Cristo Esposo de la Iglesia
Con suma tristeza, hemos leído en estos días, en diversos diarios digitales, la siguiente noticia: "Cada vez son más las parejas que eligen tener hijos sin casarse" (cfr. http://www.infobae.com/notas/599411-Cada-vez-son-mas-las-parejas-que-eligen-tener-hijos-sin-casarse.html; http://www.lanacion.com.ar/1397364-hijos-si-casarse-no-una-tendencia).
Para quienes optan por esta triste opción, no cabe otra cosa que hacer nuestra la oración de súplica de Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34).
"No saben lo que hacen", porque si supieran las inmensísimas e ilimitadas gracias y bendiciones que se derivan del matrimonio sacramental, no dudarían un segundo en acudir a la Iglesia.
Gran parte del menosprecio y la minusvaloración del sacramento del matrimonio se debe a que se piensa que es nada más que una "costumbre", un "hábito cultural", una "formalidad jurídico-religiosa", y así, se lo equipara a otras situaciones "legales" como las uniones libres extra-matrimoniales.
No se piensa, ni por un instante, en el altísimo significado que encierra el matrimonio sacramental, y es el de unir y hacer partícipes a los esposos del connubio místico Cristo Esposo-Iglesia Esposa, unión y participación de la que se derivan, para esta vida, gracias impensables e inimaginables, y para la otra, la felicidad eterna.
Como humilde contribución destinada a hacer un poco de luz en medio de tanta oscuridad, subimos a la red una pequeña reflexión acerca del matrimonio sacramental, tomada de nuestra tesis de licenciatura: "Eucaristía y familia en Juan Pablo II".
La unión Cristo-Iglesia, fundamento del matrimonio de los hijos de Dios
como ‘mysterion’ sacramental
Es en la incorporación en el Hijo, en virtud de la gracia de filiación gratuitamente recibida -es decir, el bautismo sacramental-, por la cual el cristiano pertenece a Cristo con todo su ser; ya le pertenecía antes por el hecho de ser el Creador de su esse ut actus, mas ahora le pertenece por haber recibido el nuevo ser de la gracia de filiación, que lo hace participar de Su Filiación Subsistente. Por este motivo, si el cristiano se casa, no lo hace a título de simple hombre, ni siquiera como alguien que está en gracia: se casa como miembro consagrado del Cuerpo de Cristo, como miembro perteneciente a la Cabeza en modo real, sobrenatural y físico, y no simplemente moral o nominal. Por formar parte real de Jesús, no puede disponer de sí mismo sino sólo según el asentimiento de Cristo. Sólo puede unirse en matrimonio –con otro miembro del Cuerpo- con el fundamento de su unidad real y sobrenatural con Cristo . Por este hecho de participar sobrenaturalmente de la Cabeza como miembro del Cuerpo, el cristiano participa ya de la unión misteriosa de Cristo con la Iglesia; uniéndose con otro miembro consagrado, esta unión –el matrimonio cristiano- también participará del ser y del carácter misterioso de la unidad de Cristo con la Iglesia. Una unión entre seres no consagrados, será sí portador de un mysterion sacramental, porque “está asumido en el misterio de la alianza de Dios con su pueblo” , será mysterion del orden de la creación; sin embargo, no será todavía parte explícita del mysterion de la unión de Cristo con la Iglesia. Sólo uniéndose con otro miembro consagrado, participará de esta unidad de manera real, esencial e íntima, y no será simplemente un símbolo de este misterio o una imitación exterior de un modelo que está fuera de él, separado. Sólo así, en la unión sacramental, recibirá el vino nuevo de las bodas escatológicas, la Sangre del Cordero, porque ésta se versa abundantemente solo a través de los sacramentos . Participará de esta unión como una copia de la unión de Cristo con la Iglesia, copia que procede de esta unión, que se funda en ella y está penetrada por ella, ya que no solamente simboliza el misterio, sino que lo representa en sí realmente, -es el misterio en sí- y lo representa porque en ella este misterio demuestra su actividad y eficiencia . Radicado y fundamentado en la inserción del ser creado del hombre en el ser Increado de la Filiación Subsistente del Hijo por medio de la gracia bautismal, el matrimonio cristiano es entonces no una simple representación de la unión mística, sobrenatural y real entre Jesús y su Esposa; es una prolongación de esta, un despliegue de la misma, a la cual se refiere como a su paradigma, fundamento, culmen y fuente de vida.
