En el mundo en el que vivimos hoy, un mundo materialista,
ateo, hedonista, alejado de Dios y de sus Mandamientos y sus Sacramentos, todo
lleva a hacernos creer que es lo mismo casarse o no casarse por la
Iglesia. Muchos dicen: “¿Para qué me voy a casar?”, “¿Qué sentido tiene casarse
por la Iglesia?”, “Es mejor vivir juntos sin el sacramento”, y cosas por el
estilo.
Sin embargo, hay una diferencia infinita entre recibir o no
recibir el sacramento del matrimonio. Para saber cuál es esa diferencia, es
necesario primero saber qué es el sacramento del matrimonio y qué es lo que
concede a quienes lo reciben.
Ante todo, el sacramento es un signo material que en el catolicismo
simboliza una gracia interna y espiritual que Jesús concede al que lo recibe. Es
un signo externo, visible, de algo que no se ve, la gracia invisible. Esto
quiere decir que el sacramento tiene dos partes: una visible, sensible,
externa, material, que puede ser captada por los sentidos –podemos escuchar, ver
los gestos, sentir, las palabras, ver el pan, el vino, etc.-, y otra parte
interna, invisible, insensible, inmaterial, y eso es la gracia, que se concede
con el sacramento. Pero en el caso del sacramento, hay algo más, que es
necesario tenerlo presente: no es un signo vacío, sino que crea la realidad que
significa, es decir, crea la gracia santificante, invisible, que simboliza. Es por
esto que la Iglesia dice: “los sacramentos son “signos eficaces”, “eficientes”,
de la gracia de Dios”. Es decir, no sólo “significan” algo que no se ve, el
amor (gracia) de Dios, sino que también lo “hacen presente” en nuestras vidas[1]. Y
esta creación de la gracia, se produce mientras dura el sacramento, y el
sacramento dura mientras los esposos están unidos, de ahí la importancia de la
fidelidad y de la indisolubilidad del matrimonio.
Entonces, aquí vemos la diferencia entre recibir o no
recibir el sacramento del matrimonio: los esposos que reciben el sacramento,
reciben una gracia especial, que es la gracia sacramental esponsal, la cual
ayuda a los esposos a vivir su matrimonio no de un modo “bueno”, sino de un
modo “santo”, que es infinitamente más que bueno, porque es vivir con la bondad
de Dios. La gracia sacramental hace que el matrimonio sea un matrimonio santo.
Esto no quiere decir que por la gracia que reciben no van a tener problemas ni
tribulaciones; quiere decir que esta gracia sacramental va a obrar de tal
manera, que les va a permitir a los esposos superar absolutamente toda
tribulación y todo problema, según la voluntad de Dios; quiere decir que van a
constituir un matrimonio santo, esto es, un matrimonio en el que haya fidelidad
mutua, indisolubilidad y fecundidad.
Por la gracia, los esposos se injertan en un matrimonio
místico anterior a todo matrimonio, la unión esponsal entre Cristo Esposo y la
Iglesia Esposa, y es de ahí de donde recibe el matrimonio católico sus
características, la fidelidad, la indisolubilidad y la fecundidad. Así como no
podemos imaginarnos a un Cristo Eucaristía en una Iglesia que no sea la
católica, así no podemos imaginarnos a un esposo con otra mujer que no sea su
esposa, y viceversa: así como no podemos imaginarnos una Iglesia Católica sin
Cristo Eucaristía, así tampoco podemos imaginarnos a una esposa sin su legítimo
esposo. La gracia convierte al esposo terreno en una imagen de Cristo Esposo y
a la esposa terrena en una imagen de la Iglesia Esposa, ante los ojos del
mundo.
Por todo esto, no da lo mismo recibir o no recibir el
sacramento del matrimonio. Para dar un ejemplo, es como si alguien, en el
desierto, y bajo el sol, estando a punto de morir, encuentra una vertiente de
agua fresca, cristalina, que no solo sacia su sed, sino que le salva la vida.
Si no encuentra esa vertiente, la persona muere de sed, y por eso no es lo
mismo a que encuentre o no encuentre esa vertiente. Lo mismo sucede con el
sacramento del matrimonio: no es lo mismo recibirlo que no recibirlo, porque los
esposos que lo reciben, reciben el agua viva de la gracia santificante de
Jesucristo, que no solo calma la sed de las pasiones, sino que enciende el
verdadero amor esponsal, haciendo que se amen de tal manera en esta vida, que continúen
luego su amor en la otra vida, para siempre.
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