creo que cuando una pareja se ama de forma sincera y fiel, debería poder celebrar este amor como un sacramento, quiero decir, como un signo del amor de Dios. Si la posibilidad de la procreación fuera un requisito para el sacramento no se debería permitir que se casaran mujeres postmenopáusicas y eso la iglesia siempre lo ha permitido .
Supongo que no hace falta que les explique las razones por las que la Iglesia no admite el matrimonio entre personas del mismo sexo ni tampoco entre personas que previamente se hubieran casado y divorciado, por mucho amor que se tengan. Es evidente que las palabras de esta monja contradicen pública y abiertamente el magisterio eclesial.
Dice:
- Su posición sobre el aborto también es controvertida .
Creo que no se debe imponer a cualquier mujer que continúe un embarazo. Creo que la actitud que respeta la libertad de la mujer es la más cercana a la manera en que yo creo que Dios nos trata. Pero, insisto, no es que yo crea que el aborto no tiene importancia. Para mí es importante. Ahora bien, no quiero que una mujer que piensa diferente de mí sea obligada a continuar con el embarazo. Yo no digo que sea igual abortar o no, sino que es necesario ayudar a la madre a tomar una decisión a favor de la vida, pero respetando su decisión última.
- Pero, ¿cómo encaja ese respeto con el mandamiento de la iglesia de no matarás?
Se trata de un conflicto entre dos derechos fundamentales: el derecho a la vida y el derecho a la autodeterminación. Nunca un ser humano debe ser considerado como un medio para salvar la vida de otra persona o grupo de personas. El ser humano es siempre un fin en sí mismo y no un medio. Mi pregunta es : ¿por qué no se obliga a un padre que tiene un riñón compatible a donarlo para salvar la vida de su hijo? ¿Cuál es el principio de moral católica que permite que no se le imponga esto? ¿Por qué este principio no se aplica en el caso de la madre?
De todas las infamias que dice esta mujer, esta es la más escandalosa. Pone a un mismo nivel el derecho a la vida y el derecho a la madre a no seguir adelante con su embarazo. Pero en la práctica, el derecho a abortar está por encima del derecho a la vida del no nacido, ya que mientras que éste no puede hacer nada para seguir viviendo, su madre sí puede poner fin a su existencia.
El argumento de que no se puede obligar a una mujer a seguir con su embarazo de la misma manera que no se puede obligar a nadie a donar un riñón es una barbaridad. El aborto es un acto “médico” que busca acabar con una vida humana. La donación busca salvarla. Y no hace falta ser doctor en teología para entender que no es lo mismo matar que no curar. Ocurre algo parecido con la eutanasia. No es igual pedir que te maten a negarte a recibir un tratamiento que te prolongue la vida.
Pero es más, ¿de verdad ustedes conocen a algún padre decente que se negara a donar un riñón, o parte de su hígado, si eso sirve para salvar la vida de un hijo? No, ¿verdad?Y sin embargo, si existiera un caso así, la responsabilidad de dicho padre no sería la misma que tendría si decidiera matar a su hijo.
Los defensores de Forcades dicen que somos injustos cuando la llamamos monja abortista porque ella pide que se ayude a la madre a tomar una decisión a favor de la vida. Pero es que todos los abortistas dicen lo mismo. Su tesis es “no estamos a favor del aborto sino a favor de que la mujer tenga la última palabra”. Y cuando esa última palabra es “matemos a mi hijo", ¿qué pasa? Pues que el hijo no nacido es eliminado.
Como es lógico, la entrevistadora le pregunta si tiene problemas con la Iglesia por decir lo que dice:
- ¿Tienen problemas con el Vaticano con estas posiciones?
En 2009 recibí una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe y respondí con una explicación que se publica en un libro «Diálogos con Teresa Forcades».
Vamos a ver si queda claro una cosa. Forcades no tiene un problema con el Vaticano. Tiene un problema con la Iglesia entera. La de Roma y la de Sebastopol. La de Cataluña y la de Guinea Ecuatorial. Cuando el Cardenal Rodé, siendo Prefecto de Vida Consagrada, la pidió que se adhiriera al magisterio de la Iglesia, no lo hizo como cosa particular, sino en nombre de toda la Iglesia. Desde el Papa hasta el último de los fieles. La respuesta de la religiosa es que conoce y respeta el magisterio de la Iglesia pero tiene libertad de opinar distinto. Y ciertamente, como ciudadana de un país libre, puede opinar lo que le venga en gana. Pero como monja católica no.
El escándalo, a día de hoy, no es que esta religiosa diga lo que dice. No, el escándalo es que no parece que haya nadie con autoridad en la Iglesia que mueva un dedo para evitarlo. La admonición del cardenal Rodé no ha valido para nada. Y aunque sé que muchos obispos españoles están escandalizados -pero ninguno alza la voz públicamente- y sé que en Roma están pendientes de las actividades de Sor Teresa Forcades, lo cierto es que van pasando los meses y nada cambia. Cada día que pasa con Forcades siendo monja católica es una vergüenza para la Iglesia en Cataluña, en España y en el resto del mundo. Somos multitud los fieles incapaces de entender tanto silencio. Si el refrán dice que “el que calla, otorga", ¿en qué lugar queda una Iglesia que calla ante una monja pro-abortista? ¿Piensan que vale con decir “la Iglesia siempre defiende el derecho a la vida"? ¿Qué manera es esa de defender el derecho a la vida mientras se admite que desde dentro se defienda el derecho al aborto? ¿Es que la Iglesia es como el Partido Popular, donde caben diputados provida -es un decir- y diputados comoCelia Villalobos? Que nos lo expliquen, por favor. Que no lo entendemos.
Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: He dejado a un lado sus manifestaciones sobre su participación en política. Aunque por sí solas serían suficientes como para secularizarla, ya que no son propias de una persona consagrada, son casi lo de menos.
(extraído de: infocatolica.com)

sábado, 19 de octubre de 2013

La cultura del desperdicio en la medicina reproductiva

La concepción de un bebé medicamento.

El “mundo feliz” de la manipulación genética en la medicina reproductiva está entre nosotros, y su llegada abarca el cálculo utilitarista de que la muerte de inocentes es un medio legítimo para asegurar la salud de otros.

Hemos llegado a una etapa donde la tecnología científica ha perdido su conexión con la ética. Los nuevos procedimientos e inventos ya no pasan por el filtro de lo que es moralmente aceptable. No hay cuestionamientos a terminar con la vida de un ser humano para sanar a otro ser humano. Y aquí interviene el factor del poder; quien tiene el poder puede decidir quien se sana y quien muere para sanar a otro.

EL CASO DE LAS ENFERMEDADES MITOCONDRIALES

Las enfermedades mitocondriales, tales como el síndrome de Leigh y la Enfermedad de Alpers se transmiten de madres a sus hijos debido a que la descendencia hereda sus mitocondrias (los productores de energía de las células) exclusivamente desde sus madres. A menudo causada por mutaciones en el ADN mitocondrial, estas enfermedades pueden ser devastadoras. La medicina moderna todavía tiene que ofrecer una cura.
Pero investigadores en el Reino Unido y EE.UU. han desarrollado una serie de procedimientos para evitar la herencia de la enfermedad causante de la mitocondria. El método más favorecido parece ser la “Transferencia Pro-nuclear” (PNT).
La PNT implica la creación de dos seres humanos de una célula (cigoto) en una placa de Petri. Uno de ellos es “donado” y el otro es el hijo de los padres que han pasado una enfermedad mitocondrial. Para evitar esta enfermedad, los investigadores retiran y desechan el núcleo del “donante cigoto” y lo reemplazan con el núcleo que ha sido retirado del cigoto infectado.
El resultado final de la PNT es un ser humano libre de la enfermedad mitocondrial de su madre, pero que ahora tiene tres padres genéticos: el ADN contenido en el núcleo ha sido proporcionada por dos adultos, y el ADN de las mitocondrias es de la segunda mujer que donó el cigoto. 
Más importante aún, el resultado es que donde había una vez dos seres humanos únicos, hechos a imagen y semejanza de Dios, ahora tenemos uno solo.
Este procedimiento exige la muerte de al menos un ser humano de manera que otro pueda tener salud. Algunos han sugerido que dos seres humanos son asesinados porque el cigoto libre de enfermedad es un nuevo ser humano creado a partir de las partes de ambos.

PROCEDIMIENTO APROBADO

Por desgracia, el Reino Unido dio recientemente la aprobación de los investigadores para avanzar hacia el uso clínico de estas técnicas. En Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Drogas estará dedicando un día y medio, el 22 de octubre y 23 para
“discutir la modificación de ovocitos en la reproducción asistida para la prevención de la transmisión de la enfermedad mitocondrial o el tratamiento de la infertilidad”.
Estos son acontecimientos decepcionantes, ya que hay muchas preocupaciones éticas con este procedimiento. Y aún se desconoce los riesgos de salud potencialmente graves que pudiera tener para el individuo o su progenie.
Pero lo más desconcertante es el desprecio por la dignidad y los derechos del “cigoto donante” que no es tratado como persona, sino como un objeto, un medio, para asegurar el bienestar de otros. 

MAGISTERIO PAPAL

Esta es una tragedia que el beato Juan Pablo II subrayó una y otra vez:
“la dignidad de la persona es el tesoro más preciado de un individuo” se trata de un legado permanente que debe ser apreciado.
La PNT es una clara violación de la dignidad personal del hombre, una dignidad que tiene sus raíces en su condición de miembro de la especie, una creación única e irrepetible de ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios.
Después de haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios, la toma directa de la vida de un ser humano inocente es también una ofensa a Dios. 
En Christifideles laici Juan Pablo II destacó:
“Por esta razón, cada violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y es una ofensa al Creador del individuo.”
La persona humana es un gran bien, y la comunidad humana tiene el deber de respetar y valorar la dignidad de Dios y su creación más alta. Las palabras de Juan Pablo II se mantienen a propósito:
En virtud de una dignidad personal, el ser humano tiene siempre un valor como individuo, y como tal exige ser considerado y tratado como una persona y nunca, por el contrario, considerado y tratado como un objeto para ser utilizado o como un medio o como una cosa.
Este procedimiento constituye además un delito flagrante contra la igualdad fundamental de todas las personas ante Dios y unos con otros. Es una discriminación injusta que es “totalmente inaceptable”, sobre todo ya que sirve para “dividir y degradar la familia humana.”
Se trata de una “injusticia intolerable” debido a la “deshonra infligida a la dignidad de la persona”, tanto el niño tratado como un medio para un fin y los médicos y los padres que cometen una agresión injusta por la PNT.
La Iglesia afirma que los pacientes tienen derecho a una atención sanitaria adecuada. Los investigadores y los médicos deben hacer todo lo posible para erradicar enfermedades como las enfermedades mitocondriales hereditarias y asegurar el bienestar de todos sus pacientes.
Pero este “derecho a la salud” no puede venir a costa de “el derecho más básico y fundamental y la condición para todos los demás derechos de la persona”, el derecho a la vida. El “derecho a la salud”- sin duda un derecho difícil de definir -, es “falso e ilusorio”, cuando el deber de preservar la vida es tan directamente ofendido.
En un reciente discurso, el Papa Francisco lamentó un “la cultura del desperdicio”, que está cada vez más operativa en la medicina y la ciencia. Difícilmente se puede concebir una manifestación más clara de este de la cultura del desperdicio que la eliminación deliberada en la PNT y el descarte de uno de uno de los seres humanos para asegurar inmediatamente la salud de otro ser humano.
Fuentes: Crisis Magazine, Signos de estos Tiempos

viernes, 11 de octubre de 2013

Presidente de Ecuador: "Yo jamás despenalizaré el aborto"


El presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunció el jueves la posibilidad de renunciar al cargo ante lo que calificó como «traición» por parte de un grupo de diputados oficialistas que promueve la despenalización del aborto en un código penal debatido por el Parlamento. Tras una maratoniana sesión de la Asamblea Nacional, en donde un buen número de integrantes de Alianza PAIS se pronunció a favor de que se despenalice el aborto en caso de violación, la asambleísta de Gobierno, Paola Pabón, propuso que ese artículo 149 se vote independientemente del resto del articulado.
11/10/13 8:37

El presidente de Ecuador advierte que renunciará al cargo si se despenaliza el aborto


(InfoBae/InfoCatólica) «Si siguen estas traiciones y deslealtades, si mañana se evidencia algo, muy lamentable que está ocurriendo en el bloque oficialista en el Legislativo de Alianza País, yo presentaré mi renuncia al cargo», manifestó el mandatario en declaraciones al canal Oromar.
Correa, cuyo mandato se extenderá hasta mayo de 2017, dijo que «a mí me ha costado mucho más trabajo las deslealtades, traiciones de los supuestos amigos que los aciertos de los enemigos».
«Estoy cansado de esto, de que se tomen decisiones, se llenan la boca hablando de democracia, y luego hacen todo lo contrario para ver si aprovechan la oportunidad», declaró el gobernante en alusión a congresistas de Alianza País que actúan al margen de la política partidista.

Jamás aprobará la despenalización del aborto

Correa puntualizó: «Que hagan lo que quieran, yo jamás aprobaré la despenalización del aborto». El Congreso, controlado por el oficialismo, analiza en segundo y definitivo debate un nuevo código penal que prevé incluir nuevos delitos como el feminicidio.
«¿Dónde se habla de despenalizar el aborto? Por el contrario, la Constitución dice defender la vida desde la concepción», apuntó el jefe de Estado.
Correa, quien se define como «humanista, católico y de izquierda», y que está en el poder desde enero de 2007, señaló: «Hemos hablado muy claro, cualquier cosa que se aparte de esa línea simplemente es traición, y parece que eso está sucediendo en la Asamblea Nacional».
«Si un grupo de personas muy desleales, una mayoría en el bloque parlamentario de Alianza País», logra que la despenalización del aborto sea incluida en el nuevo código penal, «yo inmediatamente presentaré mi renuncia al cargo», sostuvo Correa.

Libros recomendados

Novena de oración por la vida, Guillermo Juan Morado
El aborto provocado, Congregación para la Doctrina de la Fe
Vive, vive siempre, Fernando de Haro
El don de la vida, Congregación para la Doctrina de la Fe

lunes, 7 de octubre de 2013

Indignante declaración de pro-abortista: «Es justo que una mujer aborte porque el bebé es niña, cada elección debe ser aceptada»

«Es justo que una mujer aborte porque el bebé  es niña, cada elección debe ser aceptada»
  
Ana Furedi, directora de la mayor clínica abortista del Reino Unido. Recemos por su conversión

Lo ha dicho Ann Furedi, directora de la clínica abortiva más grande de Gran Bretaña, apoyando la decisión de los jueces que no han querido perseguir a los dos médicos que han hecho abortos selectivos.
 
«Si las mujeres no son felices con el sexo de los hijos, pueden abortar (…). O aceptamos hasta el fondo cada elección de la madre, o no lo hacemos». Es el razonamiento de Ann Furedi, directora de la clínica abortiva más grande de Gran Bretaña, la British Pregnancy Advisory (Bpas), tras la decisión del Fiscal General inglés de no perseguir a los dos médicos que han aceptado la petición de abortar de dos mujeres que no querían seguir con el embarazo de sus bebés por ser niñas.
 
El supuesto poder de la elección
El razonamiento de la nota pro choice es indiscutible: «No puedes ser pro choice, salvo cuando la elección no te gusta». Y es la lógica de la ley que permite el aborto de los niños enfermos, pero también sanos en el caso cuyo nacimiento dañe psicológicamente a la madre y la familia.
 
Furedi ha seguido explicando que la ley permite el aborto en el caso en el que «el sexo del hijo dañe la salud mental de la mujer que no lo acepta», así como lo autoriza si «una mujer no quiere al niño porque es pobre, ha sido abandonada o aún no se siente preparada». ¿Cuál es la diferencia? Ninguna, en ambos casos el hijo es un peso para la madre o su familia, y esto es suficiente para abortarlo.
 
200.000 abortos al año
En Inglaterra se verifican 200.000 abortos al año y el coloso Bpas, que lleva a cabo aproximadamente 55.000 (más de un cuarto del total), recibe 26 millones de libras esterlinas del Estado, en gran parte pagadas por los contribuyentes. Parece ser que el fenómeno de la interrupción del embarazo en base al sexo está creciendo con la inmigración asiática.
 
De hecho, Furedi concluye: «¿Es justo que una mujer embarazada de una niña no pueda abortar si su familia la deshonrara, si ella perderá su casa, su marido y a quien ama?». La pregunta, a posteriori, es retórica, visto que la ley prevé que basta una dificultad de la mujer para justificar la eliminación de una vida.
 