Con la incorporación a Jesús por el bautismo, los miembros de Cristo son hechos parte real y efectiva de la Alianza Eterna cumplida en Cristo e, incorporados a Cristo y a su alianza esponsal con la Iglesia, reciben de este el mismo amor redentor con que Él ama a la Iglesia:
Infatti, mediante il battesimo, l’uomo e la donna sono definitivamente inseriti nella Nuova ed Eterna Alleanza, nell’Alleanza sponsale di Cristo con la Chiesa. Ed é in ragione di questo indistruttibile inserimento che l’intima comunitá di vita e di amore coniugale, fondata dal Creatore, viene elevata ed assunta nella caritá sponsale del Cristo, sostenuta ed arrichita dalla sua forza redentrice .
El amor de Cristo recibido en el bautismo y en el matrimonio como don personal, que transforma al hombre carnal en hombre espiritual, volviéndolo él mismo Espíritu, no es otro que el Amor Increado del Espíritu Santo: el hombre que nace “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3) es un hombre transformado por el Espíritu de Jesús y la transformación es tan radical que no sólo se vuelve dócil al Espíritu, según su nueva condición, sino que él mismo –en virtud de la inhabitación trinitaria- se vuelve Espíritu: “Quest’uomo é talmente docile a quanto lo Spirito gli ispira, é «nato dallo Spirito», egli stesso é Spirito” (v. 6) . En el bautismo, porque es Aquel que hace nacer del agua del Espìritu, confirièndole a esta el poder de regeneracion y de santificacion: “Il fait de l’eau baptismale le vèhicule de l’ènergie divine, le signe sensible de sa puissance vivifiante, crèatrice de la nouvelle vie” . En el matrimonio, porque como todo sacramento, que es acto eclesial, “ont leur propre èpiclèse et s’operent par la descente des energies de l’Esprit Saint”. El descenso pneumatológico advertido en la epíclesis, convierte al matrimonio en una pentecostès nupcial: “L’èpiclese du sacrement du mariage en fait la pentecote nuptiale” . Descendido hipostáticamente sobre la Iglesia en Pentecostés el Espíritu Santo convierte a la Iglesia en signo suyo, en mysterion sacramental pentecostal que contiene y porta al Espíritu, así como la Humanidad de Cristo contiene y porta al Verbo: “Si l’Église doit étre un signe de la Pentecóte, si elle doit contenir l’Esprit, comme l’humanité du Christ contient sa Personne divine, il lui sera nécessaire de maintenir toujours en soi l’extase de la premiére Pentecóte” . Como la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, “es Cristo en su Cuerpo [...] el mismo Cristo está en la Iglesia [...] como lo propio de Cristo es estar lleno de Dios, «Porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad» (Col 1,19; 2, 9), por eso su función en la Iglesia será llenarla con lo que le es propio, su divinidad” -y si llena con su divinidad a la Iglesia Universal, también lo hace en la familia, Iglesia doméstica. Por eso la acción de Cristo y del Espíritu se ejerce desde el interior de la Iglesia misma y de los cristianos que constituyen realmente su cuerpo, y en la familia Iglesia doméstica, constituida por sus miembros. Desde la Iglesia, a través del bautismo, el Espìritu Santo se hace interior a la naturaleza humana, convirtiéndose asì en el principio del nuevo ser del bautizado, del matrimonio cristiano y de la Iglesia domèstica y, como tal, transformàndose en principio vital y dinàmico -y no estàtico- del ser y del obrar de las tres realidades eclesiales:
Par le Saint-Esprit toute la crèation est rènovèe dans sa condition première” chante l’office dominical. Par ce “fait intèrieur”, l’Eglise, dans son mystère sacramentel et liturgique, est à l’opposè de tout ontologisme statique institutionnel; les ènergies vivifiantes de l’Esprit la rendent èvènementielle, essentiellement dynamique .
