El siguiente artículo es en respuesta a la nota publicada
en un medio digital, titulada: “La comunión en la boca o los ritmos
desconcertantes de la Iglesia”. El enlace es el siguiente:
Antes que nada, hay que decir que la carta en su totalidad
trasunta un cierto prejuicio contra la Iglesia Católica, prejuicio -infundado-
que se deja ver al inicio cuando, citando a Louis Pasteur y comentando que “le
costó” que sus propios colegas reconocieran sus descubrimientos, cierra el párrafo
haciendo una analogía implícita con la Iglesia, colocando a la Esposa de Cristo
del lado de los “incomprensores” -perdón por el neologismo-, es decir, colocando
a la Iglesia del lado de los “malos”, los “tercos”, los que se oponen a todo
progreso, en este caso, científico. Esto es lo que deja entrever la nota cuando
al finalizar el primer párrafo dice: “Pero cómo le cuesta a ella (a la Iglesia
Católica, N. del R.) adaptarse en algunos asuntos”. Y lo destaca en negritas,
como destacando esta anti-cualidad de la Iglesia, la de “no adaptarse” a los “benéficos
cambios” que la omnisciente ciencia propone, siempre e indefectiblemente -según
la mente de los progresistas-. El primer párrafo dice literalmente así: “Hoy
sabemos cosas que antes no se sabían. Estos conocimientos nuevos imponen
modificaciones a las costumbres. La pandemia que hemos atravesado puso de
relieve cuestiones que son materia de debate. Al respecto, hay cosas que ya
estaban claras desde el siglo XIX, gracias sobre todo a Louis Pasteur: por
ejemplo, que hay organismos vivos que nos habitan o visitan, algunos de los
cuales son benéficos y otros muy perjudiciales. A Pasteur le costó que sus
propios colegas, en el microscopio, los reconocieran. Siempre lo nuevo es
desconcertante. Esto también es aplicable a la Iglesia. Pero cómo le
cuesta a ella adaptarse en algunos asuntos”.
Luego, una primera afirmación, absolutamente falsa y
carente de toda información científica que la respalde: “en lo que todos
coincidieron fue en que el peligro de contagio estaba en la boca y había que
taparla”. Esta afirmación es falsa de toda falsedad; no hay ningún estudio
científico que avale el uso del cubrebocas -fuera del ámbito del quirófano o de
la guardia médica, se entiende- y por el contrario, hay decenas de estudios[1] que afirman lo opuesto: el
uso del tapabocas, tal como se implementó en la pandemia, no produjo ningún
descenso significativo en la tasa de contagios, es decir, todos los estudios científicos
llegaron a la misma conclusión: da lo mismo usar o no usar el tapabocas, puesto
que no reduce en lo más mínimo la tasa de contagios. Y en sentido contrario,
hay estudios que prueban el daño -psicológico y biológico, sobre todo en niños-
del uso irracional del tapabocas. Entonces, el uso de tapabocas, demostrado
científicamente que es irracional tal como se lo implementó en la pandemia, es
citado por la nota como algo positivo, cuando no lo es.
Luego, otra afirmación temeraria, errónea, falsa y carente
de toda lógica y de sentido común: “Es obvio que aquella medida (la implementación
obligatoria de la comunión en la boca en ocasión de la gripe A, N. del R.) y
que las sugerencias durante la pandemia han estado apoyadas en la certeza de
que la costumbre de comulgar en la boca es antihigiénica y riesgosa”. No es “obvio”,
ni que la comunión en la mano es “segura”, ni mucho menos que la comunión en la
boca es “antihigiénica y riesgosa”. ¿Antihigiénica? Si las manos del sacerdote
están limpias -para eso está la purificación previa a la consagración- y si el
sacerdote tiene precaución en no tocar la lengua o los labios del comulgante,
en el momento de la comunión, no hay ningún motivo para afirmar,
temerariamente, que la comunión en la boca es “antihigiénica y riesgosa”. ¿Dónde
están la antihigiene y el riesgo? Sólo en la mente ideologizada del autor del
artículo. Y si hubiere un mínimo riesgo de falta a la higiene, el sacerdote
bien puede llevar un manutergio en la muñeca izquierda, impregnado en alcohol,
para “purificarse” los dedos antes de cada comunión, con lo cual, la supuesta “antihigiene”
de la comunión en la boca, se reduce a cero (0). Por otra parte, si entramos en
la lógica irracional de la nota, entonces sería antihigiénico que una mamá, por
ejemplo, alimente a su hijo de meses con un pedacito de pan cortado por sus
propias manos, porque sería igualmente de antihigiénico. Los ejemplos pueden
subir al infinito, tal es el nivel de absurdidad de la afirmación irracional de
que la comunión en la boca es “antihigiénica”. Se debería prohibir a las mamás
alimentar o suministrar alimentos, con sus manos, a sus hijos. Una locura.
Más adelante, el autor cita casos en los que la Iglesia ha
cambiado su praxis en relación, sobre todo, a la Sagrada Eucaristía y eso es
verdad, pero siempre ha cambiado para mejor, es decir, ha habido una mayor
comprensión, por parte de la Iglesia, que iluminada por el Espíritu Santo, ha
profundizado en el conocimiento del absoluto respeto, devoción, piedad, que
debe tenerse para con la Eucaristía, teniendo en cuenta que se trata del
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. El argumento
citado por el autor, se vuelve en su propia contra: la Iglesia sí ha cambiado la
praxis para con la Eucaristía, pero siempre en el sentido de profundizar la
sacralidad y el máximo respeto y adoración que se debe a la Eucaristía.
