PREOCUPACIÓN. El obispo auxiliar de Santiago del Estero, Monseñor Ariel Torrado Mosconi, dijo que es preocupante que no se diga nada de la autorización de los padres para que adolescentes puedan ser sometidas a esta intervención
Luego de que el Ministerio de Salud de la Nación distribuyera a las provincias un dispositivo anticonceptivo subdérmico para adolescentes, el obispo auxiliar de la diócesis de Santiago del Estero, Monseñor Ariel Torrado Mosconi, advirtió que “todos los métodos anticonceptivos son contrarios a la misma naturaleza humana, y que la vida no es una amenaza de la cual debamos defendernos sino un don maravilloso de Dios”.
En tal sentido, el prelado consideró que el embarazo adolescente “es un mal muy grave y extendido en nuestra sociedad, con los perjuicios que esto implica en el riesgo de la salud de las jóvenes, los problemas sociales que trae aparejado y las frecuentes condiciones de precariedad e irresponsabilidad ante la vida que conlleva”. Pero al mismo tiempo, consideró que “es ilusorio buscar la solución más fácil a través del uso de anticonceptivos”.
“Es preocupante que no se diga nada de un tema muy delicado. Me refiero a la necesidad de una autorización de los padres para que adolescentes puedan ser sometidas a esta intervención. De esta manera el Estado está interfiriendo en una responsabilidad que le compete exclusivamente a los padres de las menores”, añadió.
Consideró que las relaciones extramatrimoniales “son siempre gravemente desordenadas; y que por tanto se debe llevar a una verdadera educación en el amor, que prevea una educación en la castidad para evitar los embarazos precoces”.
“Aunque sea un término que pareciera que ha pasado de moda, se ha de educar en la castidad que consiste en la virtud que rige la sexualidad humana según el orden natural. Esta educación se debe impartir especialmente a los niños, adolescentes y jóvenes, quienes están más expuestos e indefensos a un uso indebido de su sexualidad”, explicó.
Afirmó que el nuevo método anticonceptivo subcutáneo “como toda sustancia que produce graves alteraciones hormonales en la mujer, es un modo de agresión a su organismo. Por otra parte, como bien se sabe esto estimularía a las relaciones sexuales de las adolescentes, exponiéndolas a otras graves enfermedades de transmisión sexual”.
Paralelamente, el obispo auxiliar se refirió a la mujer santiagueña sobre la que destacó que “es generosa en el dar vida, en el concebirla y cuidarla con amor y sacrificio”.
“También quiero destacar la valentía y reconocimiento que merecen las madres solteras de llevar adelante el embarazo; y exhorto a toda la sociedad a acompañar a estas mamás con medidas efectivas de índole médico, psicológico, social y espiritual”.
Enfatizó que la fecundidad del matrimonio “es un don” y que el amor conyugal tiende a ser fecundo: “La Iglesia está a favor de la vida, por eso enseña que todo acto matrimonial debe quedar abierto a la vida. El significado unitivo y procreativo debe estar siempre unido en el acto conyugal. Los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios. Transmitir la vida es una importantísima misión del matrimonio”.
“Esta paternidad responsable permite, en ciertas condiciones, la regulación de la natalidad. Por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de los hijos. En este caso deben cerciorarse de que su deseo no nazca del egoísmo, sino de esa paternidad responsable. En estos casos es bueno reflexionar que si nuestros padres no hubieran sido generosos, muchos de nosotros no hubiéramos tenido nunca la oportunidad de nacer y de vivir esta aventura maravillosa de esta vida terrena y estar llamados a la eterna”, recalcó.