(Traducción de Helena Faccia Serrano)

División de hijos en ‘matrimonio’ gay y mujer que se casa con sí misma


El ‘grotesque’ de la redefinición del matrimonio.

La semana pasada sucedieron dos cosas grotescas, sólo explicables por la redefinición del matrimonio que pone énfasis en la satisfacción personal del contrayente, perdiendo su significado social y la protección de los bienes como son los hijos. En un caso, una pareja de homosexuales casado deciden tener hijos para ver si mejoraban su relación que andaba mal; tuvieron dos pero la cosa no mejoró, ahora se separan y cada uno se lleva a uno de los hermanos. El otro caso, más ridículo aún, es el de una mujer que se casó consigo misma porque no encontró una pareja que se amara como ella misma.

jurica y tuitera

Probablemente en los próximos años veremos aumentar el número de estos absurdos, como decía Don Quijote ¡Cosas veremos Sancho!.

LA PAREJA DE HOMOSEXUALES QUE SE DIVIDEN LOS HIJOS

David Tutera, famoso presentador de la televisión estadounidense, presentador de la transmisión de My Fair Wedding en WETV, vivía con su novio (y posterior esposo) Ryan Jurica durante diez años. Pero su relación
anduvo mal durante seis años, por lo que decidimos tener hijos con la esperanza de que nuestra relación pudiera mejorar, dice David.
Dicho esto, los dos compañeros después de tres años de intentos han logrado la transferencia de dos embriones en el útero de la madre sustituta: uno era biológicamente mío, mi hija Cielo, y el otro era biológicamente de Ryan, su hijo Cedric“.
Pero incluso la perspectiva de una familia “normal y feliz” no es suficiente y el día de Año Nuevo de 2013, la pareja homosexual decidió divorciarse.
¿Y los niños?
Después de intercambiar acusaciones, con Ryan que acusó al famoso presentador de ser un “adicto al sexo, por la contratación de un escolta para satisfacer su enfermedad”, la pareja ha llegado a un acuerdo en abril.
Aunque los mellizos no habían nacido (sólo ocurrió en julio), la pareja decidió compartirlas como: Cielo va con David y Cedric va con Ryan y los dos vivirá a 3.000 kilometros de distancia.
“Siempre he querido ser padre – dice David contando su historia para el programa de televisión The View - esto es muy importante para mí. Lo siento por cómo sucedieron las cosas, y es evidente que los dos niños son “medio hermanos”, así que quiero que se conozcan, pero esto no sucederá inmediatamente. Ahora mi responsabilidad es la de terminar con el divorcio y criar a mi hija”. 
Incluso sin su hermano.

EL INSÓLITO CASO DE UN MUJER QUE SE “CASÓ” CON ELLA MISMA

Schweigert, una mujer de 36 años de Dakota del Norte (Estados Unidos), decidió casarse consigo misma en 2012, seis años después de un doloroso proceso de divorcio, y cansada de “esperar a alguien que aparezca y me haga feliz”.
La mujer confesó a la prensa local que ella se compra regalos a sí misma, e incluso tiene citas sola. El amor que necesita, asegura, lo tiene en su corazón y “nadie más me lo puede dar”.

Jaime Urcelay, presidente de la plataforma europea de Profesionales por la Ética, señaló que
“la noticia es algo grotesca, por lo que en una primera lectura se presta a la broma. Pero el hecho tiene un mensaje de fondo en el que merece la pena pararse a reflexionar”.
“Si el matrimonio deja de ser una institución diferencial cuya identidad viene definida por la  unión de un varón y una mujer, prácticamente cualquier realidad afectiva podrá  ya reconocerse como ‘matrimonio’”.
“¿Por qué no?”, se preguntó con ironía Urcelay, indicando que en ese esquema “los límites los pondrán  solamente la imaginación y el tiempo, como esta excéntrica mujer de Dakota del Norte ha puesto de manifiesto”.
El presidente de Profesionales por la Ética subrayó que
“con toda razón se ha dicho que, al prescindirse del componente biológico del matrimonio,  la institución pasa de entenderse como un vínculo de relevancia social a enfocarse como una desvinculada vía de emancipación individual”.
“El resultado de semejante artificio no es otro que la desprotección jurídica de los bienes que secularmente ha amparado el matrimonio, de los cuales el más obvio es el derecho de los niños a crecer con la natural referencia de un padre y una madre”.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Perversión proabortista: recomiendan abortar a embriones a los que llaman "sacos gestacionales"

RECOMIENDA MATAR EMBRIONES EN EMBARAZOS MÚLTIPLES

Dra. Elena Carreras: «Yo no hablaría de bebés sino de sacos gestacionales»

La perversión del lenguaje de los proabortistas no alcanza límites. Así lo demuestra la doctora Elena Carreras, del Hospital Vall d'Hebrón, quien intervino el pasado lunes en el programa de radio de «La tarde con Dieter», de EsRadio, para hablar un caso atípico de embarazo múltiple que se ha conocido en Irak y donde de manera natural ya habrían fallecido algunos de los no nacidos. La doctora, preguntada por «los bebés» -pues es responsable de la Unidad materno fetal del hospital-, subrayó: «Yo no hablaría de bebés sino de sacos gestacionales».
02/10/13 8:02 AM | Imprimir | Enviar
(HO/InfoCatólica) Para los casos de embarazo múltiple, producidos por la fecundación in vitro, la doctora Carreras recomendó «reducir» (abortar) el mayor número de embriones y fetos, aunque explicó que se corre el riesgo de acabar con todos.
Sin embargo, la doctora promuerte señaló que lo mejor es abortar en la semana 10 de embarazo porque, según reconoció, ya «se ve bien el corazón, el cerebro, las manitas, las piernas». Estos abortos, además, estarían en función de un razón de eugenesia pues, según indicó Carreras abiertamente, el objetivo es dejar los embriones «normales», porque en esta semana «los que se paran normalmente ya se han parado».
Carreras recomienda siempre «reducir» el número de embriones pero señaló que es una decisión de la madre y que «los médicos estamos para hacer lo que la mamá quiere».

Se equivoca, "doctora": los médicos no están "para hacer lo que la mamá quiere": están para salvar las vidas de niños inocentes a los que Ud. recomienda abortar...

martes, 1 de octubre de 2013

Epidemia de bebes recién nacidos arrojados a basureros


El avivamiento de la costumbre pagana de los sacrificios.

La actual erupción de los bebés que se tiran por el inodoro, o arrojados a basureros marca el regreso de una práctica pagana antigua totalmente compatible con nuestra cultura del aborto.

“Esta situación equivale a un resurgimiento moderno de la práctica pagana antigua” escribió el diácono Keith Fournier en un artículo reciente. “Los bebés no deseados se dejaban en las rocas para ser comidos por las aves de rapiña o tomado por los traficantes de esclavos, una práctica llamada exposición”.

Lea también más abajo un análisis histórico de la evolución del aborto y como se fue elaborando la posición cristiana.

aborto

Esa indiferencia cultural brutal llegó a su fin con la aparición de una nueva fe. 
“Fueron los cristianos que salvaron [a estos bebés] y transformaron las culturas desde culturas de la muerte a culturas de la vida”, escribió Fournier.
Ahora, el paganismo está resurgiendo, y su ética anti-vida con ella.

LAS EVIDENCIAS DE LA EPIDEMIA

El artículo del diácono Fournier se inspiró en la historia de un bebé prematuro con papel tisú tapando la nariz que fue encontrado en un contenedor de basura fuera de un edificio de apartamentos de Nueva Jersey la semana pasada.
Ese bebé fue encontrado a tiempo y se encuentra ahora en condición estable en un hospital de la ciudad de Jersey, pero la mayoría de las víctimas de la exposición de hoy en día no son tan afortunadas.
Un día después, un trabajador de la basura encontró el cuerpo de un bebé desechado en un vertedero de basura en Phuket, Tailandia .
En el último mes, bebés muertos han sido descartados desde Grecia a los Emiratos Árabes Unidos, y en EE.UU, desde Louisville, Kentucky , a una ciudad de Pennsylvania llamada Belén.
“Estos ejemplos contemporáneos sustituyen con un bote de basura o un contenedor de basura a la antigua roca”, escribió Fournier.
Sólo este verano, el fenómeno se ha visto desde California a Virginia, de Inglaterra a España.

