No
se debe experimentar en la edad temprana del ser humano
La pregunta para hacer ante la estrategia planteada
mundialmente en esta actual crisis sanitaria es “¿Por qué experimentar con
niños?”. Es decir, no se trata de si se debe vacunar o no a los niños; lo que
se cuestiona es la necesidad de experimentar
con niños, porque lo que se les está inyectando NO ES una vacuna según el
concepto tradicional, sino un fármaco experimental. En otras palabras, el
actual esquema de inoculación es presentado como un esquema de vacunación, pero
en realidad se trata de un experimento
masivo con la población humana en todas las fases de su edad, incluidas
ahora la niñez y la juventud. Por eso es que volvemos a preguntar: ¿por qué experimentar con niños?
La experimentación con seres humanos es algo sumamente
delicado y está reglamentado por numerosos tratados y convenciones
internacionales, como por ejemplo, el Código de Nüremberg, según el cual se
determina que es esencial el consentimiento informado cuando se experimenta con
seres humanos. En otras palabras, el candidato a participar del experimento,
debe recibir una información clara y detallada acerca de los fines del experimento,
pero sobre todo, acerca de los riesgos que corre en caso de participar del
experimento y es de público conocimiento que este requisito indispensable no se
cumple en ningún vacunatorio.
Hay
otra razón por la cual no se debe experimentar con niños: en la Ley Número
17823 titulada “Código de la Niñez y Adolescencia”, en su Cap. XI, Art. 74 (Principios
de Humanidad), se afirma que ningún niño puede ser sometido a experimentos médicos
o científicos. Ahora bien, las “vacunas” –en realidad, fármacos génicos
experimentales- utilizadas se encuentran aún en fase experimental y esto lo
sabemos gracias al informe del 23/8/21 de Pfizer, en el que se especifican que
el fin de la fase experimental de su “vacuna” en menores de 12 años será el 30
de noviembre de 2023. Por esto mismo, es doblemente ilegal -e inmoral- “vacunar” a niños
contra la Covid-19: porque son niños y porque son fármacos experimentales.
Volvemos entonces a la pregunta inicial: ¿por qué
experimentar con niños? El problema esencial no es si hay que vacunar o no a
los niños, sino cuál es la necesidad o la razón, del orden que sea, para experimentar con niños. Por un lado, no
hay justificación médica alguna, desde el momento en que la tasa de
supervivencia en niños y jóvenes es del 99,99%, mientras que los riesgos de
sufrir eventos adversos a corto, mediano y largo plazo son elevados, graves y
muchos de ellos, todavía desconocidos. La recomendación para experimentar con
niños se basa en un falso punto de partida, según el cual los niños
asintomáticos transmiten el virus, lo cual se ha demostrado que no es así, tal
como lo reflejan diversos estudios científicos: “Galow et al. 2021. Lower
household transmission rates of SARS-CoV-2 from children compared to adults. J.
Infect. 83, e34–e36; Cao et al. 2020. Post-lockdown SARS-CoV-2 nucleic acid
screening in nearly ten million residents of Wuhan, China. Nat. Commun. 11,
5917; Wölfel et al. 2020. Virological assessment of hospitalized patients with
COVID-2019. Nature 581, 465–469; Basile et al. 2020. Cell-based culture of
SARS-CoV-2 informs infectivity and safe de-isolation assessments during
COVID-19. Clin. Infect. Dis.”. Entonces, si un niño o joven asintomáticos no
transmiten el virus y si pueden enfrentar la enfermedad viral con el auxilio
suficiente de su propio sistema inmunitario, no hay razón alguna, de ningún
tipo, para iniciar o seguir adelante con esa monstruosidad que es experimentar
con niños. Los niños son seres humanos, no ratones de laboratorio y por eso
mismo, no deben ser ofrecidos, por sus propios padres, a los experimentos
masivos con fármacos experimentales que no ofrecen ningún beneficio y sí
altísimos riesgos para niños y jóvenes, incluida la muerte. Entonces, aquí está
la respuesta a la pregunta inicial: ¿por qué no se debe experimentar con niños?
Porque no es lícito arriesgarlos a quedar gravemente enfermos o incluso morir,
cuando pueden por sí mismos, con su sistema inmunológico, superar la infección
viral sin mayores inconvenientes y porque no es lícito inyectar fármacos
experimentales en niños, con el objetivo de proteger a los adultos. Por lo
tanto, no hay razón alguna, de ninguna índole, para experimentar con niños,
inyectándoles un fármaco experimental transgénico que sólo provocará dolor y
muerte. Deben ser los padres de los niños quienes se nieguen rotundamente a
sacrificar a sus hijos en un experimento absolutamente inútil, además de
siniestro y maligno.
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