El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

lunes, 1 de julio de 2013

El diario del vaticano critica la estrategia perversa para imponer el matrimonio gay en EE.UU.


La estigmatización de los que opinan diferente.

L’Ossservatore Romano comenta directamente las declaraciones de Barack Obama luego que la Suprema Corte de EE.UU. deslegitimara al matrimonio como solamente una institución entre un hombre y una mujer.

L'Osservatore y Obama

El artículo pone énfasis en la estrategia de negar toda dignidad al punto de vista de los que están en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, a fin de disuadirlos de participar en el debate y luego dejar a la Iglesia Católica para defender esta posición, como máximo con el apoyo de otras denominaciones religiosas. Y esto, con el fin de etiquetar todo bajo el título “fundamentalismo religioso”. 
Por esta razón, muchos laicos que se oponen a la legalización han estado en su mayor parte en silencio, para evitar ser acusados de homofobia.
La decisión de la Corte Suprema de EE.UU. a aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo no es sólo una derrota para una gran parte de los estadounidenses – sólo basta recordar que el matrimonio homosexual es aceptado en sólo doce países – pero va acompañada de una campaña mediática implacable.
El coro de los comentarios en torno a estas “victorias de la libertad” está lleno de ideología y, de hecho, no es muy respetuoso con las diferentes opiniones
Con las palabras “ha vencido la igualdad”, tal vez sin pretenderlo, el presidente de los Estados Unidos tocó un punto central, aquel que considera iguales realidades las que no lo son, es decir masculino y femenino.
Es justamente la diferencia sexual la que garantiza la generación y la que funda elmatrimonio.
Con el matrimonio homosexual se niega que exista esta diferencia y que tenga valor constitutivo, y se pretende afirmar que la diferencia, si es reconocida, significa obligatoriamente desigualdad.
En cambio, se puede garantizar la misma libertad y la misma dignidad a hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, incluso respetando la realidad, es decir la diferencia.
En este clima de nuevas “libertades”, los que pagan un precio elevadísimo e injusto son, de hecho, los que querrían solo abrir una discusión, los que están conscientes de que se está tranformando uno de los fundamentos antropológicos de la sociedad humana, y justamente por esto creen que sería apropiado discutir al respecto con calma, seriedad y valentía.
Al deslegitimar a los adversarios (justamente porque tienen buenas, es más, óptimas razones para oponerse), se obtiene el resultado de condicionar según lo pretendido a la opinión pública, pero se niega cualquier posibilidad para reflexionar sobre la sociedad que se pretende crear para el futuro.
Y este silencio es un precio demasiado elevado, para cualquier sociedad y para cualquier pueblo
Fuentes: L’Osservatore Romano, Signos de estos Tiempos

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