SE PROFUNDIZA LA CULTURA DE LA MUERTE

El renacimiento de la cultura de la muerte se ve con mayor claridad, no en la exposición, sino en el aborto, dijo.
“Es el momento de ser brutalmente honesto. Cada aborto provocado mata a un niño a través de la inyección de veneno, la quema en solución salina, el colapso de su cráneo, o la ruptura de sus miembros, y nosotros no oímos hablar de eso”, escribió el diácono Keith Fournier. “Hemos cerrado los ojos a la verdad de lo que está pasando en nuestro mundo”
“Los bebés son tratados como basura” en los centros de aborto en todo el país, dijo.
Trabajadores del aborto han sido capturados en videos encubiertos diciendo a las mujeres que si dan a luz a un bebé antes de su aborto programado, deben “tirarlo por el inodoro”.
Estamos matando a nuestros hijos en base al sólo criterio de la conveniencia y de si son queridos. Ese es el verdadero efecto del aborto legal sobre demanda”.
“Tenemos que asumir la tarea de rescatar a todos los bebés en esta hora”, escribió. “No sólo ellos están perdiendo sus vidas, sino que nosotros también estamos perdiendo nuestra alma”.
Si quiere tener una comprensión detallada de la evolución del aborto en la historia y en el cristianiso, no deje de leer lo que sigue:

EL ABORTO EN LA ANTIGÜEDAD PAGANA Y JUDEOCRISTIANA

La moralidad del aborto no fue una cuestión que preocupara a la sociedad pagana, tanto griega como romana, pues su práctica fue amplia y frecuentemente admitida, a pesar de algunas corrientes de pensamiento. Los filósofos y juristas de la Antigüedad se preocuparon más que por la naturaleza del embrión humano, por las consecuencias políticas del infanticidio para la salvaguardia de la ciudad. Los pensadores judíos y cristianos prefirieron, mejor que integrar la problemática filosófica en sus razonamientos teológicos, apoyarse en la enseñanza de la Escritura, reveladora del origen de la naturaleza humana, creada por Dios y que ha recibido de Él su principio de vida, su dignidad de ser humano.

EXPOSICIÓN DE LOS RECIÉN NACIDOS Y ABORTO EN EL MUNDO PAGANO

Está muy atestiguada la costumbre de la exposición de los recién nacidos en la sociedad antigua sin plantear ninguna dificultad en los planos éticos o moral. El Derecho romano otorga al padre de familia la facultad de abandonar a un niño después de su nacimiento por motivos que pueden ser de orden social y económico, por ejemplo, la imposibilidad de asumir su educación, o incluso religiosos cuando se le considera maldito o una amenaza para la paz social. En esta materia de la exposición sólo cuenta el criterio del padre que tiene un derecho soberano de vida y de muerte sobre el niño que va a nacer o que ya ha nacido. Los tribunales reconocen al padre igualmente el derecho de acudir a la justicia y obtener una reparación del perjuicio que pudiera haber sufrido en el caso en que se hubiera destruido la vida del niño, o puesta en peligro, sin su consentimiento. Más allá de las disposiciones específicas de la ley a favor del padre o de la madre abandonada por su marido, merece la pena destacar que el hecho en sí mismo no merece ninguna consideración ética. El problema se plantea sobre todo desde el punto de vista demográfico y social, pues la Ciudad puede perder influencia por los efectos de la disminución de la población.
La práctica del aborto, a pesar del riesgo que suponía para la mujer, estuvo probablemente muy extendida en la Antigüedad pagana. Esta hipótesis concuerda con el uso general de la exposición de los recién nacidos que acabamos de recordar. El feto carece de un estatuto jurídico, a pesar de que algunos códigos, como el de Solón en el siglo IV, recordados y comentados tardíamente por juristas y médicos romanos como Galeno (siglo II), se muestren hostiles al aborto y prohíban la muerte del feto antes de su maduración. Si exceptuamos algunas escuelas de medicina, como la de Hipócrates (hacia el 460-350 a.C.), que en su Juramento prohíbe taxativamente el aborto – “No introduciré en ninguna mujer un pesario abortivo” –, el recurso al aborto no plantea casi ningún problema moral, incluso él mismo anima a imponerlo como obligatorio cuando es útil para el bien superior de la Ciudad, una de cuyas misiones es la de regular las condiciones del matrimonio y la procreación: “En cuanto a los niños que hay que exponer o dejar crecer, que exista una ley que prohíba dejar crecer a ningún niño deforme; […] es necesario fijar un límite de procreación al número de niños; y si a pesar de estas reglas, se concibe algún niño fuera de estas normas, se debe, antes de que tenga sensibilidad y vida, practicar al aborto”.
Lo específico de los riesgos es que las consideraciones políticas sobre el feto arrancan de la reflexión sobre el momento de su animación, es decir, sobre el instante en que el cuerpo recibe el alma humana. Platón (427-348 a.C.) distingue dos partes en el alma: la mortal y la inmortal: “En esta residen el conocimiento y el pensamiento”. El hombre tiene dos orígenes, el humano y el divino, es decir, su cuerpo procede de la naturaleza y su alma del mundo de las ideas. La animación es el resultante de la unión del cuerpo orgánico, producto de la reproducción sexual, y el alma divina caída del cielo en un cuerpo que guarda relación con la vida anterior del sujeto, según el principio platónico de la metempsicosis.
Aristóteles (384-322) se aparta de su maestro y sitúa el problema de la animación en una perspectiva puramente biológica y filosófica. El alma no es una realidad separada del cuerpo, sino que una y otro – materia y forma – son dos facetas distintas de una única sustancia. Según un principio de estricta proporción entre estos elementos, el embrión recibe sucesivamente un alma vegetativa (vegetal), sensitiva (animal) y espiritual (humana). Las consecuencias éticas de esta animación por etapas, con la que nos vamos a encontrar en diferentes épocas, son evidentemente importantes. Por eso en el Estagirita no se modifica la apreciación moral del control de los nacimientos, puesto que el embrión no ha recibido “la vida y la sensibilidad” que se da en diferentes etapas según el sexo del que va a nacer.
En Grecia siempre se consideró al individuo, sea nacido o no, subordinado al bien de la Ciudad. La pequeña extensión de las ciudades obligaba a un severo control de la natalidad para no desestabilizar el equilibrio de sus posibilidades financieras. Ningún derecho, ni siquiera el derecho a la vida, está por encima del interés del Estado. Sin embargo, a contracorriente de las tesis de Platón y Aristóteles pero por motivos semejantes, los estoicos tomaron postura contra el aborto, como un atentado al bien común. No se trataba de defender el carácter personal del embrión, al que por otra parte se le considera como una parte de su madre, sino sobre todo el bien de la Ciudad, pues se considera el aborto como un acto de impiedad contra los dioses.
En Roma, numerosas huellas atestiguan la práctica corriente, pero regulada, del aborto. Plutarco (siglo 1 a.C.), oponiéndose resueltamente al infanticidio, se remite a un relato sobre el fundador de Roma para denunciar la ofensa que se le hace al marido cuando una mujer aborta sin su consentimiento. En este juicio sobre el aborto de lo que se está tratando es de la autoridad del padre (patria potestas) que se ejerce sobre todos los componentes del hogar (mujeres, esclavos, hijos). Esta autoridad se extiende a los recién nacidos y a los fetos. La ley de las doce tablas (hacia el 450 a.C.) autoriza al padre a exponer a las niñas y a los recién nacidos con malformaciones. El mismo código prevé sanciones sociales y políticas para los maridos que ordenan o permiten abortar sin verdadera razón a sus esposas.
Al final de la República (145-130 a.C.), el ambiente político y social está muy debilitado. Divorcios, adulterios y abortos se multiplican hasta la llegada de la época imperial, que supone al principio de una abierta oposición hacia una práctica que está acelerando la disminución de la población y el declive del Estado. Cicerón (106-143), en nombre de la injusticia para con el padre, los derechos de la familia, de la raza humana y del Estado, apela a la pena de muerte para quienes recurran al aborto deliberado. Dos siglos más tarde, los edictos imperiales de Septimio Severo y de Caracalla intentan frenar esta plaga prohibiendo el aborto a las mujeres casadas. Hay que reforzar la familia y los derechos del Estado contra la poderosa autoridad paterna, oponiéndose al celibato, a la contracepción y al infanticidio, favorecido por los progresos de la ginecología.
La condena filosófica del aborto proviene ahora de los estoicos, porque el ser humano debe vivir según la naturaleza y la voluntad divina. En una serie de cinco Discursos sobre el sexo, el matrimonio y la familia, Musonius Rufus, uno de sus representantes, señala los dos fines principales del matrimonio de acuerdo con la naturaleza: crear un lazo de amor entre marido y mujer y transmitir la vida. Es conveniente que se formen familias numerosas y oponerse al infanticidio. Ésta es una ofensa a los dioses y a la naturaleza, pero no al niño, puesto que, para los estoicos, la vida no comienza más que con el nacimiento. El embrión no es por tanto un ser humano, menos aún una persona, sujeto de derechos. Esta idea, como la de toda la Antigüedad pagana en la que la Ciudad es el primer bien que hay que defender, impide reconocer una dignidad intrínseca al niño, incluso después de su nacimiento. Hay que encontrar la expresión y la defensa de esta dignidad en otra tradición que tiene como fuente la Revelación judeocristiana.

