El mensaje del Pontífice a la Pontificia Academia para la Vida: los ancianos son víctimas del dominio tiránico de la lógica económica
Marco Tosatti Ciudad del Vaticano
Papa Francisco envió un mensaje a la Asamblea General de la
Pontificia Academia para la Vida, querida y creada por Juan Pablo II
para afrontar específicamente los temas relacionados con la defensa de
la vida, desde su inicio con la concepción hasta su fin natural. El tema
principal de la Asamblea es: “Envejecimiento y discapacidad”.
«Es un tema de gran actualidad, que es muy importante para la Iglesia
–escribió Papa Bergoglio. De hecho, en nuestra sociedad existe el
dominio tiránico de una lógica económica que excluye y a veces mata, y
de la que muchas personas hoy en día son víctimas, comenzando por
nuestros ancianos». El Pontífice retomó un concepto que ya había
expresado hace algún tiempo, refiriéndose a la «cultura del deshecho» en
nuestras sociedades.
El Pontífice señaló que debido a la denominada cultura del “deshecho”
los excluidos ya no son explotados, sino que pasan a ser «sobras». Ante
esta discriminación, Francisco planteó la cuestión antropológica sobre
el valor del hombre y las bases en que se asienta. «La salud -subrayó-
es sin duda un valor importante, pero no determina el valor de la
persona. La salud no es una garantía de felicidad: ésta, de hecho, puede
abundar incluso en presencia de problemas de salud... Por lo tanto
–añadió el Pontífice- la falta de salud y la discapacidad no son una
buena razón para excluir, o peor aún, para quitar de en medio a una
persona». Después Bergoglio explicó que «la privación más grave que
sufren las personas mayores no es el debilitamiento del cuerpo y la
discapacidad que puedan tener, sino el abandono, la exclusión y la
privación de amor».
Por ello, el Pontífice recordó que «Maestra de acogida y solidaridad
es, sin embargo, la familia: es en el seno de la familia donde la
educación perfila de manera sustancial las relaciones de solidaridad; en
la familia se puede aprender que la pérdida de la salud no es una razón
para discriminar ciertas vidas humanas; la familia enseña a no caer en
el individualismo y a equilibrar el yo con el nosotros. Ahí es donde el
“cuidar” se convierte en la base de la existencia humana y en una
actitud moral que promover, a través de los valores de compromiso y
solidaridad».
El Papa también insistió en la importancia de escuchar a los jóvenes y
a los ancianos cada vez que se quiera interpretar en la realidad actual
los signos de los tiempos, y concluyó su mensaje subrayando que «una
sociedad es realmente acogedora frente a la vida cuando reconoce que
ésta es valiosa, incluso en la vejez, en la discapacidad, en la
enfermedad grave e incluso cuando se está apagando; cuando enseña que la
llamada a la realización humana no excluye el sufrimiento, sino que,
enseña que la persona que está enferma y que sufre es un regalo para
toda la comunidad, una presencia que llama a la solidaridad y la
responsabilidad».
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