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viernes, 21 de junio de 2019

Trump se ha vuelto a declarar decididamente a favor de la vida



 
Tras la polémica que se está suscitando en Estados Unidos por el tema del aborto el presidente Donald Trump declaró recientemente que se declara “decididamente provida” y contrario a la cultura de la muerte, por lo que luchará para que no se legisle en contra de la vida en ningún estado.
Debemos mantenernos juntos y ganar por la vida en (las elecciones de) 2020. Si somos tontos y no estamos unidos, todo nuestra dura lucha por la vida puede, y será, desaparecida rápidamente!“, advirtió a sus seguidores.

Trump, en la campaña electoral que le llevó al poder convenció al votante cristiano al prometer que nombraría jueces antiaborto en la Corte Suprema. El mandatario logró nombrar a dos jueces conservadores al máximo tribunal -Neil Gorsuch and Brett Kavanaugh- cambiando el balance del cuerpo de nueve magistrados.
También ha sido felicitado por obispos como el Cardenal Dolan por cortar las subvenciones para realizar abortos fuera de Estados Unidos.
La Iglesia recuerda que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 1, 1).
Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral
La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.

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