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martes, 15 de diciembre de 2020

Es ilícita e inmoral la aplicación de cualquier vacuna en la que se utilicen líneas celulares de embriones abortados


Vacuna contra el coronavirus Covid-19: si es producida con líneas celulares de embriones abortados, su aplicación es ilícita e inmoral por parte de los católicos.
 


         En estos días de pandemia provocada por el coronavirus o Covid-19, han surgido debates acerca de la composición de la vacuna a utilizar contra dicho virus y sobre la licitud o no sobre la misma. Algunos, dentro del campo católico[1], afirman que es lícita su aplicación porque se  trataría solamente de una “cooperación material remota y pasiva” con el mal y esto bastaría para que sea lícito, por parte de un católico, el aplicarse la vacuna.

         Sin embargo, en línea con lo afirmado con varios obispos y teólogos[2], afirmamos que si estas vacunas –su investigación ante todo- proviene de líneas celulares de embriones abortados, su utilización por parte de fieles católicos es del todo inmoral y no puede ser aplicada en ningún caso y bajo ningún motivo.

         En efecto, no pueden invocarse documentos magisteriales de la  Santa Sede como el publicado el 9 de junio de 2005 por la Pontificia Academia para la vida –“Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas de células derivadas de fetos humanos abortados”[3], o la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulada “Dignidad de la persona, sobre algunas cuestiones bioéticas”[4], publicada el 8 de septiembre de 2008-, porque lo que aquí está en juego es la vida de los niños por nacer, vida que es un deber sagrado tutelar y custodiar de todas las maneras posibles: el utilizar la vacuna, a sabiendas de que proviene su investigación de líneas celulares de embriones abortados, aunque se trate de una cooperación al mal “material, remota y pasiva”, no puede admitirse bajo ningún punto de vista, porque haría pensar, al común de la gente, que el bien “salud” –que se pretende tutelar con la vacuna- está por encima del bien “vida” –o también “ser”-, que es el que fundamenta la salud. Es decir, por encima del bien salud, está el bien de ser o vivir, ya que este es fundamento de aquel: quitado el bien del ser o de la vida, se quita el bien de la salud a tutelar, con lo cual no tiene sentido la utilización de una vacuna que, para preservar la salud de algunos, presupone la eliminación vital de otros[5]. El aborto es un homicidio –sea que se practique desde el estadio de cigoto fecundado hasta el estadio de noveno mes intrauterino-, desde el momento en que se trata de una vida humana nueva, distinta desde el punto de vista genético, de la vida de la madre y obviamente del padre, tal como lo sostiene la Academia Nacional de Medicina[6] de Argentina y tantos otros prestigiosos centros científicos y académicos de renombre mundial.

         No estamos, en absoluto, en contra del avance científico, ni estamos tampoco de acuerdo con el “movimiento anti-vacuna”, ya que afirmamos que las vacunas constituyen un gran avance de la comunidad científica internacional, que ha logrado, en muchos casos, hacer desaparecer en la práctica numerosas y nocivas enfermedades de todo tipo.

         Sin embargo, creemos firmemente que todo ser humano, desde su estadio de cigoto fecundado, tiene el derecho fundamental, basilar y esencial a vivir y que el bien “salud” no justifica, de ninguna manera, bajo ningún aspecto y consideración, la eliminación de ningún ser humano, para que otros posean el susodicho bien “salud”.

         Por estas razones, de orden moral y científico y también de orden filosófico y religioso, es que estamos en absoluto desacuerdo con la investigación, producción y aplicación de la vacuna contra el coronavirus Covid-19, toda vez que esto implique la utilización de líneas celulares de embriones abortados.

         P. Álvaro Sánchez Rueda.

         Médico (Matr. Prof. 3425)

         Sacerdote.

         Licenciado en Teología Moral por el Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia.

         15 de diciembre de 2020.



[5] Esta es la posición de San Juan Pablo II: “La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad de Dios, encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Sobretodo, la reclamación común, que se justamente a favor de los derechos humanos –como por ejemplo, el derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia, a la cultura- es falsa e ilusoria si el derecho a la vida, el más basilar derecho fundamental y condición para los otros derechos personales, no es defendido con la máxima determinación”: Christifideles Laici, 38.

[6] “La Academia Nacional de Medicina considera: Que el niño por nacer, científica y biológicamente, es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción por lo que, desde el punto de vista jurídico, es un sujeto de derecho como lo reconocen la Constitución Nacional, los tratados internacionales anexos y los distintos códigos nacionales y provinciales de nuestro país.

 

Que destruir a un embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser humano.

 

Que el pensamiento médico a partir de la ética hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la concepción. Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un llamado a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron bajo juramento.

 

Que el derecho a la "objeción de conciencia" implica no ser obligado a realizar acciones que contrarían convicciones éticas o religiosas del individuo (Art. 14 – 19 y cc.s de la Constitución Nacional).

 

Aprobada por el Plenario Académico el 30 de septiembre de 2010”; cfr. https://www.acamedbai.org.ar/declaraciones/03.php

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