La propuesta, por absurda e irracional que pueda parecer, es real, y es seguida por la legislación de países enteros. Por ejemplo, en España, se castiga con multas ejemplares a quien tala un árbol añejo –se prevén multas de hasta 500.000 euros[1]-, pero al mismo tiempo, se garantiza la protección de la ley para quien desee eliminar una vida humana en el vientre materno[2].
Este absurdo nació en la mente de un pretendido “científico” llamado Peter Singer, para quien es preferible dejar vivir a un chimpancé, antes que a un niño. ¿Cómo pudo llegar a esta aberrante conclusión?
Veamos cuál es su pensamiento.
Este autor da muestras de su alienación mental en su libro “Liberación animal”, en donde sostiene la igualdad de los seres vivos del planeta, basada esta igualdad en la capacidad que tienen los organismos para sufrir: un ser vivo, con alas o con pelaje, no pueden ser discriminados, así como no se discrimina a alguien por el color de su piel. Además, la inteligencia no justifica la diferenciación entre no humanos y humanos, puesto que hay algunos seres humanos con retraso mental profundo que los equipara a algunos animales, lo cual también se puede formular en sentido contrario: algunos animales poseen un grado de inteligencia tal, que los equipara a los seres humanos con retraso serio.
Para Singer, no se puede hacer distinción entre los seres vivos basados en la inteligencia –y mucho menos en el alma espiritual, que es inexistente para este autor-; la diferencia está dada por el nivel de sensibilidad, lo cual se aplica a su particular concepto de “persona”, que a su vez desemboca en sus aberrantes conclusiones.
Según este autor, un ser vivo adquiere el nombre y el estatus ontológico de “persona” si reúne los siguientes criterios: si se posee auto-conciencia, si tiene un proyecto o deseo de vivir, y si tiene un nivel de sensibilidad que lo capacite para sufrir.
Si alguien reúne estos criterios, entonces es considerado “persona”, y al revés: si alguien no los reúne, no es “persona”. Entrarían en la categoría de “personas”, seres vivos como los grandes monos, por ejemplo, mientras que no serían “personas” los cigotos –persona recién concebida, constituida por un alma espiritual, que anima un cuerpo constituido por una sola célula-, los embriones y los fetos, porque no tienen “proyecto o deseo de vivir”, los enfermos mentales graves, los enfermos terminales en estado de coma irreversible.
Para Singer, entonces, una amplia gama de seres humanos –los embriones, los fetos, algunos niños con grandes deficiencias mentales, enfermos en estado de coma o adultos con formas graves de enfermedades mentales- no son personas, mientras que algunos animales sí son personas.
Tan sencillo como aberrante.
Llevado por su lógica utilitarista, irracional y anti-humana, basada en una antropología falsificada y desvirtuada que rebaja al ser humano a la condición de animal, y que al mismo tiempo eleva al animal a la condición de persona humana, Singer llega al extremo de sostener que sería justificable realizar experimentos con bebés, al igual que con monos, si se aplica la regla de que “el beneficio supera al sufrimiento”. Ahora bien, como realizar experimentos con bebés no es justificable, entonces tampoco lo es hacerlo con animales. El interés de Singer está siempre centrado en la defensa de los animales, en detrimento de los seres humanos.
En su libro Repensar la vida y la muerte, Singer hace todavía más explícita su ideología anti-vida: afirma que el embrión se vuelve “humano” en algún punto posterior a la concepción, pero que no es posible determinar “el” momento en el que comienza la “vida humana”.
Su argumento entonces es que, mientras el feto es a todas luces un miembro de la especie humana, no es sin embargo una persona, porque no reúne los requisitos necesarios para serlo: ser auto consciente que se reconoce a sí mismo en el tiempo, que tiene proyecto de vida, y que es capaz de sufrir.
Singer abre una puerta que nadie puede cerrar, y es la puerta abierta del aborto, desde el período de cigoto al de embriones de varios días de gestación, y abre la puerta a la eliminación, al mejor estilo nazi, de enfermos mentales con retraso grave y de enfermos terminales en estado comatoso, es decir, la eutanasia.
En resumen, para Singer, debido a que todos estos seres vivos no son “personas”, está justificada, ética y moralmente, su eliminación. Las delirantes teorías de Singer abren así las puertas al aborto, al infanticidio, a la eutanasia y a la eugenesia.
Un negro panorama de desolación y muerte acecha a la humanidad en el horizonte, desde el momento que la filosofía utilitarista de Singer ha sido adoptada por la legislación del llamado “Primer Mundo”.
[1] Cfr. El Mundo, edición digital, http://www.elmundo.es/elmundo/2005/10/06/madrid/1128601057.html
[2] En un gran número de países europeos, el aborto se practica sin restricción alguna. Cfr. http://www.elmundo.es/elmundo/2009/12/02/espana/1259786724.html
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