Una institución educativa prestigiosa y emblemática, como el Colegio Pellegrini, no puede estar al servicio de un grupo de adoctrinadores abortistas.
(ArgentinosAlerta.org) Sorpresa y preocupación ha causado la charla-debate a la que asistieron 35 alumnos de entre 12 y 15 años en el salón de actos del colegio Carlos Pellegrini, en la que militantes de la agrupación kirchnerista Nuevo Encuentro explicaron las supuestas ventajas de una pastilla de efectos abortivos, de venta bajo receta en farmacias, pero peligrosamente libre a través de Internet.
Cabe preguntarnos con qué fundamento se pudo haber autorizado el ingreso al colegio de un grupo de manifiesta militancia partidaria para referirse, ante estudiantes del primero y el segundo año del nivel secundario, a una cuestión de por sí muy controvertida que, en todo caso, debería estar reservada a médicos y profesionales de la salud, pero no a meros adoctrinadores políticos, cuyo único aval habría sido una invitación del centro de estudiantes.
El episodio no ocurrió en algún ignoto establecimiento, desconocido o privado, sino en uno que tradicionalmente fue y aún es una de las más prestigiosas instituciones educativas nacionales, a la que históricamente sólo se podía ingresar tras demostrar una excelente preparación.
Los expositores, integrantes de la agrupación Mujeres del Nuevo Encuentro de la ciudad de Buenos Aires, espacio de amplia diversidad sexual que se autodefine como un grupo de militantes a favor de la despenalización del aborto, promocionaron durante la charla un medicamento como el Misoprostol, de reconocidos efectos abortivos, sosteniendo que se trata de una "herramienta central para pensar el aborto seguro en clave nacional y popular", según destacaron.
Con la anuencia de sus propias autoridades, el aula se convirtió en un centro de difusión militante. Entre quienes brindaron la charla, habría habido sólo una docente, aunque no se aclaró en qué carácter. Tampoco había ningún médico que sumara el punto de vista científico a esta mirada tan ligera como sesgada, presentada a mentes jóvenes que no merecen que se las pretenda condicionar desde lo ideológico en sus inclinaciones.
Al ser consultado el rector del colegio, éste primero afirmó no estar al tanto de lo ocurrido, y más tarde admitió haber autorizado el acto. Está claro que no debió nunca rebajar el nivel del prestigioso instituto a su cargo dando cabida a un mitin de tales características.
La Universidad de Buenos Aires, de la cual depende la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, ordenó un sumario administrativo para deslindar responsabilidades. Y el rector respondió con una nueva convocatoria a un taller dirigido a los alumnos que participaron de la cuestionada charla, esta vez a cargo de profesionales de la salud, debidamente capacitados, pues está claro que no se trata de esconder el delicado tema bajo la alfombra, sino de abordarlo como corresponde.
Sorprende también, además de la temática, la edad de los alumnos, el perfil de los expositores, su seria falta de nivel profesional y el hecho de que en ningún momento de la exposición se haya dado cabida a la palabra "vida".
La escuela tiene que impartir contenidos valiosos y consensuados por la comunidad educativa, destinados a enriquecer la formación de los jóvenes a su cuidado. La currícula de formación vigente puede contemplar clases o actividades especiales sobre temas afines con los programas de las materias, siempre que sean debidamente aprobadas por los organismos responsables, además de incluir positivamente el acceso a posiciones encontradas, al debate y a la investigación amplia que recoja las distintas voces frente a cuestiones que susciten controversia.
Está claro que, en el caso que nos ocupa, no se trató de educar a los estudiantes en salud sexual reproductiva, de acuerdo con lo fijado por la ley de educación sexual integral, sino de abrir las puertas para que, bajo el disfraz de una falsa militancia, un grupo de adoctrinadores enseñe a eliminar irresponsablemente toda consecuencia de sus actos. Proclamando las mentirosas bondades del sexo libre y sin cuidados, promovieron el consumo de una pastilla de graves efectos sin autorización de sus padres o tutores.
Una institución educativa oficial, emblemática en la Argentina, no puede convertirse, por voluntad de algún trasnochado, en una escuela de militantes abortistas. Menos aún cuando desde 2008, y con probados fundamentos, se ha pedido la prohibición de venta de esta droga capaz de generar letales hemorragias, complicaciones que afecten la fertilidad y severas malformaciones en el bebe.
Una vez más, los ciudadanos debemos exigir, en la persona de las autoridades, que el Estado ocupe el rol que le cabe. Debemos insistir sobre la importancia de la educación para el desarrollo y no dejar estos oscuros vacíos a merced de irresponsables funcionarios que, claramente, deben recibir la ejemplificadora sanción que corresponda para evitar que se repitan episodios de esta clase.
Publicado originalmente en La Nación
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