EL MUNDO JUDÍO: UNA EXCEPCIÓN EN LA PRÁCTICA GENERALIZADA DEL ABORTO

Fuera del castigo que se impone al hombre que, riñendo con otro, en la pelea causara el aborto a una mujer (Ex 21, 22-23), y la prohibición del sacrificio de los niños: “No darás a tus hijos para sacrificarlos a Moloc ni profanarás el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor” (Lev 18, 21), en toda la Escritura no encontramos ninguna condena explícita del aborto ni del infanticidio. Lo que sí aparece es la expresión de un respeto evidente a la vida humana en su comienzo, lo que de hecho excluye el aborto y la exposición de los niños.
Esta misma evidencia atraviesa toda la tradición judía, confirmada en el Talmud, un libro que reúne la opinión de los rabinos a través de los siglos. El Talmud contiene numerosas discusiones a propósito de preservativos y abortos provocados por problemas médicos. Se trata de un conjunto de textos, todos alrededor de la misma idea: los judíos tienen la obligación de llenar la tierra para ser testigos de la presencia divina. La vida humana es santa por estar creada por Dios. El hombre debe, por tanto, respetarla bajo todas sus formas y en todas sus etapas. La común aceptación de estos principios generales no impide que en su comentario y traducción de la Sagrada Escritura se formaran dos grandes corrientes al tratarse del feto y de su muerte: la palestinense y la alejandrina.
La discusión se centra sobre todo en el comentario de Ex 21, 22-23, en el que se habla de una mujer que pierde su feto accidentalmente al verse envuelta en una pelea entre dos hombres. Según la traducción de los Sesenta, influenciada por la cultura griega, se distinguen dos situaciones según el desarrollo del embrión: si el aborto se produce cuando todavía el embrión no tiene forma (ekeikomismenon), el atentado contra la naturaleza no será castigado sino con una pena pecuniaria: el hombre culpable deberá pagar una multa (v.22). Por el contrario, si el feto está ya formado, se le aplicará al culpable la ley del talión – “ojo por ojo, diente por diente” […] vida por vida” –, porque es un ser humano al que se ha asesinado: el culpable deberá ser castigado con la muerte (v.23).
En esa distinción encontramos la persistente huella de las teorías embriológicas de Aristóteles. Numerosos Padres de la Iglesia harán suyas estas teorías, manteniendo la tesis de que el embrión en un primer momento no es un ser humano, sino solamente el término de un cierto grado de desarrollo. El perjuicio afecta, por tanto, al que sufre el feto y no directamente a la mujer. Al judaísmo de Alejandría no le interesa en absoluto, a diferencia de cómo ocurre en el Derecho romano, los derechos del padre, pero sí los del hijo. La reflexión se orienta precisamente a la dimensión moral de un acto que se opone radicalmente a la ley divina de no matar. Se establece una relación entre aborto y su calificación de crimen, algo que ocupará un lugar central en la futura postura cristiana. Se trata de la inmoralidad del acto que consiste en matar a un niño todavía no nacido, y no de las cuestiones legales o técnicas sobre el feto.
Otros documentos como los escritos de Flavio Josefa, un historiador judío contemporáneo de Cristo, la Mishnad (conjunto de textos recopilados en el siglo II d.C.), el Talmud (siglo V), atestiguan las diferentes tradiciones teológicas que se habían reunido en el seno de las escuelas palestinenses al abordar la cuestión del aborto. Estos textos se preguntan sobre el feto, su estatuto religioso y legal, las situaciones accidentales o deliberadas en las que acaba con el feto. Hay que distinguir en el debate dos opiniones, igual que en el mundo pagano, sobre la delicada cuestión del momento de la animación del embrión, pero aquí partiendo de la Escritura, y más concretamente de los dos primeros capítulos del Génesis. ¿En qué momento el embrión recibe el alma humana? ¿En el momento de su concepción, durante su desarrollo o cuando nace? La mayoría de los rabinos piensan que la animación del embrión, sea varón o hembra, ocurre a los cuarenta días de la formación del feto. El problema se extiende a otras cuestiones teológicas como son su inmortalidad, o incluso la impureza de la mujer en un aborto involuntario. En este caso la preocupación es exclusivamente cultual: para que se juzgue el nacimiento como válido, y por tanto seguido de purificación, el feto debe estar lo suficientemente formado.
Una corriente mayoritaria se apoya en la traducción hebrea del Éxodo (21, 22-23), que difiere claramente de la de los Sesenta: “Si dos hombres al reñir caen sobre una mujer encinta y ésta sufre un aborto pero sin más daños, el culpable pagará la indemnización impuesta por el dueño de la mujer […] Pero si hay otro daño tú pagarás vida por vida”. La opinión de Flavio Josefa es que el daño del que aquí se habla no es el del feto, sino el de la mujer, su marido y la sociedad. El feto no es una persona distinta de la madre, sino una parte de su cuerpo. Por eso se permiten algunos abortos o incluso se les considera obligatorios cuando al vida de la madre corre peligro, a no ser que esté ya fuera del seno materno la mitad del cuerpo o la cabeza (Oholoth 7,6). Desde el momento en que el feto no tiene existencia legal como ser vivo independiente, carece de derechos: “Un niño de un día hereda y transmite […] pero no un embrión”, dice el Talmud de Babilonia (Hullin 58ª).
Por el contrario, a contracorriente de la cultura helenistica de la que los judíos de Palestina son conscientes que se separan en este punto, al condena del aborto es absolutamente clara al prohibir la interrupción deliberada del embarazo sin motivos graves: “La ley ordena criar a todo niño y prohíbe abortar a las mujeres […]; a una mujer que aborta se le considera como infanticida, porque destruye un alma y no acrecienta el pueblo”, afirma Flavio Josefa. Los dos argumentos, como antes se dijo, son el reconocimiento de la obra del Creador en el embrión, es decir, la actividad de la presencia divina, y la propagación numérica del pueblo judío que no puede ser amputada de ninguno de sus futuros miembros. Se trata de una reprobación moral que no por eso otorga estatuto jurídico alguno al embrión.
Una escuela minoritaria, siempre en Palestina, pero más próxima a la postura alejandrina, encara la cuestión de manera diferente. Incluso admitiendo el aborto por razones terapéuticas, según ella, el feto es legalmente una persona a la que es necesario reconocer derechos jurídicos. El que todavía no ha nacido posee una vida espiritual, la razón y la facultad de alabar a Dios. Un feto que muere en el seno de su madre es una persona muerta, de manera que vuelve impura a su madre como también la casa en la que fue concebido y en la que ha muerto (Yebamoth 7,4). Así interpretan el versículo del Génesis 9,6: “Otro hombre derramará la sangre [que está en el interior del hombre] de quien derrama sangre humana”. Por la expresión “en el interior del hombre” hay que entender al feto en el seno de su madre, concebido como una persona. Quien mate al feto, si no es judío, debe sufrir la pena de muerte.
Los judíos no se plantearon realmente el problema del aborto más que cuando entraron en contacto más estrecho con el mundo pagano. La Biblia no plantea, por decirlo así, la cuestión. Esta práctica, tanto la tradición alejandrina como la palestinense, la consideran abominable, pues va contra el respeto debido a la vida que Dios da. La opinión sobre el estatuto legal del feto no es, sin embargo, uniforme, pues depende de los ambientes culturales con los que las escuelas conviven. Unas se fijan en el daño que sufre el feto en función de su grado de desarrollo, las otras se interesan por el perjuicio a la madre y a la sociedad. La discusión versa sobre el aborto accidental o terapéutico, pero no sobre la posibilidad de un aborto deliberado, a no ser en caso de peligro para la madre. Siempre establecen la distinción entre aborto accidental y aborto terapéutico. Aun con esta diversidad de percepción, en el judaísmo se tiende a la severidad del castigo en el aborto accidental. El gran respeto de los judíos por la vida del niño, signo de la bendición de Dios, incluso del no nacido, es una herencia que la teología de los primeros siglos cristianos va a asumir ampliamente.

