El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

lunes, 4 de abril de 2022

Alejandro Sosa Laprida y un nuevo libro sobre la Dictadura de Salud Mundial

 sábado, 26 de marzo de 2022

Novedad Editorial: Plandemia - Tiranía Sanitaria Global de Alejandro Sosa Laprida

 

NOVEDAD EDITORIAL

 

Plandemia: Tiranía Sanitaria Global

 


Presentación

 

El propósito de esta publicación es el de cuestionar la narrativa oficial acerca de lo que viene sucediendo en el mundo desde marzo de 2020, cuando la OMS declaró el estado de pandemia por un nuevo tipo de coronavirus, aparecido en China a fines de 2019.

En base a esta supuesta pandemia de “covid” -con un índice de letalidad equivalente al de cualquier gripe estacional-, se tomaron una serie de decisiones sin precedentes en la historia: confinar el mundo entero; dejar a toda la población prácticamente sin atención médica; impedir las autopsias; cerrar las escuelas; prohibir viajes y reuniones; suspender el culto religioso; deshumanizarnos a través del enmascaramiento, el aislamiento y el distanciamiento; infantilizarnos mediante todo tipo de restricciones absurdas; discriminar arbitrariamente entre categorías sociales “esenciales” y “no esenciales”; destruir la economía, empobreciendo a la gente y volviéndola así dependiente de los subsidios estatales, con la consiguiente pérdida de autonomía y de libertad; erradicar la “presencialidad” de la vida social, convirtiendo la “virtualidad” digital en la norma de una existencia humana artificial y solitaria; instaurar una “nueva normalidad” distópica que fragiliza las relaciones humanas y daña la salud física y psíquica, pero que incrementa exponencialmente las pingües ganancias de las grandes corporaciones tecnológicas y farmacéuticas -todas poseídas por “filántropos” que quieren “cuidarnos”, como es bien sabido-; adoctrinarnos con una “propaganda del miedo” incesante en  todos los medios de prensa subvencionados por el sistema; utilizar una prueba PCR fraudulenta -no apta para diagnósticos médicos- ideal para identificar tantos casos “positivos” como sea necesario a los efectos de poder mantener las restricciones; prohibir cualquier tratamiento alternativo y sancionar a los médicos que los utilicen; certificar casi todos los decesos como “muerte por covid”.

Por último, vacunar masivamente a la población con falsas vacunas pero verdaderos tratamientos génicos experimentales, no probadas en animales, cuyos efectos adversos a mediano y a largo plazo se desconocen, cuyos efectos a corto plazo son de una gravedad nunca antes vista en ninguna vacuna y cuyos fabricantes exigen la confidencialidad de los componentes, así como la inmunidad jurídica ante las eventuales demandas.

Dicha “vacunación universal” fue “decretada” por Bill Gates, pocos días después de la resolución de la OMS, en una sonada entrevista con el Financial Times, en la que tuvo la delicadeza de informarnos que, sin ella, “no habrá un retorno a la normalidad” (sic). Cabe precisar que este multimillonario “filántropo” y eugenista militante es uno de los principales financiadores de la OMS, un poderoso accionista de la industria farmacéutica y que en octubre de 2019 había organizado nada menos que una simulación de pandemia mundial de coronavirus, el “Evento 201”.

Por otro lado, está el aspecto “abortivo” que revisten estas “vacunas”, las que fueron desarrolladas y/o probadas empleando cultivos celulares obtenidos de células de fetos provenientes de abortos provocados, y cuyos tejidos -de múltiples órganos-, además, les fueron extirpados in vivo -requisito indispensable para que sean de utilidad en la experimentación biológica-, lo cual añade al infanticidio una capa suplementaria de crueldad de una malicia propiamente luciferina.

La lista de hechos inusuales, de extrañas coincidencias, de situaciones sospechosas y de aberraciones morales presentes en esta secuencia orwelliana de acontecimientos es infinita: declaraciones contradictorias, decisiones incoherentes, mentiras desvergonzadas -por ejemplo, hacer creer que es una “vacuna” lo que es un tratamiento génico experimental inédito en la historia de la medicina-, conflictos de interés omnipresentes -los vínculos financieros entre laboratorios, fundaciones “filantrópicas”, mass media y organismos gubernamentales son un secreto a voces-, propaganda mediática incesante -sin nada que envidiar a la de los regímenes totalitarios del siglo pasado-, imposiciones arbitrarias, censura sistemática de los disidentes, “lavado de cerebro” y manipulación emocional permanentes, odiosas medidas extorsivas para “sumar vacunados”, discriminaciones inconstitucionales, violación de las libertades personales, etc.

En definitiva, a la luz de todo lo acontecido durante este proceso “sanitario” interminable y que amenaza con volverse crónico, sin precedentes en la historia y carente de toda racionalidad y sustento científico, y cuyas nefastas consecuencias para la salud física y psíquica de la gente -lo ocurrido con ancianos y niños estremece- y para el bienestar general de la sociedad son incalculables, considero que el hecho de atreverse a cuestionar la veracidad de la versión oficial sobre la “pandemia”, mal que les pese a los censores mediáticos, a los fact checkers y demás propagandistas de los laboratorios, no solo está plenamente justificado, sino que es una saludable manifestación de sentido común y una actitud moralmente apremiante.  

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