Páginas del 'blog'

lunes, 13 de junio de 2011

La indigna "muerte digna"




El título del artículo parece un juego de palabras, pero es sólo una descripción de la realidad. Según el diario The Daily Telegraph, el empresario hotelero británico Peter Smedley, de 71 años, que sufría un trastorno neuromotor diagnosticado hace dos años, se suicidó en un "centro de salud" llamado Dignitas.

Debido a que un equipo de la BBC filmó los últimos momentos de Smedley para un documental del escritor Terry Pratchett, que milita a favor del suicidio asistido, los tele-espectadores podrán ver los últimos momentos de vida del millonario hotelero cuando la BBC2 transmita en estos días: “Elegir la forma de morir”.

¿Por qué decimos que es una “muerte indigna”?

Porque la “muerte digna” no es la del suicidio asistido; la “muerte digna” no es aplicar al enfermo terminal –o en vías de serlo-, un cóctel farmacológico letal; la “muerte digna” no es la que sobreviene luego de haber sido alentado y empujado a tomar una decisión irreversible; la “muerte digna” no es la muerte artificial, la muerte inducida, la muerte anticipada y decretada por la impiedad humana.

La “muerte digna”, la única “muerte digna”, es la del paciente que, llegado al límite de su proceso agónico natural, es ayudado, por el afecto, el cariño y el amor de los suyos -y también por el equipo médico que lo asiste, y por el sacerdote, en caso de ser un creyente- a transitar en paz y calma los últimos momentos de su existencia terrena.

La “muerte digna” es la de aquel que, en la etapa final de su ciclo biológico –en el caso de ser un anciano-, o en el límite extremo de sus capacidades de sobrevida –si es un enfermo terminal-, traspasa el umbral de la muerte auxiliado por quienes permanecen de este lado de la vida, y lo hace según el ritmo natural biológico, y no como consecuencia de la inyección de drogas letales.

El suicidio asistido, o “muerte digna”, o “eutanasia”, no solo nunca es “digna”, sino que constituye una contradicción al juramento hipocrático, y una negación, en los hechos, del fin de la profesión médica, que es la prevención y la curación de la enfermedad.

Con la eutanasia no se busca ni prevenir ni curar; sólo se persigue la supresión física de un organismo vivo, por medio de la aplicación de drogas no prescriptas ni aptas para la curación; con la eutanasia no se busca ni la curación ni dar un paliativo a la enfermedad, sino que se elimina al organismo biológico que las sustenta, lo cual implica un acto de violencia y de brutalidad inhumana, que se encuentra en las antípodas del ejercicio de la verdadera medicina.

Por todo esto, la eutanasia no es nunca un acto médico, sino la negación de la medicina, y un atentado y un crimen contra la humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario