Los Padres de la Iglesia llamaban a la familia “Iglesia
doméstica”. ¿Por qué? El Catecismo de la Iglesia Católica y el Concilio
Vaticano II también le llama a la familia “Iglesia doméstica” , porque la
familia se convirtió en una iglesia doméstica desde el momento en que Jesús, el
Hijo de Dios, quiso nacer en una familia, y así santificó la realidad familiar.
La Iglesia es santa porque la creó Jesús y la familia es santa y es Iglesia
“casera” o “doméstica”, porque la santificó Jesús, al elegir nacer en una
familia, la Sagrada Familia de Nazareth. Jesús, como todos sabemos por el
Catecismo, era Dios, y al ser Dios, es Tres veces Santo, y todo lo santifica
con su Presencia, y así fue como santificó la familia humana al elegir nacer y
crecer en una familia humana, la Sagrada Familia de Nazareth. Dice así el
Catecismo de la Iglesia Católica: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la
Sagrada Familia de José y de María” . Y
al nacer en el seno de una familia humana, siendo Él Dios Hijo en Persona y
Dios Tres veces Santo, la santificó y así la familia humana, en la Sagrada Familia
de Nazareth, se hizo santa, como la Iglesia y esa es la razón por la cual la
familia, a partir de Jesús, es “Iglesia doméstica”, porque ha sido santificada
por Jesús.
A
su vez, la Iglesia es la “familia de Dios”, según el Catecismo, porque está formada
por familias que creen en Cristo, el Salvador, y que por eso son santas y a la
vez, son salvadoras. Dice así el Catecismo: “La Iglesia no es otra cosa que la
“familia de Dios”. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo
constituido por los que, “con toda su casa”, habían llegado a ser creyentes
(cfr. Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase “toda su
casa” (cfr. Hch. 16, 31 y 11, 14). Estas familias convertidas eran islotes de
vida cristiana en un mundo no creyente” . Entonces, porque Cristo Dios nace en
una familia, la Sagrada Familia de Nazareth, la familia cristiana se vuelve
santa, se vuelve “Iglesia doméstica”, porque se santifica, al tener a Jesús
como centro; a su vez, la Iglesia es llamada “Familia de Dios”, porque está
formada por familias que creen en Jesús Salvador, y que santifican a quienes se
les acercan, porque transmiten la fe, y esto es muy importante en un mundo que
cada vez cree menos en Jesús. El Catecismo remarca la importancia de las
familias como Iglesias domésticas, porque son transmisoras de la fe, en un
mundo cada vez menos cristiano; la familia que tiene la gracia y el don de la
fe es un lugar privilegiado de encuentro con Cristo, que lleva a los demás a
encontrarse con Cristo: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e
incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia
primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora” .
En
estas familias, que son de esta manera “Iglesias domésticas”, la fe en Cristo Jesús
se vive, se hereda y se transmite, y por eso son muy importantes para la vida
de la Iglesia; son como las células de ese gran organismo que es la Iglesia
Universal. Que las familias sean como Iglesias domésticas, quiere decir que en
ellas son los padres los primeros catequistas de sus hijos, y así lo dice el
Catecismo de la Iglesia Católica, citando al Concilio Vaticano II: “En el seno
de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros
anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la
vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida
consagrada" (LG 11)” . Lo que nos quiere decir el Catecismo al decirnos
que la familia es “Iglesia doméstica” o “casera”, es que los padres son los que
tienen que enseñar a sus hijos a rezar, que es elevar la mente y el corazón a
Dios; los padres son los que tienen que enseñar a sus hijos a santiguarse, a
usar el agua bendita, a rezar las oraciones, el Ave María, el Padre Nuestro, el
Gloria, el Pésame; los padres son los que deben enseñar a los hijos la
familiaridad con el ángel de la guarda –hay que ponerle un nombre al ángel de
la guarda y llamarlo con frecuencia y pedirle asistencia para las tareas
cotidianas, de todos los días-; los padres deben reunirse con los hijos a
rezar, una o más veces a la semana, alrededor de un pequeño altar, en donde
ocupe un lugar central la imagen de Jesús, también la de la Virgen, y luego,
San Miguel Arcángel, y los santos a los que la familia les tenga más devoción,
como por ejemplo, el Padre Pío, la Madre Teresa de Calcuta, etc. No puede ser
que los catequistas de la parroquia sean los que enseñen a los niños las
oraciones y que estos se enteren por primera vez cómo hay que santiguarse, o
cómo se reza el Padre Nuestro, o el Ave María; son los padres los que tienen
que cumplir esta función. La familia ejerce una función tan importante dentro
de la Iglesia y de la sociedad, que el demonio, dice el Santo Padre, intenta
destruirla, y por eso se debe estar atentos a su accionar, para
contrarrestarlo, y el medio principal es la oración familiar. Dice así el Santo
Padre Francisco: “Las familias son la Iglesia doméstica dónde Jesús crece,
crece en el amor conyugal, crece en la vida de los hijos. Y por esto el enemigo
ataca tanto a la familia: ¡el demonio no la quiere! E intenta destruirla,
intenta que el amor no se dé. Las familias son esta Iglesia doméstica”. Si,
prosigue el Papa, “los esposos son pecadores”, intentan sin embargo, “ir
adelante con la fe, con su fecundidad, con los hijos y con la fe de sus hijos,
el Señor la bendice, la fortifica en esta crisis en la que el diablo quiere
destruirla” .
