Carta
abierta al Presidente: el aborto es pecado mortal
Sr. Presidente de la Nación Argentina Dr. Alberto Fernández.
Me veo en la obligación, como sacerdote católico –iglesia a
la cual Usted se declara perteneciente-, responder a sus declaraciones, acerca
de que “el aborto no es pecado”[1].
Antes de continuar, debo hacer una precisión: usted dice que “es un católico
que cree que el aborto no es pecado”. Estas afirmaciones suyas están en un todo
erradas: que el aborto sea o no sea pecado, no es una cuestión de “creencia”
personal, es decir, que el aborto sea o no sea pecado no depende del criterio
subjetivo de la persona –“yo creo, yo no creo”-: es un pecado y pecado mortal[2],
independientemente de si la persona lo cree o no.
¿Por
qué es pecado?
Porque
el niño concebido en el vientre de la madre es un ser humano, según lo afirma
la Academia Nacional de Medicina[3],
entre muchísimos otras instituciones de primer nivel científico. Es decir,
afirmar que el embrión o el cigoto fecundado no es un ser humano –con genoma
distinto al de la madre y al del padre-, o afirmar que es un “fenómeno”[4],
según una anti-científica definición tristemente célebre- es retroceder a la
Edad Antigua o a la Edad de Piedra, edades en las que no existían los modernos
avances tecnológicos y científicos del siglo XXI, que permiten afirmar, sin
ninguna duda razonable, que hay un nuevo ser humano desde el momento en que el
espermatozoide toma contacto con el cigoto e inicia el proceso de fecundación. Si
esto es así, eliminar a un ser humano de forma arbitraria e intencional, es
decir, quitarle voluntariamente la vida –aun cuando se encuentre en gestación-
se convierte en un delito que se llama “homicidio”[5]. La
única diferencia con el infanticidio es que en el infanticidio el niño ya
nació; en el aborto, el infanticidio es, podemos decir así, “intrauterino”,
pero no deja de ser un infanticidio. Por esta razón, porque es un infanticidio
intrauterino –aun cuando el niño recién concebido tenga las dimensiones de una
célula, como es el cigoto fecundado-, es que el aborto es pecado y pecado
mortal.
La
presencia de vida humana nueva, distinta a la de la madre y del padre, en el
cigoto fecundado, no es una cuestión de creencias religiosas, sino de
definiciones científicas. Y esto usted lo debería saber, ya que se ufana de que
su gobierno es “gobierno de científicos” y si no lo sabe, sus asesores deberían
habérselo hecho saber.
Lo
que SÍ es competencia de la religión –en este caso concreto, la religión
católica, a la que usted y yo pertenecemos- es la decisión que se tome sobre la
vida de ese niño por nacer, sea en el estado de cigoto fecundado o en el estado
de noveno mes intrauterino, porque el católico tiene la OBLIGACIÓN moral y
espiritual de custodiar la vida por nacer, como así también la de la madre
gestante. Y si el católico decide, voluntariamente, provocar el aborto de ese
cigoto fecundado o de ese niño de nueve meses intrauterino, comete un pecado
mortal. Y esto sí es competencia de la Iglesia Católica, la Única que posee la
facultad de perdonar los pecados, en virtud de la potestad delegada por el Sumo
y Eterno Sacerdote Jesucristo, a través del Sacramento de la Penitencia.
Señor
Presidente, el aborto es un pecado y un pecado mortal y el que lo comete a
sabiendas y no se arrepiente de ello, arriesga su vida eterna. No arriesgue la
suya.
En Cristo y María Santísima.
P. Álvaro Sánchez Rueda.
Matr. Prof. 3425
D.N.I. 17.615.228
[2] CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA: “1857 Para que un pecado sea mortal se requieren tres
condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y
que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento”;
cfr. http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a8_sp.html
[3] “La Academia Nacional de
Medicina considera: Que el niño por nacer, científica y biológicamente, es un
ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción por lo que,
desde el punto de vista jurídico, es un sujeto de derecho como lo reconocen la
Constitución Nacional, los tratados internacionales anexos y los distintos códigos
nacionales y provinciales de nuestro país.
Que destruir a un embrión humano significa impedir
el nacimiento de un ser humano.
Que el pensamiento médico a partir de la ética
hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la concepción.
Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un llamado a todos los médicos
del país a mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron bajo
juramento.
Que el derecho a la "objeción de
conciencia" implica no ser obligado a realizar acciones que contrarían
convicciones éticas o religiosas del individuo (Art. 14 – 19 y cc.s de la
Constitución Nacional).
Aprobada por el Plenario Académico el 30 de
septiembre de 2010”; cfr. https://www.acamedbai.org.ar/declaraciones/03.php
[4] https://www.clarin.com/sociedad/vivo-aca-vidas-dicen-afirmo-gines-gonzalez-garcia-aborto-congreso_0_WvVPSJ99c.html
[5] CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA: “2261 La Escritura precisa lo que el quinto mandamiento prohíbe: “No
quites la vida del inocente y justo” (Ex 23, 7). El homicidio voluntario de un
inocente es gravemente contrario a la dignidad del ser humano, a la regla de
oro y a la santidad del Creador. La ley que lo proscribe posee una validez
universal: obliga a todos y a cada uno, siempre y en todas partes”; cfr. http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a5_sp.html
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