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viernes, 7 de octubre de 2016

La imposición de la ideología de género a la nación colombiana, detrás del pacto de "paz" de las FARC



Como resumiera Nicolás Pataquiva García: «En Colombia se viven conflictos sociales que afectan no solo este país, el narcotráfico, el terrorismo, el secuestro, la acción de grupos armados que afirman buscar objetivos políticos, crecieron de manera tal que terminaron afectando no solo la seguridad y la paz de los ciudadanos que se encontraban viviendo en apartadas regiones selváticas. El drama colombiano es ya conocido en casi todo el planeta y las FARC, una de las guerrillas más antiguas del mundo son uno de los actores principales en ese drama».

  A la par de que las noticias cada vez más frecuentes de que las FARC sufrían derrotas militares, dichos actores principales del drama colombiano -la banda narco-guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)- buscaron desde hace cuatro años ser amnistiados por el poder político de los asesinatos, secuestros, extorciones, etc., maquillados por los medios masivos, para llegar bajo una falsa concepción de «paz» a encaramarse en el poder, y convertir a Colombia a un estado de concepción marxista leninista bajo la tutela del castrochavismo.

  Al más puro estilo «socialista del siglo XXI», el pasado 26 de septiembre en la ciudad de Cartagena de Indias el Gobierno colombiano y las FARC firmaban un «acuerdo de paz para poner fin a más de medio siglo de conflicto», armado durante cuatro años, teniendo al tirano y absolutista gobierno comunista de Cuba como anfitrión y luego como garante.

  Un grupo de «ocho santeros»: se encontraban también en esa ciudad para la práctica de ritos en el marco de la santería, a fin de favorecer las gestiones del presidente Juan Manuel Santos en una nueva y «diabólica estrategia». En efecto Juan Manuel Santos al iniciar su primer mandato presidencial el 18 de enero de 2012, lo hizo tras el velo del chamanismo, según transmitió la televisión colombiana. De la misma forma «en junio de 2014 se conoció la celebración de varios rituales en muchos lugares de Colombia por parte de chamanes o brujos, con los que en esa oportunidad el entonces candidato Juan Manuel Santos buscaba mantenerse en el cargo y ganar la reelección, viajando permanentemente hasta sus lugares de reunión».

  Aún antes de hacerse pública la presencia de los brujos y la reacción de grupos evangélicos, organizaciones católicas colombianas como el «Centro Cultural Cruzada" habían alertado respecto de los oscuros fines que se ocultaban detrás de esas negociaciones, que se pretendían legalizar en el reciente plebiscito del 2 de octubre, bajo la nefasta acción de la brujería a fin de inducir a los votantes a optar por el sí. Una de esas iniciativas fue «el pedido de los católicos colombianos a los obispos para que rechacen los acuerdos de La Habana, al ser una estrategia para la imposición de la Ideología de Género, además de que dichos acuerdos no garantizan una verdadera paz, sino una entrega al comunismo ateo excomulgado, predicado y sostenido por los guerrilleros de las FARC».

  Así el domingo reciente los electores colombianos rechazaron por mayoría los acuerdos señalados, que pretendían con el pretexto de establecer la paz:

1.- Imponer a los niños la Ideología de Género.

2.- Premiar a los guerrilleros con millones y con una bonificación mensual durante varios años.

3.- Dar a las FARC emisoras de radio para hacer propaganda del socialismo del siglo XXI.

4.- Dejar impunes los crímenes de lesa humanidad.

5.- Entregar gratuitamente a las FARC curules en el congreso, pasando a legislar sin haber sido votados en elecciones limpias.

6.- Eximir a las FARC de devolver los multimillonarios dineros obtenidos por el narcotráfico, la extorsión y los secuestros.

7.- Otorgar a dicho «acuerdo» la cualidad de norma superior a la Constitución, e inmodificable.

8.- Las FARC han dicho que no se arrepienten y que no pedirán perdón a nadie.

9.- El gobierno capitula y se rinde ante las FARC que ya estaban casi derrotadas por el Ejército.

10.- En la práctica, Colombia venía a convertirse en una nueva Venezuela arrodillada ante Cuba (Cf: La siniestra paz bergogliana: el fin de Colombia. Denzinger-Bergoglio).

  Colombia, el país del Sagrado Corazón ha rechazado ese nefando acuerdo que, hay que repetirlo nuevamente, pretendía como ya ocurrió en otros países en los que «antiguos terroristas se transformaron -por la acción cómplice de los medios masivos- en víctimas heroicas, y quienes tuvieron que combatirlos pasaron a ser presentados como monstruos genocidas».

  Colombia ha dicho no a la pretendida tiranía de una minoría.





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