La
familia es “Iglesia doméstica” porque en ella se vive y se pone en práctica, en
la vida comunitaria familiar y cotidiana, vivida en comunidad familiar, la
gracia sacramental del sacerdocio bautismal de los padres y de los abuelos y de
los que comparten el núcleo familiar (la gracia sacramental del bautismo es
como una "semilla de santidad", que tiene que germinar para crecer y
dar "frutos de santidad": amor, paz, alegría, bondad; todo eso se
favorece en la familia); además, el clima familiar es el ámbito propicio para
vivir la recepción de los sacramentos, para aprender a rezar, para hacer acción
de gracias, para santificarse por medio del amor, del perdón y de la renuncia
en pos del bien común. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Aquí
es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre
de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, “en
la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con
el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en
obras” (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y “escuela
del más rico humanismo” (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del
trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo
el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida”.
Pero
si los padres deben ejercer la función de “catequistas”, antes que los
catequistas parroquiales, antes que los padres, va a decir el Papa Francisco,
serán los abuelos, los que tendrán la tarea de transmitir la fe en la familia:
“Los abuelos son la seguridad de nuestra fe. Los jóvenes deben cumplir la Ley,
los ancianos, como el buen vino, tienen la libertad del Espíritu Santo. Son la
sabiduría de la Iglesia. Las abuelas y los abuelos son nuestra fuerza y
sabiduría. ¡Que el Señor nos dé siempre ancianos sabios! Ancianos que nos den
la memoria de nuestro pueblo, la memoria de la Iglesia. Y que nos den también
lo que dice la Epístola a los Hebreos: el sentido de la alegría”.
Por
último, hay que tener en cuenta que hay muchas personas que, por muchas
circunstancias, no poseen una familia, o permanecen solteras, a causa de
situaciones concretas que les ha tocado vivir. Todas estas personas son
personas muy amadas por Jesús y por la Virgen y por eso mismo también son muy
amadas por la Iglesia y de ninguna manera deben sentirse excluidas, por el hecho
de no poseer una familia; todo lo contrario, con mayor razón, deben sentirse el
centro del amor de la Iglesia, que es “Familia de familias”, puesto que la
Iglesia es la “Familia de las familias de Dios”; la Iglesia es la “Casa y
Familia de los hijos de Dios” y nadie debe sentirse excluido, y así lo dice el
Catecismo de la Iglesia Católica: “Es preciso recordar asimismo a un gran
número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones
en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas
se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello,
merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus
pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de
condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las
bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas
ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, "iglesias
domésticas" y las puertas de la gran familia que es la Iglesia.
"Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia
de todos, especialmente para cuantos están `fatigados y agobiados' (Mt 11,28)”
(FC 85).
Propósito:
hacer un altar en cada hogar, en donde esté, en el centro, la imagen de
Jesucristo, acompañada de una imagen de la Virgen; luego, una imagen de San
Miguel Arcángel y de los santos a los que la familia les tenga más devoción:
Padre Pío, Madre Teresa de Calcuta, etc. También debe estar la Biblia.
Pero ante todo, que cada integrante de la
familia haga un altar de su corazón; que cada uno haga de su corazón un altar
propio, en donde se adore a Jesús Eucaristía; un altar que esté perfumado,
adornado e iluminado por la gracia santificante, para que esa familia sea una
familia que irradie el Amor de Jesús Eucaristía a todos aquellos que entren en
contacto con la familia.
Si
todos los integrantes de la familia cristiana adoran a Jesús Eucaristía en sus
corazones, esa familia, será una Iglesia Doméstica Eucarística, que irradiarán
el Amor de Jesús Eucaristía y por eso, quienes entren en contacto con esa
familia, deberían decir: "Hemos conocido el Amor de Dios aquí en la tierra"
-porque Jesús Eucaristía es Dios en la tierra-.
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