El matrimonio cristiano, recibiendo del mysterion de la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia su ser, su raíz, su fuente de vida y su razón de ser, se transforma así en mysterion sacramental, en el sentido de ser un elemento visible que no solo causa y significa la gracia, sino que porta en sí, en su unidad, como symbolon real y no ideal, una realidad oculta, invisible y misteriosa pero real. Siendo parte del Cuerpo Místico de Cristo, estando unida ontológica y substancialmente al Cuerpo de Jesús, posee en sí misma, igual que el resto del Cuerpo, es decir, de la Iglesia, y al igual que éstos, el don increado del Espíritu de Jesús . Debido a que participa del misterio de unidad y de amor entre Cristo y la Iglesia –y por lo tanto lo significa -, porta en sí la unidad de la Iglesia con Jesús, la manifiesta y la proclama, sacramentalmente, en el tiempo y en el espacio y como en sí la unidad Cristo-Iglesia es una unidad basada en el amor de Cristo que se entrega por la salvación de su Esposa , es decir, es una unidad salvífica, así en la unidad y en la relación marido-mujer “se hace presente el mismo hecho salvífico que se da en la relación Cristo-Iglesia, aunque ya en forma ministerial” . Debido a que el matrimonio se funda en la relación Cristo-Iglesia , el evento salvífico del primer término de la comparación se presenta en forma real, en forma de participación ontológica del mismo hecho salvífico, en el término comparado, es decir, en el segundo término se da la presencia real participada, del primero, se presenta “el acontecer de la relación Cristo-Iglesia (relación salvífica) en la relación marido-mujer (salvífica por participar ontológicamente de la primera), lo que equivale a decir, que la primera es fundamento de la segunda” . La comparación de los términos ontológicos que participan de la analogía permite registrar un doble movimiento, de sentido descendente y ascendente: del misterio nupcial de Cristo-Iglesia se desciende a la realidad del matrimonio como sacramentum -como signo o símbolo de una realidad sagrada, oculta y misteriosa- y de la realidad del matrimonio sacramentum se asciende a la realidad superior -fundante del valor y del carácter salvífico del amor conyugal- del mysterion de Cristo y de la Iglesia .
Para quienes optan por esta triste opción, no cabe otra cosa que hacer nuestra la oración de súplica de Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34).
"No saben lo que hacen", porque si supieran las inmensísimas e ilimitadas gracias y bendiciones que se derivan del matrimonio sacramental, no dudarían un segundo en acudir a la Iglesia.
Gran parte del menosprecio y la minusvaloración del sacramento del matrimonio se debe a que se piensa que es nada más que una "costumbre", un "hábito cultural", una "formalidad jurídico-religiosa", y así, se lo equipara a otras situaciones "legales" como las uniones libres extra-matrimoniales.
No se piensa, ni por un instante, en el altísimo significado que encierra el matrimonio sacramental, y es el de unir y hacer partícipes a los esposos del connubio místico Cristo Esposo-Iglesia Esposa, unión y participación de la que se derivan, para esta vida, gracias impensables e inimaginables, y para la otra, la felicidad eterna.
Como humilde contribución destinada a hacer un poco de luz en medio de tanta oscuridad, subimos a la red una pequeña reflexión acerca del matrimonio sacramental, tomada de nuestra tesis de licenciatura: "Eucaristía y familia en Juan Pablo II".