EL TESTIMONIO DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO: LOS PADRES APOSTÓLICOS

Igual que ocurre en el Antiguo Testamento, los Evangelios o las Cartas tampoco abordan directamente la cuestión moral del aborto, o, en términos más técnicos, del estatuto del embrión humano. La actitud de acogida al niño no es sin embargo ajena a la enseñanza de Cristo. Disposiciones del corazón, como las de los niños, se proponen a los discípulos como el camino ejemplar para entrar en el reino de los cielos (Mt 19,14). En la herencia bíblica y filosófica se encuentran los fermentos del debate patrístico, los argumentos de los que se va a alimentar la importante reflexión teológica sobre el origen del alma, el momento de la animación, o incluso la transmisión del pecado original.
Del examen de los textos bíblicos se deducen algunas ideas sustanciosas. En primer lugar, un elemento de antropología sobre el que los Padres de la Iglesia fundamentan su concepción del hombre: el ser humano ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gen 1,26-27). El segundo relato de la creación nos dice, de forma metafórica, el modo como el Señor, tras haber formado el cuerpo del hombre, introduce en él un soplo de vida: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gen 2,7). Numerosos pasajes de los libros proféticos insisten, en segundo lugar, en lo temprano de la llamada de Dios a los hombres que él ha escogido: “Desde el seno de su madre” (Is 44,2; Jer 1,5). Cuando aún no son más que unos embriones; Dios los ha elegido profetas suyos, lo que significa que son seres habitados, aun antes de su nacimiento, por un alma espiritual propiamente humana. los Libros de la Sabiduría son testimonio de un Dios creador, que forma los cuerpos humanos como el artista su obra: “Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el vientre de mi madre […] Tus ojos veían mi embrión” (Sal 138, 13), de un Dios que crea las almas y las infunde en el hombre (2 Mac 7, 22-23; Sab 15-11). Según esta perspectiva, claramente heredada de esta literatura profética y sapiencial, nos encontramos en el evangelista Lucas la manifestación precoz de Juan bautista. Por eso el Precursor reacciona, desde el seno materno, ante la presencia del Salvador en la visita que la Virgen María, encinta de Jesús, hace a su prima Isabel: “Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno” (Lc 1, 44).
Estos elementos de la Escritura preceden y encuadran la reflexión de los Padres de la Iglesia y el rechazo del aborto en las comunidades cristianas primitivas, enfrentadas a las prácticas del mundo pagano. La condena de la exposición de los recién nacidos arrojados a las fieras salvajes o el aborto, aparece manifestada claramente en los primeros grandes textos de la literatura cristiana. Los Padres apostólicos, es decir, la primera generación de obispos y teólogos que habían escuchado directamente la predicación de los apóstoles, toman posición en el nivel ético frente a usos que juzgan, con toda evidencia, contrarios al deber cristiano del respeto a la vida, especialmente en su forma más vulnerable, en sus comienzos.
La Didajé o Doctrina de los doce apóstoles es un texto fundamental para conocer los primeros tiempos de la vida de la Iglesia. Esta obra de doctrinas morales y de prescripciones eclesiales data del siglo I. De forma un tanto incoherente, organiza la vida litúrgica y disciplinar de la Iglesia naciente. La doctrina de las “dos vías”, que obliga a escoger entre la vía de la vida y la de la muerte (Dt 30, 15-20), sustenta la reflexión moral por la que se condena el aborto bajo dos aspectos: “No matarás con veneno; no matarás de ninguna manera a los niños abortando, o después de su nacimiento” (Didaje 2,2). Se rechaza así directamente la doble práctica pagana del aborto y de la exposición de los recién nacidos por el siguiente motivo: “Ignoran la obra del Creador; asesinos de niños hacen abortar la obra de Dios, rechazando el indigente y acabando con el oprimido” (Didajé 5, 2). Los asesinos de niños, al destruir la obra de Dios, caminan por tanto por la vía de la muerte. Olvidan su condición de criaturas y se convierten en dueños de la vida y de la muerte de otros. En esto radica el mal del que habla la Didajé: el aborto es la manifestación de la sublevación del hombre contra el reinado de Dios sobre su creación. El Dios que da la vida es el único que puede quitarla.
La misma enseñanza, con parecida formulación, recoge la Carta de Bernabé de principios del siglo II: “No harás morir al niño en el seno de su madre; no le harás morir al nacer” (19,5). El texto va dirigido a todos los que participan en un aborto: los miembros de la familia, los médicos y las comadronas, a todos “los que no reconociendo a su Creador matan a los niños; por el aborto hacen perecer a las criaturas de Dios” (20,2). Los mismo afirman otros Padres apostólicos, como San Ignacio de Antioquia cuando, camino de su martirio, alienta a las comunidades que ha dejado, o el autor de la Carta a Diogneto, al exhortar con toda energía a los cristianos a no conformarse con las costumbres paganas, a no abandonar a los niños, a respetar incondicionalmente la vida que Dios da y el orden de la creación. Aún no se plantea la cuestión del estatuto y el provenir de los embriones abortados.

LOS PADRES APOLOGISTAS (SIGLOS II Y III)

En cuanto las primeras comunidades cristianas toman claramente postura contra la inmoralidad de algunas costumbres paganas, se ven obligadas a defenderse de las graves críticas que se les dirigen. Los Padres apologistas tienen así que responder a las acusaciones de canibalismo, incesto y ateísmo de las que las autoridades romanas les acusan. Fundándose en el respeto debido a la vida del feto, Atenágoras refuta, hacia el año 177, el rumor que nace de la incomprensión de la eucaristía y según el cual los cristianos practicarían el asesinato ritual y el canibalismo. ¿Si se excluye totalmente el aborto de un embrión en gestación, cómo iba a ser moral matar a un niño ya nacido? “Para nosotros – dice el apologista griego – , quienes recurren a medios abortivos cometen un asesinato del que tendrán que responder ante Dios. ¿Cómo entonces íbamos a cometer nosotros mismos estos crímenes? No puede considerarse a la vez al feto como un ser vivo del que Dios cuida y matarlo una vez que ha visto la luz del día”. Tres elementos fundamentan la postura cristiana frente al niño que va a nacer: la consideración del aborto como un asesinato, el culpable o el cómplice tendrá que rendir cuentas a Dios, el feto es un ser vivo del que Dios se cuida.
La defensa del cristianismo encuentra en Tertuliano (hacia el 160 – 225) una primera figura, el teólogo latino más destacado antes de San Agustín. En su tratado de apologética, Tertuliano se centra en al defensa de las prácticas cristianas cultuales y morales. Él pone las bases fundamentales de la reflexión filosófica y teológica fundamental sobre el estatuto y la naturaleza del embrión humano. Tertuliano considera al feto como un ser humano total, una persona en desarrollo, y no simplemente como una parte de su madre aunque depende a de ella para vivir y crecer. El fundamento de la postura cristiana que prohíbe el aborto, incluso el terapéutico, proviene directamente del mandamiento divino que ordena no matar, respetar toda vida humana: “No matarás” (Éx 20, 13).
Frente a la postura estóica para la que la vida comienza con el nacimiento, Tertuliano afirma que impedir el nacimiento de un niño no es otra cosa que un asesinato “más rápido”. En este mismo tratado De anima, de manera conmovedora, el teólogo recurre no a los filósofos o a la ley romana para definir el embrión, sino al testimonio de las madres:
“En esta materia, dice, el mejor enseñante, juez testigo es el sexo al que afecta directamente el nacimiento. Recurro a ti, madre que estás encinta o que ya has tenido hijos; ¡que se callen las mujeres estériles y los hombres!; queremos conocer la verdad de la naturaleza de la mujer; examinamos la realidad de tales dolores. Dinos, ¿es que no sientes ningún movimiento de vida en el feto? ¿Es que no tiemblan tus entrañas, es que no se mueve tu costado, tu vientre no palpita cuando la masa que tú llevas cambia de postura? ¿Es que estos movimientos no son una fuente de alegría y de seguridad de que l niño en tu interior está vivo y goza de buena salud? ¿Y si disminuye su actividad, no te llenas inmediatamente de inquietud?”
Junto a este reconocimiento práctico y muy concreto de la humanidad del feto, Tertuliano se interesa por cuestiones más especulativas respecto a la animación del embrión, particularmente en cuanto al origen del alma y al modo de cómo ésta “se apodera” del embrión. Elabora para ello la tesis, no aceptada por la Iglesia, del “traduccionismo corporalista”. Según Tertuliano, el alma humana es un cuerpo que transmiten los vectores sexuales. Está, por tanto, presente en el embrión desde su concepción. El trasfondo teológico del que depende esta tesis no aceptada está dirigido a alejar a Dios de toda responsabilidad en la transmisión del pecado original, que pasaría, por consiguiente, de generación en generación, a través del engendramiento de los cuerpos animados. Dios no intervendría en la creación del alma, que pasa así a ser un principio material fuera del obrar divino. Ese principio se transmite, lo mismo que el cuerpo, en el acto de la procreación. La animación inmediata del embrión hace de él, sin embargo, un ser humano absolutamente digno de todo respeto.
La condena del aborto se refuerza con la amenaza de un castigo divino para quienes hayan destruido al hijo en su seno. Algunos escritos apócrifos, textos tardíos atribuidos a los apóstoles y no incluidos en el canon de las Escrituras, estigmatizan a estas mujeres que “serán engullidas hasta el cuello y condenadas a un terrible castigo. Son las que abortan y destruyen la obra que el Señor había formado. Frente a ellas, habrá un lugar donde se sentarán sus hijos, a los que impidieron vivir”. La supuesta atribución a autores apostólicos añade influencia a estas cartas. El castigo del que se habla es el de la condenación eterna.

