El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

viernes, 2 de marzo de 2012

¿Qué clase de médicos son estos?




En estos días, la revista “Journal of  Medical Ethics” ha publicado un artículo en el que se afirma que los recién nacidos son “moralmente irrelevantes”, por lo que son sus padres e incluso los médicos quienes deberían decidir si un bebé debe seguir viviendo o no. 
Aunque sin especificar cuál es el origen de este aberrante pensamiento, se trata de una actualización del aberrante pensamiento de un nefasto “moralista” llamado Peter Singer, que declaraba que tanto los niños por nacer, como los pacientes de cualquier edad que estuvieran en coma, no podían ser considerados “personas”, puesto que no eran capaces de “racionalidad”. Pero la aberración de Singer no se detiene aquí: llega a sostener una brutal afirmación: puesto que los primates poseen conciencia, son más valiosos y merecen mejor trato médico que los seres humanos que no poseen conciencia, como los niños por nacer y los pacientes en coma. Se extiende esta noción, por lo tanto, también a las personas con síndrome de Down profundo.
  Es esto lo que quiere decir el “Journal of Medical Ethics”, al decir que los recién nacidos son “moralmente irrelevantes”: para una sociedad en donde lo que cuenta es la astucia para el mal, y el materialismo y el hedonismo del que sean capaces los individuos, un niño no nacido, o una persona que ha entrado en coma, carece de relevancia. No cuentan, no existen, son nada.
Esta brutalidad es la que afirman los editores médicos de “Journal of Medical Ethics” y, lamentablemente, muchos médicas más.
Por eso nos preguntamos: ¿qué clase de médicos son estos?
Y nosotros mismos respondemos: son médicos que han traicionado a la profesión médica, y por lo tanto, han traicionado a la humanidad a la que, por vocación, deben consagrar sus vidas para prevenir la enfermedad, o para atenuarla si ya sobrevino, o para atenuar sus dolores, si el proceso de agonía que desemboca en la muerte es irreversible.
Un médico que considera que un niño por nacer es “moralmente irrelevante”, y que por lo tanto también lo son los pacientes en coma, debería leer y releer el Juramento Hipocrático, para re-encontrar (o descubrir) la esencia de la profesión médica.
Afirmar la moralidad del infanticidio y de la eutanasia es una aberración común en la sociedad utilitarista y hedonista en la que vivimos, y lamentablemente no sólo es proclamada con palabras, sino llevada a la práctica con obras criminales, como el aborto y la eutanasia. La gravedad aumenta cuando esta mentalidad de muerte domina la mente de quien por vocación debe defender la vida, en todos sus estadios, y con todas sus fuerzas y conocimientos: los médicos.
Es triste, pero la mentalidad imperante insiste en que el aborto es necesario, y que la eutanasia es un derecho; por tanto, es muy coherente que muchos piensen que si se puede matar a un ser humano de cuatro meses también debe ser lícito eliminarlo cuando tiene diez, o de cualquier edad, si es que está en coma. De hecho, dejar morir a un niño que nace vivo tras un intento de aborto es una práctica habitual, como también es una práctica habitual dejar abandonados a su suerte a los enfermos terminales.
La cultura de la muerte no tendría tanto predicamento si los médicos estuvieran convencidos y compenetrados de la noble esencia de su profesión: favorecer la vida humana y no promover, comerciar, lucrar, especular, con la muerte de personas indefensas.
En nuestro país, muchos médicos –y, por supuesto, también no médicos- son partidarios del aborto y de la eutanasia. No importa si lo llaman “derecho” o “mal menor”. El resultado es el mismo: la muerte.
¿Qué clase de médicos son estos?

(adaptado de: http://eligelavidanet.blogspot.com)

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