Luego viene una serie de afirmaciones en las que el autor
se coloca “de parte” de la ciencia, al mismo tiempo que hace aparecer a la Iglesia,
como “opuesta” a la ciencia, al sugerir que el contagio se puede producir
cuando el sacerdote introduce los dedos en la boca del comulgante. Esto ya ha
sido refutado al inicio: aunque el autor de la nota no cita ni un solo artículo
científico que apoye sus hipótesis, lo que afirma no se sostiene por ningún
lado: como ya dijimos, si el sacerdote tiene la precaución de no tocar la
lengua o los labios del comulgante, la posibilidad de infección-transmisión es
nula y se reduce a menos cero si el sacerdote se purifica con alcohol mediante
un manutergio impregnado en alcohol; sigue reduciéndose a menos cero la
posibilidad de contagio si el comulgante sintomático permanece en su hogar
-única justificación de aislamiento, el paciente sintomático-. La afirmación
que hace el autor: “No se puede ser cientificista para el aborto y
terraplanista para las infecciones”, es para él, puesto que él, que
supuestamente es “cientificista”, se coloca en la realidad del lado del
terraplanismo, cuando se trata de afirmar, científicamente, la inexistente
posibilidad de contagio o de transmisión por comulgar en la boca.
Con respecto a lo que afirma de las microgotas de saliva,
no aporta ningún estudio científico, ni a favor, ni en contra, y coloca
insidiosamente a los “médicos católicos” como “favorables a la comunión en la
boca”, como si estuvieran conspirando para que se administre la comunión en la
boca, cuando en realidad, como vimos, la posibilidad de contagio/transmisión es
nula con la comunión en la boca.
Luego hace una pregunta insidiosa que, desde el inicio,
demuestra su desconocimiento médico-biológico del proceso de infección, además
de ignorar lo que ya dijimos: si se toman las precauciones necesarias, el contagio/transmisión
por la comunión en la boca es igual a cero (0).
Después viene una afirmación gratuita -una más entre
tantas-, carente esta vez de razón teológica: los que comulgan en la boca lo
hacen porque han sido instruidos por los clérigos que están a favor de la
comunión en la boca, a causa de una “sacralización hipertrofiada”, según la
cual -no se entiende, teológicamente, de qué está hablando-, según la cual “sólo
el clérigo puede tocar las especies consagradas”. Esto último no es ninguna “sacralización
hipertrofiada”, sino una consecuencia de la recepción del Sacramento del Orden
por parte de un varón consagrado como Sacerdote ministerial: sus manos están
consagradas, precisamente, para confeccionar los sacramentos, el primero de los
cuales, la Sagrada Eucaristía, algo que no pueden hacer los laicos que no
reciben el Sacramento del Orden.
La cita de la Instrucción Memoriali Domini, de 1969, en la
cual se confirma como ley general la comunión en la mano y establece que la
comunión en la mano “no puede establecerse en norma general”, es traída insidiosamente
a colación como muestra -supuesta e infundada- del “atraso científico” de la Iglesia,
porque al insistir con la comunión en la boca, estaría atentando -el autor no
usa esta palabra, pero la da a entender- contra “el derecho a la salud y la
vida”. Una acusación gravísima contra la Iglesia, contraria a la lógica, al sentido
común, a la razón científica, a la piedad y al amor con el que debe ser tratada
la Esposa de Cristo. Sin citar ningún documento de ninguna clase que sostenga o
apoye, aunque sea mínimamente, su impiadosa y temeraria acusación, el autor
afirma que la Iglesia Católica, con su ley general establecida que la Sagrada
Comunión debe ser recibida en la boca, atenta contra el “derecho a la salud y a
la vida”. Una gravísima acusación contra la Iglesia, sin fundamentos, rayana en
la impiedad y el sacrilegio. Contrariamente a lo que afirma el autor –“ Claramente
se trata de una norma general (algo que está lejos de ser un dogma de fe) que
debe ser modificada”-, esta norma general no tiene razón de ser para ser
modificada, aun cuando no sea un dogma de fe.
En la siguiente afirmación estamos de acuerdo: “Habrá
que apurar el aprendizaje de aspectos referidos a la higiene y la salud”. Por
supuesto, hay que aprender sobre la higiene y la salud, para saber que medidas
irracionales, como la prohibición de la comunión en la boca, es un argumento
irracional, anticientífico y contrario a la sana teología católica, a la piedad
y a la Verdad del Santísimo Sacramento del Altar, la Eucaristía.
Está demás decir que nos oponemos diametralmente a la
afirmación temeraria y falta de racionalidad con la cual cierra el artículo: “La
comunión en la boca también se debe abandonar ya que es riesgosa y no es, de
por sí, algo sagrado”. Afirmamos lo exactamente opuesto: la Comunión en la
boca no solo no debe ser prohibida nunca, sino que se debe alentar, por ser, la
Sagrada Comunión, lo más sagrado que tiene la Iglesia Católica, Dios Hijo
encarnado, la Segunda Persona de la Trinidad, que prolonga su Encarnación en la
Sagrada Eucaristía.
Por último, nos asombran las afirmaciones desconcertantes,
carentes de sentido común, de razón científica y de razón teológica, de algunos
sacerdotes católicos.
El autor de este artículo es sacerdote y médico.
P. Álvaro Sánchez Rueda.
[1] https://cigotoypersona.blogspot.com/2021/09/el-mandato-sobre-las-mascarillas-no.html;
https://fee.org/articles/cdc-schools-with-mask-mandates-didn-t-see-statistically-significant-different-rates-of-covid-transmission-from-schools-with-optional-policies/
; https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8395971/
: Analysis of the Effects of COVID-19 Mask Mandates on Hospital Resource
Consumption and Mortality at the County Level; Conclusions
There was no reduction in per-population daily
mortality, hospital bed, ICU bed, or ventilator occupancy of COVID-19-positive
patients attributable to the implementation of a mask-wearing mandate.
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