¿Cómo
es la vida matrimonial, según el Papa Francisco? No es un camino liso y
“llano”, como una autopista, podríamos decir, sino con dificultades; no es
tampoco una “simulación”, sino algo “real”; es un “viaje comprometedor”, a
veces “conflictivo”, porque en él se encuentran las “diferencias” del varón y
la mujer. La razón de todo esto es que en el matrimonio se encuentra la “vida”,
es decir, no es algo “inerte”, muerto, sino algo que tiene “vida”.
Esto decía el Papa
Francisco, el 14 de septiembre en la basílica de
San Pedro, en la homilía en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz de la
misa en la que se celebró el matrimonio de veinte parejas de novios de la diócesis
de Roma: “el matrimonio es el símbolo de
la vida real, no se trata de un simulacro”; dijo que no es “un camino llano,
sin obstáculos: esto no sería humano”. Por el contrario, “es la reciprocidad de
las diferencias. Es un viaje comprometedor, a veces difícil, a veces
conflictivo, ¡pero en él se encuentra la vida!”.
Para el Papa Francisco, el matrimonio “es un camino” que
“emprenden juntos el hombre y la mujer”, y en este camino, unidos en el amor,
el hombre tiene la tarea de hacer a la mujer más mujer, y la mujer, hacer al
varón más varón: “El matrimonio es el
camino que emprenden juntos un hombre y una mujer, en este camino el hombre
tiene el deber de ayudar a la esposa a ser más mujer, y la mujer tiene el deber
de ayudar al marido a ser más hombre”. Esta, añadía Bergoglio, “es vuestra
tarea. ‘¡Te amo, y por eso te hago más mujer!’-‘¡Te amo, y por eso te hago ser
más hombre!”.
Esto sucede porque en el matrimonio del varón con la mujer,
se cumple el designio divino, manifestado en el Génesis: “Creó Dios al hombre a
su imagen y semejanza, los creó varón y mujer (Gn 1, 26) (...) Los
bendijo Dios y les dijo: 'Creced y multiplicaos'” (Gn 1, 28). La imagen
de Dios está en el hombre que es varón y mujer, en la complementariedad, cuando
son dos, se complementan, y así se perfeccionan el uno al otro y perfeccionan
la imagen de Dios que poseen en ellos.
Ahora bien, en este
camino que es el matrimonio, dice el Papa, no todo es liso, no todo es llano.
Podemos imaginarnos una autopista, que es toda lisa, sin ningún obstáculo;
bueno, así no es el matrimonio. Hay dificultades, dice el Papa, porque el
matrimonio es la vida del varón y de la mujer, que son diferentes y complementarios,
y por eso surgen las diferencias y de las diferencias, a
veces, los diferentes puntos de vista y, por supuesto, los enojos, las
rencillas. Pero esto, dice el Papa, “es normal” que suceda; “siempre se riñe”,
pero los esposos cristianos no deben quedarse ahí, deben superar esas
rencillas; nunca deben quedarse en las rencillas. Dice el Papa que no debe
finalizar el día sin que los esposos hayan hecho las paces, y así se continúa
por el camino. Dice así el Papa: “Y en
cuanto a la teología que nos da la Palabra de Dios cuando habla del pueblo en
camino, también de las familias en camino, de los esposos en camino, os doy un
pequeño consejo: en cuanto a las eventuales diferencias, para el Papa “es
normal que los esposos riñan. Siempre se riñe. Pero os aconsejo: no dejéis que
el día se acabe sin haber hecho las paces. Nunca. Un pequeño gesto es
suficiente. Y así se va avanzando por el camino”.
¿Cuál va a ser el fundamento para el perdón mutuo, para el
crecimiento del amor de los esposos, para que el camino que caminan juntos los
esposos sea en paz y armonía? No puede ser otro que Jesús y su amor, porque los
esposos cristianos han sellado su amor en el sacramento del matrimonio y el
sacramento del matrimonio los ha unido con el amor de Jesús. Por lo tanto, los
esposos están unidos por el amor de Jesús, y es este amor de Jesús, el que
brota del sacramento del matrimonio como de una fuente, el que da a los esposos
la fuerza para superar absolutamente todos los inconvenientes. Dice así el
Papa: “El amor de Jesús, que ha bendecido
y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y renovarlo
cuando humanamente se pierde, se estropea, se agota”. Por último, el Papa
continuaba deseando a los esposos “un hermoso camino: un camino fecundo; que el
amor crezca. Os deseo la felicidad. Habrá cruces, seguro. ¡Pero el Señor
siempre está ahí para ayudaros a avanzar!” También dijo el Papa que “el amor de
Cristo puede dar a los esposos el gozo de caminar juntos”.
Dice
el Papa que “el amor de Cristo da a los esposos el gozo de caminar juntos”.
Esta frase del Papa es clave para entender muchas cosas. ¿Dónde encontrar “el
amor de Cristo” en los esposos? En el sacramento del matrimonio, porque el
sacramento es como una fuente de agua, como una surgente de agua en medio del
desierto, a la cual los esposos deben ir para sacar agua en tiempos de sequía,
es decir, en tiempos de crisis matrimonial. Cuando están en crisis matrimonial,
o familiar, los esposos deben hacer uso de esta surgente de gracias que es el
sacramento del matrimonio, y obtener del mismo todas las gracias necesarias
para superar la crisis matrimonial o familiar por la que estén atravesando. ¿De
qué manera? Los esposos, los dos, deben hacer oración juntos, deben confesarse
con frecuencia, deben acudir al Santísimo juntos, deben asistir a Misa juntos,
deben consultar a un sacerdote especialista en temas matrimoniales o
familiares, deben usar los sacramentales, deben rezar con sus hijos, deben
dialogar entre ellos, como esposos cristianos; jamás deben levantarse la voz,
recordando que el primer prójimo al cual deben amar es el cónyuge con el que
están casados. La inmensa mayoría de los casos de conflictos matrimoniales –por
no decir la totalidad de ellos-, que finalizan en rupturas matrimoniales, se
deben precisamente, a que no hacen uso de las gracias contenidas en el
sacramento del matrimonio. Si los esposos cristianos hicieran uso de las gracias
que están contenidas en el sacramento del matrimonio –que es el amor de Cristo,
en definitiva, y por eso el Papa Francisco dice que es “el amor de Cristo el
que da a los esposos el gozo de caminar juntos”-, las peleas matrimoniales, las
rupturas, las separaciones, los divorcios, disminuirían drásticamente, hasta el
punto de prácticamente desaparecer, porque es imposible, de toda imposibilidad,
que Jesús deje de asistir con su gracia a los esposos que acuden a Él para
solicitarle ayuda.
Entonces,
como dice el Papa Francisco, “el amor de Jesús está para ayudar a los esposos”,
para darles a los esposos “el gozo de caminar juntos”. ¿Hacia dónde? Hacia la
Jerusalén celestial, en donde Dios “enjugará toda lágrima, y ya no habrá
muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han
pasado” (Ap 21, 4).
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