El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

lunes, 1 de diciembre de 2014

La familia como Iglesia doméstica


          
          Los Padres de la Iglesia llamaban a la familia “Iglesia doméstica”. ¿Por qué? El Catecismo de la Iglesia Católica y el Concilio Vaticano II también le llama a la familia “Iglesia doméstica” , porque la familia se convirtió en una iglesia doméstica desde el momento en que Jesús, el Hijo de Dios, quiso nacer en una familia, y así santificó la realidad familiar. La Iglesia es santa porque la creó Jesús y la familia es santa y es Iglesia “casera” o “doméstica”, porque la santificó Jesús, al elegir nacer en una familia, la Sagrada Familia de Nazareth. Jesús, como todos sabemos por el Catecismo, era Dios, y al ser Dios, es Tres veces Santo, y todo lo santifica con su Presencia, y así fue como santificó la familia humana al elegir nacer y crecer en una familia humana, la Sagrada Familia de Nazareth. Dice así el Catecismo de la Iglesia Católica: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María”  . Y al nacer en el seno de una familia humana, siendo Él Dios Hijo en Persona y Dios Tres veces Santo, la santificó y así la familia humana, en la Sagrada Familia de Nazareth, se hizo santa, como la Iglesia y esa es la razón por la cual la familia, a partir de Jesús, es “Iglesia doméstica”, porque ha sido santificada por Jesús.
A su vez, la Iglesia es la “familia de Dios”, según el Catecismo, porque está formada por familias que creen en Cristo, el Salvador, y que por eso son santas y a la vez, son salvadoras. Dice así el Catecismo: “La Iglesia no es otra cosa que la “familia de Dios”. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, “con toda su casa”, habían llegado a ser creyentes (cfr. Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase “toda su casa” (cfr. Hch. 16, 31 y 11, 14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente” . Entonces, porque Cristo Dios nace en una familia, la Sagrada Familia de Nazareth, la familia cristiana se vuelve santa, se vuelve “Iglesia doméstica”, porque se santifica, al tener a Jesús como centro; a su vez, la Iglesia es llamada “Familia de Dios”, porque está formada por familias que creen en Jesús Salvador, y que santifican a quienes se les acercan, porque transmiten la fe, y esto es muy importante en un mundo que cada vez cree menos en Jesús. El Catecismo remarca la importancia de las familias como Iglesias domésticas, porque son transmisoras de la fe, en un mundo cada vez menos cristiano; la familia que tiene la gracia y el don de la fe es un lugar privilegiado de encuentro con Cristo, que lleva a los demás a encontrarse con Cristo: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora” .
En estas familias, que son de esta manera “Iglesias domésticas”, la fe en Cristo Jesús se vive, se hereda y se transmite, y por eso son muy importantes para la vida de la Iglesia; son como las células de ese gran organismo que es la Iglesia Universal. Que las familias sean como Iglesias domésticas, quiere decir que en ellas son los padres los primeros catequistas de sus hijos, y así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica, citando al Concilio Vaticano II: “En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11)” . Lo que nos quiere decir el Catecismo al decirnos que la familia es “Iglesia doméstica” o “casera”, es que los padres son los que tienen que enseñar a sus hijos a rezar, que es elevar la mente y el corazón a Dios; los padres son los que tienen que enseñar a sus hijos a santiguarse, a usar el agua bendita, a rezar las oraciones, el Ave María, el Padre Nuestro, el Gloria, el Pésame; los padres son los que deben enseñar a los hijos la familiaridad con el ángel de la guarda –hay que ponerle un nombre al ángel de la guarda y llamarlo con frecuencia y pedirle asistencia para las tareas cotidianas, de todos los días-; los padres deben reunirse con los hijos a rezar, una o más veces a la semana, alrededor de un pequeño altar, en donde ocupe un lugar central la imagen de Jesús, también la de la Virgen, y luego, San Miguel Arcángel, y los santos a los que la familia les tenga más devoción, como por ejemplo, el Padre