LA ELABORACIÓN DE LA DISCIPLINA CRISTIANA RESPECTO AL ABORTO

A mediados del siglo III, tanto en las Iglesias de Occidente como en las de Oriente, se califica, con toda claridad, el infanticidio y el aborto como formas de homicidio. No desentona Clemente de Alejandría (hacia el 150-215) cuando afirma en “El pedagogo” que “las mujeres que recurren al aborto matan en ellas no solamente al embrión sino también todo sentimiento humano” (II, 96). La práctica del aborto no parece que, bajo la influencia del mundo pagano, esté ausente de las comunidades cristianas, puesto que las homilías de Orígenes, de Hipólito Romano o de Cipriano de Cartago ponen en guardia seriamente contra aquellos “falsos cristianos” que recurren al aborto. Se plantea la cuestión disciplinaria para quienes han cometido este crimen o han colaborado en él. Los teólogos más importantes alzan su voz reclamando penas severísimas, porque además es necesario alertar a la comunidad cristiana y preservarla de las costumbres paganas que puedan contaminarla.
En el primer Concilio de Elvira, en España (hacia 306) se condena, pro primera vez de forma oficial den la Iglesia, a los cristianos que recurren al aborto. En él se prescriben las penas para castigar los pecados más graves que van desde unos años de penitencia a la exclusión definitiva de la comunión eclesial. El canon 63 decreta: “Si una mujer está encinta y, tras haber cometido adulterio en el ausencia de su marido, intenta destruir al niño, es conveniente apartarla de la comunión hasta su muerte, porque ha cometido un doble crimen”. Esta pena, de enorme gravedad, castiga el adulterio y el infanticidio. El castigo afecta sólo a la mujer y no a quienes eventualmente han ordenado o colaborado en el acto. En el 314, el Concilio de Ancira, reunido en Asia Menor, sin cambiar para nada la gravedad del juicio moral sobre el aborto, ablanda la sanción penal y la reemplaza por diez años de penitencia (canon 21), pero extiende la pena también a las mujeres que solamente lo hayan intentado. Dos aspectos están ausentes de la reflexión conciliar: la Iglesia no distingue entre feto formado o no formado; y no hace responsables a quienes eventualmente obligan a la mujer a abortar o a quienes participan en la ejecución del acto.
Algunos teólogos, como el capadocio San Basilio de Cesarea (hacia el 330-380), acompañan la sanción canónica con una argumentación moral cuyo centro es el valor sagrado de toda vida humana. El aborto es un crimen además de un pecado; quienes colaboran se convierten en cómplices. A pesar de eso, la gracia de Dios puede suscitar en el corazón del pecador un arrepentimiento sincero que le abra al perdón. Por eso no debe considerarse el aborto como un pecado imperdonable. En Occidente, San Ambrosio de Milán, en su catequesis sobre la creación, condena a “las mujeres de toda especie” que no alimentan a sus propios hijos o los abandonan. Estigmatiza a las ricas que practican el aborto “para no dividir su herencia entre muchos, [y así] rechazan la progenitura presente ya en el seno materno. Al utilizar pócimas criminales, expulsan el fruto de sus entrañas […] De esta forma se les quita la vida incluso antes de habérsela dado” San Ambrosio de Milán. San Jerónimo (342-420) reitera el rechazo moral de las prácticas abortivas a las que, con frecuencia, se añaden otros pecados como el adulterio y el “suicidio” cuando la madre muere (cf. Carta 22, 13). Reintroduce también la distinción entre feto formado y no formado, y concede solamente el estatuto de persona al embrión en un cierto estadio de desarrollo.
Entre los Padres de la Iglesia será la postura de San Agustín en su reflexión moral sobre el aborto la que perdurará por más tiempo en Occidente. Esta postura hay que inscribirla en el polémico contexto de los grandes debates sobre el origen de la vida, la transmisión del pecado original y la resurrección de los muertos. El obispo de Hipona se pregunta: ¿Prexiste el alma? ¿Proviene de los padres lo mismo que el cuerpo, y por tanto, cargada con el pecado original? ¿Está creada y la infunde Dios en el momento de la concepción, o se infunde en un instante concreto del desarrollo fetal? ¿Qué ocurre con los embriones humanos abortados? ¿Participan de la resurrección de los muertos, dogma proclamado en Nicea? A estas cuestiones, múltiples y complejas, Agustín da diferentes respuestas, pero el teólogo sigue manteniendo la antigua distinción entre feto formado y no formado y las consecuencias morales que de ello se deducen. La destrucción del feto formado es un asesinato, mientras que la del feto no formado, aunque inmoral y merecedora de castigo, no lo es. La utilización de drogas anticonceptivas y esterilizantes le merecen la misma condena que la de las sustancias abortivas:
“A veces la lúbrica crueldad, […] recurre a medios extravagantes como la bebida de pócimas para garantizar la esterilidad; o más todavía, si esto falla, se recurre a otros métodos antes del nacimiento para destruir el fruto de la concepción de tal manera que se condena al germen a morir antes de recibir la vida; y si la vida está avanzada en el interior del útero, se la destruye antes de que nazca”.
Contracepción, esterilización y aborto tienen en común el oponerse a los fines de la sexualidad y del matrimonio.
Más allá de distinciones biológicas y de hipótesis teológicas, la convicción profunda de Agustín, como la de los Padres de la Iglesia, es que toda vida humana es “obra propia de Dios” y que a él retorna tras la muerte. Al hablar de la creación de cada hombre, “a imagen y semejanza de Dios”, los Padres ponen los fundamentos de una antropología cuyo centro es la afirmación de una igualdad ontológica entre todos los seres humanos. Dado que la inteligencia es incapaz de descubrir en qué momento preciso el feto recibe el alma humana, San Agustín vuelve a centrar su atención en el problema moral, e insiste, sobre todo, en el valor de toda la vida, actual o potencial, y orienta su reflexión, fundamentalmente, hacia una teología de los fines últimos que apunta directamente al dogma de la resurrección de los cuerpos.

