En estos días de pandemia provocada por el coronavirus o
Covid-19, han surgido debates acerca de la composición de la vacuna a utilizar
contra dicho virus y sobre la licitud o no sobre la misma. Algunos, dentro del
campo católico[1],
afirman que es lícita su aplicación porque se
trataría solamente de una “cooperación material remota y pasiva” con el
mal y esto bastaría para que sea lícito, por parte de un católico, el aplicarse
la vacuna.
Sin embargo, en línea con lo afirmado con varios obispos y
teólogos[2], afirmamos
que si estas vacunas –su investigación ante todo- proviene de líneas celulares
de embriones abortados, su utilización por parte de fieles católicos es del
todo inmoral y no puede ser aplicada en ningún caso y bajo ningún motivo.
En efecto, no pueden invocarse documentos magisteriales de
la Santa Sede como el publicado el 9 de
junio de 2005 por la Pontificia Academia para la vida –“Reflexiones morales
sobre las vacunas preparadas de células derivadas de fetos humanos abortados”[3], o
la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulada “Dignidad
de la persona, sobre algunas cuestiones bioéticas”[4],
publicada el 8 de septiembre de 2008-, porque lo que aquí está en juego es la
vida de los niños por nacer, vida que es un deber sagrado tutelar y custodiar
de todas las maneras posibles: el utilizar la vacuna, a sabiendas de que
proviene su investigación de líneas celulares de embriones abortados, aunque se
trate de una cooperación al mal “material, remota y pasiva”, no puede admitirse
bajo ningún punto de vista, porque haría pensar, al común de la gente, que el
bien “salud” –que se pretende tutelar con la vacuna- está por encima del bien “vida”
–o también “ser”-, que es el que fundamenta la salud. Es decir, por encima del
bien salud, está el bien de ser o vivir, ya que este es fundamento de aquel:
quitado el bien del ser o de la vida, se quita el bien de la salud a tutelar,
con lo cual no tiene sentido la utilización de una vacuna que, para preservar
la salud de algunos, presupone la eliminación vital de otros[5]. El
aborto es un homicidio –sea que se practique desde el estadio de cigoto
fecundado hasta el estadio de noveno mes intrauterino-, desde el momento en que
se trata de una vida humana nueva, distinta desde el punto de vista genético,
de la vida de la madre y obviamente del padre, tal como lo sostiene la Academia
Nacional de Medicina[6] de
Argentina y tantos otros prestigiosos centros científicos y académicos de renombre
mundial.
No estamos, en absoluto, en contra del avance científico, ni
estamos tampoco de acuerdo con el “movimiento anti-vacuna”, ya que afirmamos
que las vacunas constituyen un gran avance de la comunidad científica
internacional, que ha logrado, en muchos casos, hacer desaparecer en la
práctica numerosas y nocivas enfermedades de todo tipo.
Sin embargo, creemos firmemente que todo ser humano, desde
su estadio de cigoto fecundado, tiene el derecho fundamental, basilar y
esencial a vivir y que el bien “salud” no justifica, de ninguna manera, bajo
ningún aspecto y consideración, la eliminación de ningún ser humano, para que
otros posean el susodicho bien “salud”.
Por estas razones, de orden moral y científico y también de
orden filosófico y religioso, es que estamos en absoluto desacuerdo con la
investigación, producción y aplicación de la vacuna contra el coronavirus
Covid-19, toda vez que esto implique la utilización de líneas celulares de
embriones abortados.
P. Álvaro Sánchez Rueda.
Médico (Matr. Prof. 3425)
Sacerdote.
Licenciado en Teología Moral por el Instituto Juan Pablo II
para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia.
15 de diciembre de 2020.
[2] https://roma-perenne.blogspot.com/2020/12/cinque-vescovi-contro-i-vaccini.html?fbclid=IwAR2384CvPH_ZT3bft31FfFQg-wkO_YD0rwvt8MFlQ2q36fZPMUU1J637IfM
[5] Esta es la posición de San Juan
Pablo II: “La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta
inviolabilidad de Dios, encuentra su primera y fundamental expresión en la
inviolabilidad de la vida humana. Sobretodo, la reclamación común, que se
justamente a favor de los derechos humanos –como por ejemplo, el derecho a la
salud, a la casa, al trabajo, a la familia, a la cultura- es falsa e ilusoria
si el derecho a la vida, el más basilar derecho fundamental y condición para
los otros derechos personales, no es defendido con la máxima determinación”: Christifideles Laici, 38.
[6] “La Academia Nacional de
Medicina considera: Que el niño por nacer, científica y biológicamente, es un
ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción por lo que,
desde el punto de vista jurídico, es un sujeto de derecho como lo reconocen la
Constitución Nacional, los tratados internacionales anexos y los distintos
códigos nacionales y provinciales de nuestro país.
Que destruir a un embrión humano significa impedir
el nacimiento de un ser humano.
Que el pensamiento médico a partir de la ética
hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la
concepción. Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un llamado a todos
los médicos del país a mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron
bajo juramento.
Que el derecho a la "objeción de
conciencia" implica no ser obligado a realizar acciones que contrarían
convicciones éticas o religiosas del individuo (Art. 14 – 19 y cc.s de la
Constitución Nacional).
Aprobada por el Plenario Académico el 30 de
septiembre de 2010”; cfr. https://www.acamedbai.org.ar/declaraciones/03.php
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