La unión Cristo-Iglesia, fundamento del matrimonio de los hijos de Dios
como ‘mysterion’ sacramental
Es en la incorporación en el Hijo, en virtud de la gracia de filiación gratuitamente recibida -es decir, el bautismo sacramental-, por la cual el cristiano pertenece a Cristo con todo su ser; ya le pertenecía antes por el hecho de ser el Creador de su esse ut actus, mas ahora le pertenece por haber recibido el nuevo ser de la gracia de filiación, que lo hace participar de Su Filiación Subsistente. Por este motivo, si el cristiano se casa, no lo hace a título de simple hombre, ni siquiera como alguien que está en gracia: se casa como miembro consagrado del Cuerpo de Cristo, como miembro perteneciente a la Cabeza en modo real, sobrenatural y físico, y no simplemente moral o nominal. Por formar parte real de Jesús, no puede disponer de sí mismo sino sólo según el asentimiento de Cristo. Sólo puede unirse en matrimonio –con otro miembro del Cuerpo- con el fundamento de su unidad real y sobrenatural con Cristo . Por este hecho de participar sobrenaturalmente de la Cabeza como miembro del Cuerpo, el cristiano participa ya de la unión misteriosa de Cristo con la Iglesia; uniéndose con otro miembro consagrado, esta unión –el matrimonio cristiano- también participará del ser y del carácter misterioso de la unidad de Cristo con la Iglesia. Una unión entre seres no consagrados, será sí portador de un mysterion sacramental, porque “está asumido en el misterio de la alianza de Dios con su pueblo” , será mysterion del orden de la creación; sin embargo, no será todavía parte explícita del mysterion de la unión de Cristo con la Iglesia. Sólo uniéndose con otro miembro consagrado, participará de esta unidad de manera real, esencial e íntima, y no será simplemente un símbolo de este misterio o una imitación exterior de un modelo que está fuera de él, separado. Sólo así, en la unión sacramental, recibirá el vino nuevo de las bodas escatológicas, la Sangre del Cordero, porque ésta se versa abundantemente solo a través de los sacramentos . Participará de esta unión como una copia de la unión de Cristo con la Iglesia, copia que procede de esta unión, que se funda en ella y está penetrada por ella, ya que no solamente simboliza el misterio, sino que lo representa en sí realmente, -es el misterio en sí- y lo representa porque en ella este misterio demuestra su actividad y eficiencia . Radicado y fundamentado en la inserción del ser creado del hombre en el ser Increado de la Filiación Subsistente del Hijo por medio de la gracia bautismal, el matrimonio cristiano es entonces no una simple representación de la unión mística, sobrenatural y real entre Jesús y su Esposa; es una prolongación de esta, un despliegue de la misma, a la cual se refiere como a su paradigma, fundamento, culmen y fuente de vida.
Con la incorporación a Jesús por el bautismo, los miembros de Cristo son hechos parte real y efectiva de la Alianza Eterna cumplida en Cristo e, incorporados a Cristo y a su alianza esponsal con la Iglesia, reciben de este el mismo amor redentor con que Él ama a la Iglesia:
Infatti, mediante il battesimo, l’uomo e la donna sono definitivamente inseriti nella Nuova ed Eterna Alleanza, nell’Alleanza sponsale di Cristo con la Chiesa. Ed é in ragione di questo indistruttibile inserimento che l’intima comunitá di vita e di amore coniugale, fondata dal Creatore, viene elevata ed assunta nella caritá sponsale del Cristo, sostenuta ed arrichita dalla sua forza redentrice .