CRISTIANISMO Y ABORTO

La doctrina actual de la Iglesia católica declara que el embrión es una persona desde el momento de la concepción. Por tal motivo, esta institución considera que el aborto es un asesinato. Incluso lo califica como el peor crimen, ya que considera que el embrión es el más débil de todos los seres humanos. Debido a esto, se encuentra entre los principales partidarios de la penalización del aborto.
En el Antiguo Testamento la vida no es el valor supremo por ejemplo para Abraham e Isaac. Dios manda a Abraham matar a su único hijo. La fe o la creencia en Dios es, en este caso, más valiosa que la vida. Los padres de la Iglesia se dividieron en dos corrientes de opinión:
• Los partidarios de la ‘animación’ inmediata (desde el momento de la concepción), que consideraban el origen del alma humana por una preexistencia anterior a su unión con el cuerpo (platonismo cristiano) o por una derivación del alma de los padres (traducianismo)
• Los partidarios de la ‘animación’ mediata o retardada (después de un cierto tiempo), que aceptaban que las almas son creadas por Dios (creacionismo).
La tesis creacionista fue la que se impuso y la que pasó a ser oficial y en consecuencia la tesis de la animación retardada fue la opinión mantenida de forma generalizada durante la Edad Media, determinando que el alma racional aparecía en el varón a los 40 días y en la mujer a los 80.
Al margen de estas corrientes de opinión, lo que es seguro es que en los escritos patrísticos hay un rotundo rechazo al aborto.

ESCRITOS DONDE SE MENCIONA EL ABORTO

La Didajé, que pudo haber sido escrita incluso en el siglo I, es quizás el primer testimonio patrístico en el que se introduce dicha condena:
«He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir» (Didajé II).
En la Epístola de Bernabé, escrita en la tercera década del siglo II, se llama hijo al feto que está en el vientre de la madre, se prohíbe expresamente el aborto y se le equipara al asesinato:
«No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor» (Ep Bernabé XIX, 5).
«Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de la recompensa de la justicia, que no se adhieren al bien ni al juicio justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo» (Ep Bernabé XX, 2).
El primer apologista latino Minucio Félix, llama parricidio al aborto en su obra Octavius de finales del siglo II:
«Hay algunas mujeres que, bebiendo preparados médicos, extinguen los cimientos del hombre futuro en sus propias entrañas, y de esa forma cometen parricidio antes de parirlo» (Octavius XXXIII).
El apologeta cristiano Atenágoras es igualmente tajante en su consideración sobre el aborto cuando escribió al Emperador Marco Aurelio:
«Decimos a las mujeres que utilizan medicamentos para provocar un aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios por el aborto… contemplamos al feto que está en el vientre como un ser creado, y por lo tanto como un objeto al cuidado de Dios… y no abandonamos a los niños, porque los que los exponen son culpables de asesinar niños» (Atenágoras, En defensa de los cristianos, XXXV).
Los testimonios se multiplican por doquier. Así leemos en la Epístola a Diogneto que los cristianos:
«… se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (fetos)» (Ep a Diogneto V, 6).
Tertuliano condena el aborto como homicidio y reconoce la identidad humana del no nacido:
«Es un homicidio anticipado impedir el nacimiento; poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento. Es ya un hombre aquél que lo será» (Apologeticum IX, 8).
Ya en el siglo IV San Basilio va incluso más allá al llamar asesinos no sólo a la mujer que aborta sino a quienes proporcionan lo necesario para abortar, lo cual sería perfectamente aplicable a quienes fabrican o prescriben la píldora abortiva:
«Las mujeres que proporcionan medicinas para causar el aborto así como las que toman las pociones para destruir a los niños no nacidos, son asesinas» (San Basilio, ep 188, VIII).
San Jerónimo trata la situación de la mujer que muere mientras procura abortar a su criatura:
«Algunas, al darse cuenta de que han quedado embarazadas por su pecado, toman medicinas para procurar el aborto, y cuando (como ocurre a menudo) mueren a la vez que su retoño, entran en el bajo mundo cargadas no sólo con la culpa de adulterio contra Cristo sino también con la del suicidio y del asesinato de niños» (San Jerónimo, Carta a Eustoquio).
Quizás el texto más dramático en relación al aborto sea un párrafo que aparece en el libro apócrifo conocido como Apocalipsis de Pedro. El libro seguramente es de origen gnóstico, lo cual supone que no debemos considerarlo del mismo valor que las citas anteriores, pero este pequeño párrafo muestra hasta qué punto la condena del aborto estaba presente incluso entre los heterodoxos de los primeros siglos:
«Muy cerca de allí vi otro lugar angosto, donde iban a parar el desagüe y la hediondez de los que allí sufrían tormento, y se formaba allí como un lago. Y allí había mujeres sentadas, sumergidas en aquel albañal hasta la garganta; y frente a ellas, sentados y llorando, muchos niños que habían nacido antes de tiempo; y de ellos salían unos rayos como de fuego que herían los ojos de las mujeres; éstas eran las que habían concebido fuera del matrimonio y se habían procurado aborto» (Ap. Pedro 26).

CONSIDERACIONES SOBRE EL ABORTO DESDE EL SENO DE LA IGLESIA CATÓLICA

La teología postridentina mantuvo en parte la tesis de la animación retardada. Pero de hecho la moral casuística tendió a solucionar los problemas morales desde la aceptación práctica de la animación inmediata. En la teología se utilizaban dos categorías:
• La animación, entendida como infusión del alma creada por Dios, en el cuerpo humano. Se aceptó esta tesis aristotélica de la sucesión progresiva de almas (sensitiva, animal, racional).
• La formación, entendida como la conformación suficiente del feto para recibir la animación. Llevó a afirmaciones de carácter ideológico como 40 días para el feto varón y 80 días para el feto mujer.
Santo Tomás de Aquino creía que al feto se le infundía el alma después de la concepción sobre el tercer o cuarto mes, los filósofos católicos medievales, aceptaron el aborto que se efectuaba antes de esos meses. No existió ni seguridad ni unanimidad. Lo que sí prevaleció fue la distinción, introducida al traducir al griego el texto del Éxodo 21:22-23, entre feto formado (animado) y no formado (no animado). El atentado contra el feto formado se considera éticamente un homicidio y está sometido a las penas canónicas, mientras que el atentado contra el feto no formado no alcanza la valoración ética de homicidio y está libre de las penas canónicas. Esta distinción desapareció con la Constitución Apostolicae Sedis de Pío IX en 1869.
El papa León XIII, en 1800 declaró en una serie de decretos papales que la destrucción del feto es un pecado mortal. La Iglesia censura el aborto justificado por la necesidad en el que existe conflicto con la vida o salud de la madre sobre todo después de la Encíclica de Pío XI (31 de diciembre de 1930, Casti Connubii). La teología católica actual ya no habla de ‘animación’ o de ‘infusión del alma’. Prefiere el término y la categoría de hominización con lo que se supera un tipo de planteamiento condicionado por la preocupación de hacer coincidir la aparición del sujeto personal con la ‘creación del alma por Dios’. El Magisterio eclesiástico católico actual afirma que la vida humana debe ser respetada con todas las exigencias éticas de ser personal desde la fecundación. Así lo expresó el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et Spes:
La vida humana desde su concepción ha de ser salvaguardada con máximo cuidado. (N.51.)
Y ésta es la doctrina que han repetido en múltiples ocasiones los últimos Papas (desde Pío XII), así como todas las conferencias episcopales católicas. Se apoya en los datos biológicos para apoyar la tesis de la condición plenamente humana de la vida desde la fecundación:
La ciencia genética aporta preciosas confirmaciones. Ella ha demostrado que desde el primer instante queda fijado el programa de lo que será este ser viviente; a saber, un hombre y un individuo, provisto ya con todas sus notas propias y características. Con la fecundación ha comenzado la maravillosa aventura humana cada una de cuyas grandes capacidades exige tiempo para ponerse a punto y estar en condiciones de actuar. (Declaración, N.13).
Pero a la ciencia no se le concede capacidad para determinar el estatus humano del embrión y se desconecta la afirmación moral de valor de la vida humana desde la fecundación de la cuestión antropológica sobre estatus: deja intencionadamente a un lado la cuestión del momento de la infusión del alma espiritual. Ninguno de los teólogos católicos admite como criterio el ‘derecho de la gestante’. Todos consideran que la condición antropológica no le viene a la vida embrionaria desde fuera sino desde su propio significado. No conceden importancia al hecho del nacimiento, ni a la viabilidad, ni a la configuración de órganos, ni a la aparición de la corteza cerebral. Dentro de esta opinión se sitúan algunos teólogos protestantes.
Aunque el magisterio católico es claro, hay también un grupo de teólogos que se dicen católicos pero son contrarios al mismo (Ch.E. Curran, R.A. McCormick, E. Chiavacci, F. Böckle, J. Fuchs, etc.) y que reservan la condición de estatus plenamente humano a la vida después de la implantación en el útero. Además, el derecho de la Iglesia tipifica el aborto como delito castigado con la excomunión automática o latae sententiae.