¿Qué
sucedió? ¿Se cayó una torre de alta tensión sobre un autobús escolar y murieron
todos electrocutados? ¿Los fulminó un rayo del cielo mientras estaban al
descampado? Nada de eso. Los noventa y cuatro niños muertos fallecieron en un
hospital de Italia, el San Felipe Neri, al producirse un desperfecto eléctrico
que elevó la temperatura del nitrógeno líquido que conservaba congelados a los
embriones.
En otras
palabras, los noventa y cuatro niños muertos son noventa y cuatro “embriones en
estado de crioconservación” –eufemismo por “niños congelados”- que al fallar el
sistema eléctrico encargado de mantener la temperatura bajo cero, y al no
contar con un sistema biológico adecuado para su desarrollo embrionario –útero-,
simple y llanamente “murieron”.
La
noticia, prácticamente ignorada por los medios de comunicación masiva –que en
casos como este se convierten en medios de “incomunicación masiva”-, fue
recogida solamente por algunos sitios, algunos católicos y otros no (http://www.avvenire.it/Cronaca/Pagine/persi94embrioni.aspx;http://article.wn.com/view/2012/03/31/Centro_di_procreazione_distrutti_94_embrioni_per_un_guasto_a/;http://roma.corriere.it/roma/notizie/cronaca/12_marzo_31/guasto-centro-procreazione-san-filippo-neri-persi-embrioni-2003905668658.shtml).
Si el
título de la noticia hubiera sido como el que encabeza este artículo –“Por
accidente eléctrico mueren 94 niños”-, con toda seguridad, los principales
medios del mundo la habrían reflejado, y sería “trending topic” en Twitter,
Facebook, y cuanta red social exista.
Pero
como se trata de embriones, que para la cultura de la muerte imperante no son
personas, entonces la noticia no tiene entidad ni importancia, porque para la
mentalidad materialista negadora de la vida humana embrionaria decir “noventa y
cuatro embriones” es igual a decir “noventa y cuatro células”.
En
síntesis, elevamos nuestras oraciones por estas noventa y cuatro almas, que
como mártires inocentes víctimas de los modernos Herodes, han sido privados de
sus vidas y de su dignidad, al ser congelados en un refrigerador. Y al ser
desechados, como se desecha una mercadería en mal estado, porque el
refrigerador dejó de funcionar.
Triste
historia de nuestros tiempos, impregnados de materialismo, de hedonismo, de
ateísmo, en el que la noticia de la muerte de noventa y cuatro niños pasa
desapercibida.
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