En los años 60 y 70 denunciaban el carácter imperialista del control de la natalidad financiado desde el exterior. Hoy, sin el menor reparo, apelan a los mismos argumentos malthusianos que antes repudiaban
Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos el 20 de enero de 2017. Cuatro días después, firmó una orden ejecutiva para prohibir la ayuda financiera estatal a las organizaciones estadounidenses que asesoran en materia de aborto en el extranjero.
Cundió la indignación en el universo progresista mundial. Ninguno de sus voceros se formuló la única pregunta que cabía hacer. ¿Por qué diablos Estados Unidos financia programas de planificación familiar y campañas pro aborto en otros países?
De hecho, es lo que se preguntan los republicanos cada vez que llegan al gobierno: y, con toda lógica, cancelan esos programas. Que luego los demócratas restablecen. Veremos si Joe Biden sigue la tradición de su partido o mantiene la restricción siguiendo sus íntimas convicciones humanitarias.
En 2017, en reacción a aquella decisión de Trump, BBC Mundo publicaba un largo informe titulado: “Cómo afecta a América Latina la prohibición de que Estados Unidos financie el asesoramiento sobre el aborto en el extranjero”... El sitio de noticias español El Diario (de izquierda) tenía un título catástrofe: “Los países pobres pagarán el precio de la retirada de fondos para el aborto”.
Ambos artículos citaban declaraciones de organizaciones de Ecuador, Perú, Uganda, Etiopía, India, Nepal, etcétera, sobre el impacto de la decisión; exponían así la extensa red de filiales o socios que tienen a lo largo y ancho del mundo esas agencias de planificación familiar, promotoras del eufemismo que es la “salud sexual y reproductiva”.
En Argentina, un diario vocero de partidos de izquierda decía que la medida de Trump atentaba contra “uno de los derechos fundamentales de las mujeres: el derecho al aborto.” El periódico -de izquierda, insisto- asumía la defensa de las agencias norteamericanas del rubro: “La medida podría afectar las actividades de la rama internacional de Planned Parenthood, una organización estadounidense que proporciona servicios de salud reproductiva en más de 180 países y que se ha convertido en blanco de los ataques de los republicanos”. El mundo al revés. O la ideología al revés...
Luego detallaban que Estados Unidos destinaba en ese momento “cerca de 544 millones de dólares en asistencia a la planificación familiar en todo el mundo, según datos de la Agencia de Cooperación Internacional de Estados Unidos (USAID)”; información que aunque cueste creerlo no suscitaba el menor interrogante en estos hijos de Marx.
Llamativo: son los mismos sectores que vociferan contra el Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito porque, según denuncian, sus préstamos condicionan la política interna de los países, atentan contra la soberanía nacional, etc.
Frente a este raro financiamiento no se formulan ninguna pregunta, cuando lo natural sería pensar que, así como el FMI y el Banco Mundial plantean condiciones, también lo hacen las fundaciones, agencias y ongs que derraman dólares para hacer avanzar los “derechos reproductivos” de las mujeres pobres y “vulnerables”.
Más aún, muchas ong locales exhiben sin ningún pudor a sus donantes del exterior, todas entidades con un programa y una agenda bien definida que en otros tiempos denunciaban como injerencia imperialista y de la que ahora son paladines.
Raras involuciones: de la denuncia de la represión ilegal a la promoción del aborto
De hecho, en estos años hemos asistido a raras mutaciones. Hay organismos de derechos humanos que pasaron de la defensa de los presos politicos, la asistencia a familiares que buscaban a sus desaparecidos y la denuncia de la represión ilegal, a la promoción del aborto. Cambio de rubro que en muchos casos implicó incluso una traición a la intención, la memoria y las convicciones de sus fundadores. Sin mencionar la sustitución del pañuelo blanco por el pañuelo verde, como si los desaparecidos hubieran dado la vida por el aborto.
