En
estos días, la revista “Journal of Medical Ethics” ha publicado un artículo en el
que se afirma que los recién nacidos son “moralmente irrelevantes”, por lo que
son sus padres e incluso los médicos quienes deberían decidir si un bebé debe
seguir viviendo o no.
Aunque
sin especificar cuál es el origen de este aberrante pensamiento, se trata de
una actualización del aberrante pensamiento de un nefasto “moralista” llamado
Peter Singer, que declaraba que tanto los niños por nacer, como los pacientes
de cualquier edad que estuvieran en coma, no podían ser considerados “personas”,
puesto que no eran capaces de “racionalidad”. Pero la aberración de Singer no
se detiene aquí: llega a sostener una brutal afirmación: puesto que los
primates poseen conciencia, son más valiosos y merecen mejor trato médico que
los seres humanos que no poseen conciencia, como los niños por nacer y los
pacientes en coma. Se extiende esta noción, por lo tanto, también a las
personas con síndrome de Down profundo.
Es esto
lo que quiere decir el “Journal of Medical Ethics”, al decir que los recién
nacidos son “moralmente irrelevantes”: para una sociedad en donde lo que cuenta
es la astucia para el mal, y el materialismo y el hedonismo del que sean
capaces los individuos, un niño no nacido, o una persona que ha entrado en
coma, carece de relevancia. No cuentan, no existen, son nada.
Esta
brutalidad es la que afirman los editores médicos de “Journal of Medical Ethics”
y, lamentablemente, muchos médicas más.
Por
eso nos preguntamos: ¿qué clase de médicos son estos?
Y
nosotros mismos respondemos: son médicos que han traicionado a la profesión
médica, y por lo tanto, han traicionado a la humanidad a la que, por vocación, deben
consagrar sus vidas para prevenir la enfermedad, o para atenuarla si ya
sobrevino, o para atenuar sus dolores, si el proceso de agonía que desemboca en
la muerte es irreversible.
Un
médico que considera que un niño por nacer es “moralmente irrelevante”, y que
por lo tanto también lo son los pacientes en coma, debería leer y releer el
Juramento Hipocrático, para re-encontrar (o descubrir) la esencia de la
profesión médica.
Afirmar
la moralidad del infanticidio y de la eutanasia es una aberración común en la
sociedad utilitarista y hedonista en la que vivimos, y lamentablemente no sólo
es proclamada con palabras, sino llevada a la práctica con obras criminales,
como el aborto y la eutanasia. La gravedad aumenta cuando esta mentalidad de
muerte domina la mente de quien por vocación debe defender la vida, en todos
sus estadios, y con todas sus fuerzas y conocimientos: los médicos.
Es
triste, pero la mentalidad imperante insiste en que el aborto es
necesario, y que la eutanasia es un derecho; por tanto, es muy coherente que
muchos piensen que si se puede matar a un ser humano de cuatro meses también
debe ser lícito eliminarlo cuando tiene diez, o de cualquier edad, si es que está
en coma. De hecho, dejar morir a un niño que nace vivo tras un intento de
aborto es una práctica habitual, como también es una práctica habitual dejar
abandonados a su suerte a los enfermos terminales.
La
cultura de la muerte no tendría tanto predicamento si los médicos estuvieran
convencidos y compenetrados de la noble esencia de su profesión: favorecer la
vida humana y no promover, comerciar, lucrar, especular, con la muerte de
personas indefensas.
En
nuestro país, muchos médicos –y, por supuesto, también no médicos- son
partidarios del aborto y de la eutanasia. No importa si lo llaman “derecho” o “mal
menor”. El resultado es el mismo: la muerte.
¿Qué
clase de médicos son estos?
(adaptado de: http://eligelavidanet.blogspot.com)
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