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domingo, 1 de abril de 2012

Por accidente eléctrico mueren 94 niños



         ¿Qué sucedió? ¿Se cayó una torre de alta tensión sobre un autobús escolar y murieron todos electrocutados? ¿Los fulminó un rayo del cielo mientras estaban al descampado? Nada de eso. Los noventa y cuatro niños muertos fallecieron en un hospital de Italia, el San Felipe Neri, al producirse un desperfecto eléctrico que elevó la temperatura del nitrógeno líquido que conservaba congelados a los embriones.
         En otras palabras, los noventa y cuatro niños muertos son noventa y cuatro “embriones en estado de crioconservación” –eufemismo por “niños congelados”- que al fallar el sistema eléctrico encargado de mantener la temperatura bajo cero, y al no contar con un sistema biológico adecuado para su desarrollo embrionario –útero-, simple y llanamente “murieron”.
         La noticia, prácticamente ignorada por los medios de comunicación masiva –que en casos como este se convierten en medios de “incomunicación masiva”-, fue recogida solamente por algunos sitios, algunos católicos y otros no (http://www.avvenire.it/Cronaca/Pagine/persi94embrioni.aspx;http://article.wn.com/view/2012/03/31/Centro_di_procreazione_distrutti_94_embrioni_per_un_guasto_a/;http://roma.corriere.it/roma/notizie/cronaca/12_marzo_31/guasto-centro-procreazione-san-filippo-neri-persi-embrioni-2003905668658.shtml).
         Si el título de la noticia hubiera sido como el que encabeza este artículo –“Por accidente eléctrico mueren 94 niños”-, con toda seguridad, los principales medios del mundo la habrían reflejado, y sería “trending topic” en Twitter, Facebook, y cuanta red social exista.
         Pero como se trata de embriones, que para la cultura de la muerte imperante no son personas, entonces la noticia no tiene entidad ni importancia, porque para la mentalidad materialista negadora de la vida humana embrionaria decir “noventa y cuatro embriones” es igual a decir “noventa y cuatro células”.
         En síntesis, elevamos nuestras oraciones por estas noventa y cuatro almas, que como mártires inocentes víctimas de los modernos Herodes, han sido privados de sus vidas y de su dignidad, al ser congelados en un refrigerador. Y al ser desechados, como se desecha una mercadería en mal estado, porque el refrigerador dejó de funcionar.
         Triste historia de nuestros tiempos, impregnados de materialismo, de hedonismo, de ateísmo, en el que la noticia de la muerte de noventa y cuatro niños pasa desapercibida.

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