El caso más chocante es el de Amnesty International, una organización que nació para defender a presos de conciencia, y que hoy, en la Argentina, milita para violentar la conciencia de los legisladores y festeja la condena a un médico que se negó a practicar un aborto en un estado de gestación avanzada (más de 5 meses), para cumplir con su juramento hipocrático; es decir, con su conciencia. Una organización que que en sus estatutos dice defender el estado de derecho, pero hoy, travestida en lobby abortista, no se detiene ante ninguna barrera republicana: cuestiona decisiones del Congreso argentino, le sugiere públicamente al Presidente que utilice su poder para extorsionar a gobernadores, diputados y senadores con tal de que se apruebe la legalización del aborto, y, última canallada, denuncia ante la ONU la “violencia” (sic) en el debate del proyecto de ley. La violencia “celeste” obviamente. Porque hoy Amnesty, antes que derechos, defiende los intereses de una facción.
El aspecto más indignante del proyecto de Ley redactado por Vilma Ibarra es el concepto de “salud social” como causal para abortar. Concepto ya incluido en el Protocolo de aborto no punible vigente. En el texto se habla de “salud integral” y se aclara que éste debe interpretarse “sin excepción” conforme a la definición que da la Organización Mundial de la Salud -la OMS, cuándo no-, a saber: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades”.
Es curioso que nadie durante el debate les haya pedido una aclaración o un ejemplo de qué entienden por salud social; o quizás no sea necesario porque todo el mundo entiende que es una evidente y canallesca referencia a la pobreza.
No hay diferencia entre el discurso de Robert McNamara en 1968, cuando como director del Banco Mundial pregonaba políticas de control de la natalidad porque “el rápido crecimiento demográfico” era según él “una de las mayores barreras” para “el crecimiento económico y el bienestar social”, y las cosas que las mujeres de las villas de Buenos Aires denunciaron en carta al papa Francisco que les dicen hoy en hospitales y salitas: “¿Cómo vas a hacer para criar otro hijo?” o “en tu situación es irresponsable traer otro hijo al mundo”.
En un libro del año 1987, se lee, a propósito de la doctrina McNamara y las políticas que de ella derivaron: " ...el poder quiere eliminar cualquier disfuncionalidad que amenace su estabilidad, no dudando en acudir a propuestas y a prácticas evidentemente genocidas, que parecen moneda corriente en la ideología contemporánea. La tesis del poder mundial [es] cada vez más clara y resulta hoy manifiesta, pues sus propios teóricos se ocupan de escribirla con todas sus letras. (...) [Se valen] de la manipulación de la ayuda alimentaria, que únicamente sería dirigida a países que acepten planes de control de la natalidad. (...) Si estas propuestas no merecen el calificativo de genocidas, si las campañas de esterilización y aun la esterilización sin consentimiento (…) no constituyen un genocidio, debemos concluir que el ‘genocidio’ solamente es tal cuando tiene víctimas en los países centrales.”
Estas líneas pertenecen al libro Criminología. Aproximación desde un margen (Ed. Temis, Bogotá, 1988) y su impensado autor es un influyente en la agenda y la ideología kirchneristas: Eugenio Raúl Zaffaroni.
El ex juez de la Corte Suprema -recientemente elogiado por Cristina Kirchner- acusaba en ese libro directamente a Planned Parenthood, uno de los principales financistas del lobby del aborto en la Argentina: “Esta ideología no queda en los documentos de meros especuladores de gabinete, sino que se lleva a la práctica y se instrumenta, entre otras cosas, mediante una multinacional de la anticoncepción, el aborto y la esterilización, que controla foros y congresos internacionales. El control de la 2a Conferencia Internacional sobre la Población por parte de una de estas poderosas multinacionales —la Federación Internacional para la Paternidad Planificada [Planned Parenthood]—, fue denunciado por el Vaticano”.
Esa es la línea histórica del peronismo, la misma por la cual Juan Domingo Perón desarrolló una política pro vida en su último gobierno y la llevó a los ámbitos de debate mundial. Eran los tiempos en que Argentina ejercía un liderazgo de concepto en el mundo, algo que sus actuales dirigentes ni siquiera se plantean. Néstor y Cristina Kirchner siguieron esta línea cuando durante 12 años se negaron a legalizar el aborto y extendieron la AUH a las mujeres embarazadas.
