El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

lunes, 27 de mayo de 2013

El aborto es la negación de la profesión médica


Son muchas las personas que se lucran dentro de la industria del aborto. Las clínicas abortistas, por ejemplo, no sólo ganan dinero de las 'pacientes' que se realizan abortos, sino que en muchas ocasiones también se enriquecen vendiendo por partes los fetos abortados.
Sus compradores son empresas y laboratorios dedicados a la investigación. Existen notas de pedidos de investigadores solicitando partes de fetos abortados, y listas de precios para órganos y tejidos fetales.
Suzanne Rini es una investigadora de Pittsburgh que, en 1993 publicó un libro titulado "Más allá del aborto: Una crónica de la experimentación fetal", en el que explica que los científicos han hecho uso de tejido fetal al menos desde los años treinta. Imagino que más de uno se preguntará qué tiene de malo usar tejidos de cadáver para investigar, si el resultado final es la curación de una enfermedad que ayude a la humanidad. Pero lo que se denuncia aquí es la inmoralidad del tráfico de cadáveres de fetos que han sido asesinados, por parte de abortorios y 'médicos' que sacan tajada de la muerte no natural de seres humanos a los que se les niega el derecho a nacer.
Todos conocemos al doctor Frankenstein, el famoso personaje de la novela de Mary Shelley. Cuando leemos su historia o lo vemos en el cine pensamos que es pura ciencia ficción. Sin embargo, y para nuestra desgracia, hay muchos "médicos frankenstein" en nuestro entorno experimentando con cuerpos humanos asesinados mediante el aborto, o incluso con vidas humanas que sobreviven, aunque sea unas horas, a este asesinato legalizado. Una vez abierta la puerta a la deshumanización, suceden cosas terribles, como la utilización de fetos que han sobrevivido al aborto. Es el caso del investigador Geoffrey Chamberlain que, en los años sesenta, utilizó dos fetos abortados vivos y los unió a una placenta artificial para comprobar si podían sobrevivir, algo que por supuesto no prosperó. La revista médica "The American Journal of Obstetrics and Gynecology" publicó su experimento en la edición de Marzo de 1968, y Chamberlain, no sólo no acabó en la cárcel, sino que recibió un premio por sus investigaciones.
(extraído de: eligelavidanet.blogspot.com.ar)

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