El siguiente artículo muestra, con mucha lucidez, la incoherencia de quienes piden despenalizar la marihuana y otras drogas. Si se hace esto, ¿porqué no declarar "de venta libre" los psicotrópicos, antidepresivos, sedantes, morfina, etc.?
Es obvio que este tipo de medicamentos no se pueden vender sin recetas, porque las consecuencias sobre las personas y sobre la sociedad serían desastrosas: ¿se imagina a un maquinista de trenes conduciendo bajo el efecto de sedantes? ¿Qué pasaría si un piloto de avión consumiera psicotrópicos "de venta libre" en pleno vuelo?
Cualquiera puede darse cuenta de lo riesgoso que sería para toda la sociedad una tal situación, y lo absurdo que es siquiera plantear la "venta libre" de psicotrópicos. La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿por qué se pide la despenalización de la marihuana y de otras drogas, si el riesgo contra las personas y la sociedad es equivalente? ¿No se trata de una situación igualmente absurda e irracional? ¿Qué siniestros intereses se mueven detrás de la despenalización de drogas?
Ofrecemos el siguiente artículo para poner de manifiesto el tremendo absurdo y el grave peligro que significan para la sociedad pedir la despenalización de la tenencia de marihuana y otras drogas.
La paradoja de la despenalización de las drogas
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Silvia Martínez
A raíz del debate sobre la despenalización de drogas para consumo personal, se puede hacer un paralelo con la venta de medicamentos. Mientras que se requiere receta médica para comprar sedantes, tranquilizantes, antidepresivos, morfina, etc. se pretende despenalizar el consumo de sustancias de abuso para uso personal. La experiencia muestra que a mayor disponibilidad, mayor consumo.
(AA) En nuestro país, y para el caso de las personas que deban adquirir cualquier medicamento que integren el grupo de los llamados psicofármacos y que les fuese prescripto por el médico, es condición obligatoria la presentación de una receta que debe ser archivada durante años por el farmacéutico.
A raíz del debate sobre la despenalización de drogas para consumo personal se puede hacer un paralelo con los medicamentos. Surge la pregunta acerca de qué pasaría si esta condición de no dispensar psicofármacos sin receta médica, un día y sin motivos que lo justifiquen, quedara sin efecto y se pudieran comprar libremente sedantes, tranquilizantes, antidepresivos, morfina, etc. sin receta, sin orden ni control del médico y cualquiera los pudiera llegar a consumir cuando quisiera y en la forma que se le ocurra amparado en la libertad del consumo.
El efecto en la población sería sin dudas un uso desmedido e indiscriminado de excesivo riesgo y con consecuencias impredecibles sobre la salud de las personas a corto y a largo plazo.
En la actualidad, la libre dispensación de psicofármacos no es tal ya que existe una Ley Sanitaria, donde el Estado, de manera racional controla la seguridad y el bienestar de la sociedad, o sea, de todos nosotros, los ciudadanos. Alterar esta realidad y dejar este posible abuso en manos de la población impresiona perverso.
Entonces sobre qué sustento se entendería la paradoja que representan la restricción a los psicofármacos y la despenalización de sustancias de abuso para uso personal, inclusive sin motivos que resulten suficientemente entendibles.
¿Sería esta decisión menos perversa que la anterior? En principio sería definitivamente irracional. Uno de los argumentos desplegados para justificar esta irracionalidad es que la liberación significará la disminución del consumo. Desde la experiencia observamos que nada más lejos de la realidad, ya queuno de los principales factores que condicionan el uso y el abuso de cualquier sustancia, sea legal o ilegal, es la disponibilidad y nada más falso, a la hora del consumo masivo, que la frase que se esgrime “lo prohibido es más tentador”.
Esto cobra mayor importancia desde que la persona con problemas de adicción a sustancias psicoactivas presenta una relación patológica con la droga donde ésta le quita totalmente la capacidad de decidir por sí mismo, de discernir lo bueno de lo malo, de diferenciar lo beneficioso de lo perjudicial y fundamentalmente de elegir no consumir.
Continuamente la sustancia decide por él y hace con él lo que se le antoja, situación equiparable a una absoluta esclavitud donde el individuo llega hasta matar o a matarse por su amo (adictum = esclavo).
La mejor decisión en la lucha contra el consumo de sustancias de abuso sigue siendo imponerle todas las vallas posibles al problema considerando que a mayor accesibilidad mayor consumo, a mayor consumo más delito de ferocidad injustificada, más daño social, más violencia, mayor frecuencia en los accidentes de tránsito, etc. y la lista se vuelve interminable.
Si volvemos a la posible generación del consumo de sustancias psicoactivas, encontramos además su estrecha relación con la laxitud de los límites, la permisividad sin razón y la actual carencia de suficientes controles en todos los aspectos: el familiar, el social, el legislativo, etc.
Se desprecia el valor del "no". Los padres le imponen límites a sus hijos como un absoluto acto de amor, por el contrario la falta de límites demuestra desinterés y falta de afecto. Surge de esto la necesidad de exigir de parte del Estado límites como foma de protección, asegurando que cuando las leyes se dicten o se modifiquen esto no se realice de manera improvisada o insuficientemente pensada, sino con extensa evaluación previa de todas las situaciones que derivarían de su aplicación y sin negación de las consecuencias.
Un ejemplo simple sobre las potenciales situaciones del consumo de sustancias psicoactivas está representado por los efectos de la marihuana sobre la conducción de automóviles, tema de amplio estudio a nivel mundial y absolutamente equiparable al alcohol.
Considerando que la despenalización que hoy se debate resalta que sería solo para el uso personal y siempre que no afecte a terceros, nos surge la inquietud sobre cómo se controlará el uso de marihuana u otra droga en la conducción de automóviles o en cualquier otra tarea de riesgo. Desde el momento en que el uso de sustancias es una situación individual y privada pero que sin ninguna duda “siempre” presenta el potencial de afectar a otros, solamente por ese motivo, no se justificaría la despenalización del consumo para uso personal.
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