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sábado, 9 de octubre de 2021

Como sacerdote y médico, rechazo de raíz este crimen contra la humanidad

 Mi nombre es Álvaro Sánchez Rueda y soy sacerdote católico y médico, exresidente en Cardiología. Por el hecho de ser sacerdote y médico, me veo en la obligación moral de establecer mi posición personal en relación a la actual crisis sanitaria. Al respecto, quiero expresar mi más absoluto y profundo rechazo del tratamiento con el fármaco experimental aplicado a la población mundial en todas las edades del ser humano. La objeción contra el fármaco es doble y, a mi modo de ver, es insalvable. La primera objeción es moral y se basa en que la gran mayoría de los fármacos utilizan líneas celulares de embriones abortados y no es ética ni moralmente admisible el aceptar la muerte de un inocente para que se fabrique un fármaco con el que uno pueda supuestamente “salvarse” del virus; la segunda objeción es de carácter médico y se debe a que estos fármacos son experimentales y yo, en lo personal, no quiero ser un “cobayo de laboratorio” humano. Es verdad que hay algunos fármacos que no utilizan líneas celulares de embriones abortados, pero aun así, esto es, quitando la primera objeción, permanece firme la segunda y es que no deja de ser un experimento médico, cuyos efectos a corto, mediano y largo plazo se desconocen por completo. Por último, es de público conocimiento, porque se pueden conseguir los testimonios y los datos en la red, la aplicación masiva, a escala planetaria, de estos fármacos experimentales, ha provocado decenas de miles de muertes y millones de lesionados con patologías graves, cuya duración se desconoce, temiéndose en muchos casos que sean para siempre, es decir, mientras el inoculado esté vivo, lo cual quiere decir que el inoculado deberá convivir con la grave patología provocado por el fármaco, hasta el día que muera. Estos fármacos no tienen indicación en ninguna fase etárea del ser humano y mucho menos en niños y adolescentes, puesto que el riesgo de contraer graves patologías o incluso la muerte, hace bajar a cero el supuesto beneficio de recibir dicho fármaco. Finalmente, considero que los máximos responsables de esta locura planetaria que consiste en pretender inocular un fármaco experimental a toda la población humana, con las graves secuelas de muerte y morbi-mortalidad que presenta, deben ser juzgados por la Corte Penal Internacional, bajo la acusación de genocidio, de crímenes contra la humanidad y muchos otros cargos criminales más. Vuelvo a repetir: estuve, estoy y estaré en contra de esto que considero es un verdadero atentado contra la especie humana, en una escala jamás vista en la historia de la humanidad.

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