El amor de Cristo recibido en el bautismo y en el matrimonio como don personal, que transforma al hombre carnal en hombre espiritual, volviéndolo él mismo Espíritu, no es otro que el Amor Increado del Espíritu Santo: el hombre que nace “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3) es un hombre transformado por el Espíritu de Jesús y la transformación es tan radical que no sólo se vuelve dócil al Espíritu, según su nueva condición, sino que él mismo –en virtud de la inhabitación trinitaria- se vuelve Espíritu: “Quest’uomo é talmente docile a quanto lo Spirito gli ispira, é «nato dallo Spirito», egli stesso é Spirito” (v. 6) . En el bautismo, porque es Aquel que hace nacer del agua del Espìritu, confirièndole a esta el poder de regeneracion y de santificacion: “Il fait de l’eau baptismale le vèhicule de l’ènergie divine, le signe sensible de sa puissance vivifiante, crèatrice de la nouvelle vie” . En el matrimonio, porque como todo sacramento, que es acto eclesial, “ont leur propre èpiclèse et s’operent par la descente des energies de l’Esprit Saint”. El descenso pneumatológico advertido en la epíclesis, convierte al matrimonio en una pentecostès nupcial: “L’èpiclese du sacrement du mariage en fait la pentecote nuptiale” . Descendido hipostáticamente sobre la Iglesia en Pentecostés el Espíritu Santo convierte a la Iglesia en signo suyo, en mysterion sacramental pentecostal que contiene y porta al Espíritu, así como la Humanidad de Cristo contiene y porta al Verbo: “Si l’Église doit étre un signe de la Pentecóte, si elle doit contenir l’Esprit, comme l’humanité du Christ contient sa Personne divine, il lui sera nécessaire de maintenir toujours en soi l’extase de la premiére Pentecóte” . Como la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, “es Cristo en su Cuerpo [...] el mismo Cristo está en la Iglesia [...] como lo propio de Cristo es estar lleno de Dios, «Porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad» (Col 1,19; 2, 9), por eso su función en la Iglesia será llenarla con lo que le es propio, su divinidad” -y si llena con su divinidad a la Iglesia Universal, también lo hace en la familia, Iglesia doméstica. Por eso la acción de Cristo y del Espíritu se ejerce desde el interior de la Iglesia misma y de los cristianos que constituyen realmente su cuerpo, y en la familia Iglesia doméstica, constituida por sus miembros. Desde la Iglesia, a través del bautismo, el Espìritu Santo se hace interior a la naturaleza humana, convirtiéndose asì en el principio del nuevo ser del bautizado, del matrimonio cristiano y de la Iglesia domèstica y, como tal, transformàndose en principio vital y dinàmico -y no estàtico- del ser y del obrar de las tres realidades eclesiales:
Par le Saint-Esprit toute la crèation est rènovèe dans sa condition première” chante l’office dominical. Par ce “fait intèrieur”, l’Eglise, dans son mystère sacramentel et liturgique, est à l’opposè de tout ontologisme statique institutionnel; les ènergies vivifiantes de l’Esprit la rendent èvènementielle, essentiellement dynamique .
El matrimonio cristiano, recibiendo del mysterion de la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia su ser, su raíz, su fuente de vida y su razón de ser, se transforma así en mysterion sacramental, en el sentido de ser un elemento visible que no solo causa y significa la gracia, sino que porta en sí, en su unidad, como symbolon real y no ideal, una realidad oculta, invisible y misteriosa pero real. Siendo parte del Cuerpo Místico de Cristo, estando unida ontológica y substancialmente al Cuerpo de Jesús, posee en sí misma, igual que el resto del Cuerpo, es decir, de la Iglesia, y al igual que éstos, el don increado del Espíritu de Jesús . Debido a que participa del misterio de unidad y de amor entre Cristo y la Iglesia –y por lo tanto lo significa -, porta en sí la unidad de la Iglesia con Jesús, la manifiesta y la proclama, sacramentalmente, en el tiempo y en el espacio y como en sí la unidad Cristo-Iglesia es una unidad basada en el amor de Cristo que se entrega por la salvación de su Esposa , es decir, es una unidad salvífica, así en la unidad y en la relación marido-mujer “se hace presente el mismo hecho salvífico que se da en la relación Cristo-Iglesia, aunque ya en forma ministerial” . Debido a que el matrimonio se funda en la relación Cristo-Iglesia , el evento salvífico del primer término de la comparación se presenta en forma real, en forma de participación ontológica del mismo hecho salvífico, en el término comparado, es decir, en el segundo término se da la presencia real participada, del primero, se presenta “el acontecer de la relación Cristo-Iglesia (relación salvífica) en la relación marido-mujer (salvífica por participar ontológicamente de la primera), lo que equivale a decir, que la primera es fundamento de la segunda” . La comparación de los términos ontológicos que participan de la analogía permite registrar un doble movimiento, de sentido descendente y ascendente: del misterio nupcial de Cristo-Iglesia se desciende a la realidad del matrimonio como sacramentum -como signo o símbolo de una realidad sagrada, oculta y misteriosa- y de la realidad del matrimonio sacramentum se asciende a la realidad superior -fundante del valor y del carácter salvífico del amor conyugal- del mysterion de Cristo y de la Iglesia .
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