Imagen referencial de la cara de un bebé. /Foter Photo on Foter.com
Es conocido que en abortos realizados en los últimos meses de vida prenatal se utiliza una técnica llamada de “aborto por nacimiento parcial”, que consiste en sacar casi todo el cuerpo del niño, salvo la cabeza, que se corta y reduce puesto que no es posible extraerla al no producirse la natural dilatación que sucede en un parto.
También son frecuentes los testimonios de médicos y enfermeras que han participado en abortos que reconocen que, en ocasiones, han visto morir de asfixia tras la intervención a un niño arrojado a un cubo. Estas noticias, por impactantes que sean, ya no son tan extrañas.
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Más allá de estos episodios, uno de los argumentos recurrentes de los partidarios del aborto ha sido el de que no hay ser humano durante un determinado periodo de la vida prenatal, sino que se trata de un “grupo de células”, un “preembrión”.
Periodo en el que por supuesto se habilitaría el aborto libre, sin que se explicara nunca qué sucede un día, una hora o un minuto antes o después del plazo estipulado en el que “eso” se convertía en un ser humano en desarrollo prenatal.
La propia indefinición en la elección de los plazos iba a llevar, en algún momento, a que el instante “habilitante” de la muerte provocada de un ser humano fuera modificado aplacer. Y ya ha llegado.
Algunos ‘investigadores’ australianos de la Universidad de Melbourne han argumentado recientemente que se debería permitir matar al niño también después del parto en lo que han llamado “aborto después del nacimiento”.
La macabra tesis ha sido publicada en el Journal of Medical Ethics y establece que se debe permitir el aborto después del nacimiento en los casos en que un bebé nace con una discapacidad que no se conocía previamente o cuando una madre no está dispuesta a cuidar al bebé.
A juicio de los perpetradores de esta teoría, existe “un grave problema filosófico” cuando tras el parto “se conocen las mismas condiciones que habrían justificado el aborto antes del nacimiento”.
En su opinión, “en tales casos, necesitamos evaluar los hechos para decidir si los mismos argumentos que se aplican para matar a un feto humano también pueden aplicarse de manera consistente para matar a un humano recién nacido”.
Y añaden: “Tales circunstancias incluyen casos en los que el recién nacido tiene el potencial de tener una vida (al menos) aceptable, pero el bienestar de la familia está en riesgo”.
¿Por qué llamarlo aborto y no eutanasia?
Quienes han puesto este debate sobre la mesa, argumentan que utilizan el término “aborto después del nacimineto” y no “eutanasia” debido que que en este caso seria la madre (nunca se habla del padre) quien determinaría si el niño debe morir o vivir, y no el propio niño debido a su absoluta incapacidad para emitir juicio alguno.
La terminología tiene su importancia, pues al asociarlo al “aborto”, la posibilidad de matar al hijo también tras el parto (aunque no se especifica plazo post nacimiento) es lo que siempre se ha conocido como infanticidio que, según define la Real Academia Española es la “acción de dar muerte a un niño de corta edad”.
En el fondo, nada de esto debería extrañarnos.
Como ha defendido el editor de la revista, Julian Savulescu, “los autores argumentan provocativamente que no existe una diferencia moral entre un feto y un recién nacido. Sus capacidades son notablemente similares. Si el aborto es admisible, el infanticidio debería ser admisible “.
Y, por desgracia tiene razón. No hay diferencia ética entre el ser humano antes y después del parto. Por eso, si es ético matarlo dentro del útero, no hay razón para no hacerlo fuera.
(https://www.actuall.com/criterio/vida/tras-aborto-libre-llega-aborto-despues-del-parto/?fbclid=IwAR2I9jlZ3NgTn1-NSgqOatZEmDetS-EUReYZLstHjNXV9oJ2ZwHvSeGC2jU)
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