Viernes 30 ENE 2015
Editor en Jefe
porChristian Sanz
La discusión respecto del aborto es interminable. Hay quienes están a favor, quienes están en contra y quienes ostentan una posición indefinida.
En Mendoza, por caso, sólo dos legisladores nacionales se mostraron abiertos a apoyar la polémica iniciativa: Nicolás Del Caño y Enrique Vaquié, uno y otro ubicados en los extremos de las antípodas ideológicas.
Ciertamente, el verdadero debate se da en el Congreso Nacional donde se intenta avanzar para que se permita despenalizar el aborto, hasta ahora restringido a casos terapéuticos y violaciones.
Se trata de un proyecto presentado por una red de organizaciones sociales con la firma de 69 de los 257 diputados, entre ellos varios del Frente para la Victoria, aunque sin el respaldo de Cristina Kirchner.
En ese contexto, donde lo legal y lo ilegal se cruzan desde lo ético y lo científico, la realidad supera cualquier discusión. ¿O acaso alguien cree que no existe el aborto porque está prohibido?
Mendoza es uno de los casos emblemáticos a la hora de analizar el fenómeno. Solo basta navegar someramente en diversos foros de discusión dedicados a este tópico para encontrarse con los nombres de los galenos que llevan adelante la ilícita práctica.
Quien encabeza esa lista se llama Alfredo Camacho, un histórico —y pionero— del aborto ilegal en la provincia.
Su ostentoso consultorio está ubicado muy cerca del centro de la Ciudad, en la calle Colón 452, y la cantidad de mujeres que se dirigen allí son legión cada semana.
“En general te atiende en su casa, en la calle Gutiérrez al 600, después te manda al consultorio y ahí te hace el aborto”, dijo al Post una de las fuentes consultadas para esta nota.
La misma persona reveló los detalles del lugar: “Es la típica sala de espera que bien podría confundirse con la de un dentista, llena de gente esperando, es re loco”.
Aunque cueste creerlo —por la naturalidad con la que se maneja Camacho—, la historia fue corroborada por otras cuatro mujeres que también estuvieron allí y que se animaron a dar testimonio a este diario bajo reserva de sus nombres. No tanto por las consecuencias legales de sus actos, sino por temor a quedar expuestas ante sus propias familias.
“Yo aborté hace como diez años, fue una etapa en mi vida que me cuesta superar, era muy joven. Hoy estoy casada con otro hombre y no quisiera que se enterara de lo que hice”, reveló una de las que dio testimonio para esta nota.
-¿Te avergonzás de lo que hiciste?
-Muchísimo, no sabés cuánto. Creeme cuando te digo que, si volviera atrás no tomaría la misma decisión.
-¿Por qué lo hiciste entonces?
-Era muy joven, tenía 18 años, realmente no sabía lo que hacía.
-¿Cuánto te costó abortar en esos días?
-Unos cuatro mil pesos, no recuerdo bien. También te cobraban $50 por la consulta.
-Toda una cifra…
-Sí, si tenés en cuenta que en el lugar había no menos de 15 personas esperando y todo el tiempo circula gente, estamos hablando de no menos de 80 a 100 mil pesos por día. Eso hace diez años, no quiero imaginarme hoy.
-¿Te costó mucho lograr que Camacho te hiciera la intervención?
-Para nada, de hecho me lo recomendó mi hoy cuñada. A ella Camacho no la hizo abortar porque tenía un embarazo de pocas semanas. Le dio una pastilla.
-¿Viste mucha gente ese día en el consultorio?
-Sí, era un lugar muy concurrido. Y tengo entendido que aún lo es.
Los dichos de la informante coindicen con la investigación que hicieron en año 2009 dos periodistas mendocinas “in situ”. Una de ellas sirvió a este cronista para cotejar algunos datos concretos.