Pero no sólo el peronismo defendió esas posturas. En Las venas abiertas de América Latina -verdadera biblia del progresismo latinoamericano- el escritor uruguayo Eduardo Galeano llamaba “hijos de Malthus” a los promotores de estas políticas antinatalistas: “¿Qué se proponen los herederos de Malthus sino matar a todos los próximos mendigos antes de que nazcan?”, acusaba. Y decía: “Robert McNamara, el presidente del Banco Mundial que había sido presidente de la Ford y Secretario de Defensa, afirma que la explosión demográfica constituye el mayor obstáculo para el progreso de América Latina y anuncia que el Banco Mundial otorgará prioridad, en sus préstamos, a los países que apliquen planes para el control de la natalidad. (...) ... también Rockefeller y la Fundación Ford padecen pesadillas con millones de niños que avanzan, como langostas, desde los horizontes del Tercer Mundo”.
Los legisladores que se burlaron del argumento del Padre Pepe cuando en 2018 dijo “FMI es aborto y aborto es FMI”, sólo hicieron alarde de ignorancia, un espectáculo lamentablemente cotidiano en el Congreso argentino.
De nuevo: si es injerencia plantear condicionamientos de política económica a cambio de créditos, ¿por qué no lo sería el intento de condicionar la política demográfica a cambio de asistencia “reproductiva”?
En 1971, el entonces presidente de Bolivia, Juan José Torres, expulsó de su país al Cuerpo de Paz (Peace Corp) cuando se reveló que estaban esterilizando a mujeres indígenas sin su consentimiento; años después, Bolivia estuvo a punto de legalizar el aborto en casos en que la mujer “se encuentre en situación de calle o pobreza extrema” o “sea madre de tres o más hijos o hijas y no cuente con recursos suficientes para su manutención...”. Demasiada sinceridad. El aborto se legalizó igual -iniciativa de un presidente tan indígena como las mujeres que habían padecido esterilización forzosa- pero con eufemismos. Los mismos que se proponen acá cuando se habla de “salud social”.
Minority Report
Desde el sector verde se acusó a quienes rechazan el aborto de estar a favor de penalizar a los niños pobres con la cárcel, cuando el debate actual en torno a la legalizacion se superpuso con el de la baja de la edad de imputabilidad. La acusación descansa. Como en Minority Report, ellos afirman por anticipado que el hijo de un pobre no tiene otro destino que la delincuencia. Mejor matarlo en el vientre de su madre. Mejor que no nazca. Como han renunciado a resolver el problema de la pobreza atacando sus causas, se vuelcan al malthusianismo más descarado.
Para colmo, es un camino al fracaso. Sorprende que no recuerden que Marx llamó proletarios a los obreros porque la única riqueza del que nada posee son los hijos y por eso los pobres tienen una numerosa prole.
La mutación ideológica actual de la izquierda y del progresismo en general no es solo fruto del quiebre histórico entre tradiciones; es también resultado del relativismo posmoderno que lleva a la asunción del más crudo individualismo -individualismo antes denunciado por estas mismas corrientes como una “desviación pequeñoburguesa”-. Hoy creen que todo debe moldearse a su “deseo” individual. Ningún compromiso ni responsabilidad deben interferir en la búsqueda de la satisfacción inmediata. La vida como viene no es lo de ellos.
Como no tienen esperanza, quieren condenar de antemano a los que nacen en lo que piensan que son condiciones desfavorables irreversibles.
El padre Jorge Galli, cura obrero y peronista que en los años 70 salvó a muchos jóvenes de caer en el delirio suicida de la guerrilla, escribió: “...y a alguna chica que quedó embarazada, paciencia, qué le va hacer, que ustedes han hecho un peronista más, y que cada chico que nace es una esperanza nueva; quién sabe si este negrito no es el tipo que suplante a Perón; que también Jesús nació pobre en un pesebre…”
En el fondo, el mismo mensaje dejaba Galeano, en el libro citado: “Las misiones norteamericanas esterilizan masivamente mujeres y siembran píldoras, diafragmas, espirales, preservativos y almanaques marcados, pero cosechan niños; porfiadamente, los niños latinoamericanos continúan naciendo, reivindicando su derecho natural a obtener un sitio bajo el sol en estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan”.
(https://www.infobae.com/opinion/2020/12/26/aborto-la-insolita-militancia-de-la-izquierda-y-del-progresismo-por-la-eugenesia-social/?fbclid=IwAR37DDF4B0Ee6zsUxXTeaTiDliUTSy3HJSBhohxpGVuXg6-4TvoIsf8Z-Co)
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