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lunes, 26 de febrero de 2018

El lado oculto del aborto libre

23 de febrero de 2018  • 19:07
El proyecto de ley que propone legalizar el aborto irrestricto hasta la semana 14, y luego de ese límite en tres causales que incluyen las malformaciones fetales, introduce en nuestra legislación un dinamismo de exclusión de insospechadas consecuencias.
La experiencia internacional demuestra que tal legalización en alianza con diagnósticos genéticos prenatales cada vez más precisos, tempranos y seguros, conlleva la eliminación sistemática de casi el 90% de los niños con ciertas formas de discapacidad, por ejemplo síndrome de Down.
Esta nueva eugenesia no responde a una planificación estatal centralizada, sino a la consolidación de mecanismos jurídicos de presión sobre los particulares.
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El médico se ve obligado a indicar el estudio genético a toda embarazada para evitar un eventual juicio de mala praxis de los padres por pérdida de la chance de abortar.
Los sistemas de salud buscarán excluir de su cobertura o cobrar primas más altas a quienes no hicieron nada para evitar el nacimiento de los niños con discapacidad.
La preocupación por este problema puede advertirse en los informes del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad dirigidos a España (2010), Hungría (2012) y Austria (2013).
Esta situación se expande también por una concepción funcional de la sociedad, que no valora a la persona por su dignidad, sino por su utilidad.
El diagnóstico prenatal se convierte en un mecanismo de control de calidad y, por el aborto libre, la vida queda convertida en mero material biológico disponible.
Por cierto que la noticia de una grave malformación o enfermedad genera angustia y conmoción en los padres y en la familia.
Pero ello no autoriza a dar muerte al concebido, quien es visto en estas situaciones como una amenaza que hay que evitar a toda costa, no como quien es: hijo de sus padres y paciente de sus médicos.
El desafío es grande. Estamos llamados a pensar nuevas y solidarias formas de acompañar la maternidad.
Ello significa acoger cada vida como un bien. Valorar a la persona con discapacidad y fortalecer los mecanismos de estimulación temprana, incluso prenatales.
Apoyar a las madres en conflicto con su embarazo para que puedan encontrar solidaridad y esperanza, salvando las dos vidas.
Conseguir maternidades seguras que cumplan con los estándares de atención y seguridad.
Ser inclusivos con toda vida humana, pero en especial con aquella que se presenta como más vulnerable y necesitada.
*Profesor Titular Ordinario de la Pontificia Universidad Católica Argentina
(https://www.lanacion.com.ar/2111730-el-lado-oculto-del-aborto-libre)

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