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lunes, 21 de abril de 2014

¡No dejemos que maten de sed a Marcelo!


Marcelo Díaz era un joven argentino más. En 1994 sufrió un duro accidente de tráfico que lo dejó en cama en situación de alta discapacidad necesitando hidratación y alimentación. Al morir sus padres hace tres años, sus hermanas iniciaron un proceso legal con el fin de suspender su alimentación e hidratación. 
El juzgado de primera instancia lo rechazó. Las hermanas recurrieron y el Tribunal Superior de Justicia accedió interpretando que se trataba de aplicar los derechos del paciente y que por lo tanto no necesitaba autorización judicial.
El ministerio público se opuso y elevó la cuestión a la Corte Suprema, que reclamó informe de la Procuradora de la Nación. El informe de 9 de abril pasado ordena retirar la alimentación y todas las medidas terapéuticas. Ahora le han pasado la pelota a la Corte Suprema.
De momento el obispo de Neuquén, Mons. Virginio Bressanelli ha pedido que se actualice su diagnóstico porque –en su opinión- es posible que su situación haya cambiado.
“Rota y se acomoda en la cama por sí mismo, se frota o rasca en la parte del cuerpo donde siente molestias. A veces, aprieta suavemente la mano de quien lo toma. Al parecer de quienes más lo conocen y acompañan, su respuesta a estímulos externos no es sólo refleja sino que, por momentos, se trataría de actos dirigidos.
Marcelo es sensible a muestras de afecto y hacia quienes le conversan; se irradia su rostro al escuchar música; da señales visibles de displacer o cansancio cuando algo no le gusta”
Conviene recordar que Marcelo no ha podido manifestar su voluntad, que no se encuentra en estado terminal como exige la ley y que no está recibiendo tratamientos extraordinarios sino tan ordinarios como comer y beber. Una sociedad que trata de ser inclusiva no puede decidir la muerte de uno de sus miembros por el simple hecho de que no puede defenderse. Decíselo a los miembros de la Corte Suprema.
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¡Marcelo está vivo!
Sres. Jueces Corte Suprema de Justicia
Lamentablemente tienen que decidir sobre la vida de Marcelo. Quiero recordarles que su caso no entraña ensañamiento terapéutico. Marcelo no vive gracias a medios extraordinarios sino a medios tan ordinarios como el comer o el beber. Dejar de alimentarlo e hidratarlo, sería como matarlo de sed y de hambre.
Además, Marcelo no se encuentra en situación terminal como exige la ley. Y por último, nunca ha tenido oportunidad de manifestar su voluntad.
Por otra parte, los últimos acontecimientos hacen pensar en la necesidad de actualizar su diagnóstico. Rota en la cama, se rasca, muestra rostro de placer o rechazo. No parece que se pueda sostener que se encuentra en estado vegetativo. Y en caso de duda siempre se debería optar por proteger la vida.
Una sociedad que trata de ser inclusiva no puede permitir dejar morir de hambre y sed a quien no puede alimentarse por sí mismo.
Atentamente,
[Tu nombre]
(extraído de: http://www.citizengo.org/es/6472-no-firmen-pena-muerte-para-marcelo?tc=tw&tcid=3263756)

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