| 06 mayo, 2019
Juan Masiá Clavel, padre jesuita y teólogo, ha participado en el desfile del Orgullo Gay de Tokio, donde reside, y ha bendecido a una pareja de homosexuales en el acto, al frente de un grupo de ‘católicos LGTB’.
El padre Masiá Clavel es un jesuita del gusto y las hechuras de nuestro afamado padre James Martin, el hombre que construye puentes -no muros- con las comunidades de orientaciones sexuales alternativas y asesora al Vaticano en materia de comunicación. Pero va un poco más allá que el jesuita americano redactor jefe de America, ya que predica directamente con el ejemplo y se ha sumado al desfile del Orgullo Gay, ese evento universalizado en el que la Iglesia católica suele ser ridiculizada, la obscenidad es la consigna y la blasfemia una ocurrencia habitual.
Como no podría ser de otro modo, Masiá lo tiene todo en pensamiento teológico a la última: se ha pronunciado a favor de la eutanasia y del aborto -caso por caso, discerniendo- y ha puesto en duda la virginidad de María y la abstinencia carnal de San José.
Masiá vive en Japón desde hace ya tiempo, y desde donde ha reaccionado a los elogios recientemente vertidos por Benedicto XVI hacia la encíclica Veritatis Splendor, de su predecesor, asegurando que el texto de San Juan Pablo II es “un freno a la renovación posconiliar”. Y es muy evidente que a Masiá no le gustan los frenos: fue uno de los 18 firmantes de un llamado a los participantes en el Sínodo de la Familia de 2015 en el que se pedía a los padres sinodales cambios en profundidad en relación a la homosexualidad, el aborto, el celibato sacerdotal, la ordenación femenina y -algo que consiguió- la comunión a los divorciados vueltos a casar que viven more uxorio.
Si buscaba el récord, lo ha logrado: es el primer sacerdote católico en Japón que bendice públicamente a una pareja homosexual, de dos mujeres, en el caso que nos ocupa. Todo esto, en pleno desfile, al que asistió con una camiseta con la imagen de un cristo del que salían rayos multicolores que formaban la bandera LGTB.
Masiá sabe el terreno que pisa. Sabe que puede hacer todo eso sin miedo; otra cosa es que defendiera la recepción de la Eucaristía de rodillas, la integridad de la doctrina moral católica o, en fin, cualquier otra acción que pudiera presentarle como un semipelagiano apegado a las normas con cara de pepinillo en vinagre.
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