No se debe experimentar en las edades tempranas del ser humano
La pregunta para hacer ante la
estrategia planteada mundialmente en esta actual crisis sanitaria es “¿Por qué
experimentar con niños?”. Es decir, no se trata de si se debe vacunar o no a
los niños; lo que se cuestiona es la necesidad de experimentar con niños, porque lo que se les está inyectando NO ES
una vacuna según el concepto tradicional, sino un fármaco experimental. En
otras palabras, el actual esquema de inoculación es presentado como un esquema
de vacunación, pero en realidad se trata de un experimento masivo con la población humana en todas las fases de su
edad, incluidas ahora la niñez y la juventud. Por eso es que volvemos a
preguntar: ¿por qué experimentar con
niños?
La experimentación con seres humanos es
algo sumamente delicado y está reglamentado por numerosos tratados y
convenciones internacionales, como por ejemplo, el Código de Nüremberg, según
el cual se determina que es esencial el consentimiento informado cuando se
experimenta con seres humanos. En otras palabras, el candidato a participar del
experimento, debe recibir una información clara y detallada acerca de los fines
del experimento, pero sobre todo, acerca de los riesgos que corre en caso de
participar del experimento y esto no se cumple en ningún lugar,, porque es dejado sistemáticamente de lado.
Volvemos entonces a la pregunta
inicial: ¿por qué experimentar con niños? Como dijimos, el problema esencial no es si hay que
vacunar o no a los niños, sino cuál es la necesidad o la razón, del orden que
sea, para experimentar con niños. Por
un lado, no hay justificación médica alguna, desde el momento en que la tasa de
supervivencia en niños y jóvenes es del 99,99%, mientras que los riesgos de
sufrir eventos adversos por el fármaco a corto, mediano y largo plazo son elevados, graves -incluida la muerte- y
muchos de ellos, todavía desconocidos. La recomendación para experimentar con
niños se basa en un falso punto de partida, según el cual los niños
asintomáticos transmiten el virus, lo cual se ha demostrado que no es así, tal
como lo reflejan diversos estudios científicos: “Galow et al. 2021. Lower
household transmission rates of SARS-CoV-2 from children compared to adults. J.
Infect. 83, e34–e36; Cao et al. 2020. Post-lockdown SARS-CoV-2 nucleic acid
screening in nearly ten million residents of Wuhan, China. Nat. Commun. 11,
5917; Wölfel et al. 2020. Virological assessment of hospitalized patients with
COVID-2019. Nature 581, 465–469; Basile et al. 2020. Cell-based culture of
SARS-CoV-2 informs infectivity and safe de-isolation assessments during
COVID-19. Clin. Infect. Dis.”. Entonces, si un niño o joven asintomáticos no
transmiten el virus y si pueden enfrentar la enfermedad viral con el auxilio
suficiente de su propio sistema inmunitario, no hay razón alguna, de ningún
tipo, para experimentar con niños además de que, en sí misma, es una verdadera
monstruosidad experimentar con niños. Los niños son seres humanos, no ratones
de laboratorio y por eso mismo, no deben ser ofrecidos, por sus propios padres,
a los experimentos masivos con fármacos experimentales que no ofrecen ningún
beneficio y sí altísimos riesgos para niños y jóvenes, incluida la muerte.
Entonces, aquí está la respuesta a la pregunta inicial: ¿por qué no se debe
experimentar con niños? Porque no es lícito arriesgarlos a quedar gravemente
enfermos o incluso morir, cuando pueden por sí mismos, con su sistema
inmunológico, superar la infección viral sin mayores inconvenientes y porque no
es lícito inyectar fármacos experimentales en niños, con el objetivo de
proteger a los adultos. Por lo tanto, no hay razón alguna, de ninguna índole,
para experimentar con niños, inyectándoles un fármaco experimental transgénico
que sólo provocará dolor y muerte. Deben ser los padres de los niños quienes se
nieguen rotundamente a sacrificar a sus hijos en un experimento absolutamente
inútil, además de siniestro y maligno.
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