Todo lo demás fue contrastado con tres mujeres que también fueron contactadas a través de Internet. Aunque no se dan a conocer todos los testimonios, coinciden entre sí casi en un 100%.
El drama de Laura
“Yo tenía una forma de pensar sobre el aborto y ahora cambió radicalmente para mí, estaba a favor y ahora en contra”, aseguró Laura al Post con lágrimas los ojos.
Esta mujer, conocida abogada de unos treinta y pico y ojos increíblemente azules, oculta una historia trágica detrás. “Yo fui violada y quedé embarazada, mi caso fue muy conocido en Mendoza”, reveló a este diario.
Laura no dudó: averiguó dónde podía quitarse el bebé y avanzó sin dudar. “Lo fui a ver a Camacho e hice lo que tenía que hacer”.
-¿No tenías opción? ¿Por qué decís “lo que tenía que hacer”?
-Sí tenía opción, pero caí en una depresión muy fuerte y pensé que el abortar me ayudaría a superarla.
-¿Lo hizo?
-No, todo lo contrario. Creo que si hubiera tenido el bebé estaría mucho mejor. Hoy me siento vacía, vivo haciendo terapia y tratando de superar mi error. Lloro mucho por eso. Afectó mucho mi carrera profesional.
-Disculpá que meta el dedo en la llaga, ¿cómo fue exactamente el momento que ocurrió el aborto?
-Horrible, muy frío, no hay contención. Me operaron en una camilla y me dejaron después en una colchoneta tirada, medicada. En realidad, drogada.
-Imagino que asistida por alguien.
-Por nadie, y así hacen con todos. Las mujeres pasan como chorizos. Tuve que llamar para que me fueran a buscar porque no podía ni caminar. ¡Encima no sabía a quién llamar!
-¿Qué hiciste después?
-Me fui al lado que hay un café, me quedé allí esperando que me vengan a buscar. Seguía drogada.
-¿Te hicieron estudios antes de practicarte el aborto?
-No, solo algunas preguntas. Y me hicieron firmar un papel dando consentimiento de que yo asumía el riesgo de todo.
-¿Y lo firmaste siendo abogada?
-Sí, justamente, sabía que era nulo de toda nulidad ese documento. Era lo mismo que lo firmara o no. De todos modos, quiero aclararte una cosa: así con todo lo malo que pasé, ese lugar es uno de los mejores de Mendoza para abortar, en otros lados está todo sucio y el lugar es una pocilga.
Es atendible lo que dice Laura respecto de que el lugar, en comparación a otros, es más “prolijo”. Sin embargo, no debe perderse de vista que el aborto no deja de ser una práctica penada por la ley.
Colofón
Como parte final de la investigación, el Post quiso hablar con el médico Camacho para confrontar los testimonios recabados, pero no tuvo éxito.
Se lo llamó a su teléfono particular —terminado en 8357— y se requirió hablar con él. Su respuesta fue clara:
“Decile al periodista que se vaya a la puta que lo parió”.
El interlocutor transmitió el mensaje de manera más eufemística, pero el vozarrón del galeno pudo más que su intención de que lo escuchara.
Solo queda una cosa por decir: Camacho lleva adelante su rentable negocio desde hace más de 40 años, siempre en el mismo lugar. ¿Cómo es posible que la Justicia no se percatara jamás de esto?
Los vecinos están ávidos por dar información, algunos de ellos se muestran molestos por la gran circulación de personas incluso. “Es por la inseguridad, ¿viste?”, aseguran.
Pero hay más preguntas: ¿No le llama la atención a la AFIP que este hombre de más de 80 años tenga la fortuna que ostenta a pesar de lo que declara? ¿A nadie se le dio por hurgar en los detalles de su jugosa cuenta del Citibank?
Hay muchas preguntas que quedan por hacer, pero solo una que ahora mismo tiene relevancia: ¿Qué esperan los fiscales de turno para concurrir a la clínica de Camacho y terminar con su negocio ilícito?
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