Por
lo general, cuando una persona fallece, se recuerdan de ella algunas anécdotas
y algunos hechos particulares, como sus gustos, preferencias, hábitos y se
recuerdan todavía más cuáles fueron sus últimos actos y sus últimas palabras.
En
el caso de Santa Escolástica, hermana de San Benito de Nursia, sucede también
lo mismo.
En
su hagiografía se registran sus últimos actos y sus últimas palabras. Entre sus
últimos actos, está el milagro que ella pidió a la Santísima Trinidad, que se
desencadenase una tormenta para que ella pudiera pasar más tiempo con su hermano,
para hablar de la vida eterna y del Reino de los cielos. Con toda seguridad
Santa Escolástica sabía ya que estaba por partir de este mundo y por eso quería
aprovechar hasta el último minuto en la tierra para estar con su hermano.
El
otro hecho que se recuerda es la conversación que ella tuvo con San Benito: hablaron
sólo del cielo y de la vida de paz, de alegría y de felicidad eterna que les
esperaba al fin de esta vida terrena, si es que permanecían fieles hasta el fin
al Cordero de Dios. evidentemente, esto es lo que hicieron, permanecer fieles,
pues ambos viven ahora, por la eternidad, en el Reino de los cielos.
Ahora
bien, probablemente no nos recuerden por los milagros -los milagros son gracias
que Dios concede a quien Él elige-, pero al menos, procuremos obrar la
misericordia, no para ser recordados por los hombres, que eso no importa, sino
para ingresar en el Reino de Dios y vivir en él, por la eternidad, en compañía
de Santa Escolástica y San Benito.
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