Pío, la Madre Teresa de Calcuta, etc. No puede ser que los catequistas de la parroquia sean los que enseñen a los niños las oraciones y que estos se enteren por primera vez cómo hay que santiguarse, o cómo se reza el Padre Nuestro, o el Ave María; son los padres los que tienen que cumplir esta función. La familia ejerce una función tan importante dentro de la Iglesia y de la sociedad, que el demonio, dice el Santo Padre, intenta destruirla, y por eso se debe estar atentos a su accionar, para contrarrestarlo, y el medio principal es la oración familiar. Dice así el Santo Padre Francisco: “Las familias son la Iglesia doméstica dónde Jesús crece, crece en el amor conyugal, crece en la vida de los hijos. Y por esto el enemigo ataca tanto a la familia: ¡el demonio no la quiere! E intenta destruirla, intenta que el amor no se dé. Las familias son esta Iglesia doméstica”. Si, prosigue el Papa, “los esposos son pecadores”, intentan sin embargo, “ir adelante con la fe, con su fecundidad, con los hijos y con la fe de sus hijos, el Señor la bendice, la fortifica en esta crisis en la que el diablo quiere destruirla” .
La familia es “Iglesia doméstica” porque en ella se vive y se pone en práctica, en la vida comunitaria familiar y cotidiana, vivida en comunidad familiar, la gracia sacramental del sacerdocio bautismal de los padres y de los abuelos y de los que comparten el núcleo familiar (la gracia sacramental del bautismo es como una "semilla de santidad", que tiene que germinar para crecer y dar "frutos de santidad": amor, paz, alegría, bondad; todo eso se favorece en la familia); además, el clima familiar es el ámbito propicio para vivir la recepción de los sacramentos, para aprender a rezar, para hacer acción de gracias, para santificarse por medio del amor, del perdón y de la renuncia en pos del bien común. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, “en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras” (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y “escuela del más rico humanismo” (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida”.
Pero si los padres deben ejercer la función de “catequistas”, antes que los catequistas parroquiales, antes que los padres, va a decir el Papa Francisco, serán los abuelos, los que tendrán la tarea de transmitir la fe en la familia: “Los abuelos son la seguridad de nuestra fe. Los jóvenes deben cumplir la Ley, los ancianos, como el buen vino, tienen la libertad del Espíritu Santo. Son la sabiduría de la Iglesia. Las abuelas y los abuelos son nuestra fuerza y sabiduría. ¡Que el Señor nos dé siempre ancianos sabios! Ancianos que nos den la memoria de nuestro pueblo, la memoria de la Iglesia. Y que nos den también lo que dice la Epístola a los Hebreos: el sentido de la alegría”.
Por último, hay que tener en cuenta que hay muchas personas que, por muchas circunstancias, no poseen una familia, o permanecen solteras, a causa de situaciones concretas que les ha tocado vivir. Todas estas personas son personas muy amadas por Jesús y por la Virgen y por eso mismo también son muy amadas por la Iglesia y de ninguna manera deben sentirse excluidas, por el hecho de no poseer una familia; todo lo contrario, con mayor razón, deben sentirse el centro del amor de la Iglesia, que es “Familia de familias”, puesto que la Iglesia es la “Familia de las familias de Dios”; la Iglesia es la “Casa y Familia de los hijos de Dios” y nadie debe sentirse excluido, y así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, "iglesias domésticas" y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. "Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están `fatigados y agobiados' (Mt 11,28)” (FC 85).
Propósito: hacer un altar en cada hogar, en donde esté, en el centro, la imagen de Jesucristo, acompañada de una imagen de la Virgen; luego, una imagen de San Miguel Arcángel y de los santos a los que la familia les tenga más devoción: Padre Pío, Madre Teresa de Calcuta, etc. También debe estar la Biblia.
          Pero ante todo, que cada integrante de la familia haga un altar de su corazón; que cada uno haga de su corazón un altar propio, en donde se adore a Jesús Eucaristía; un altar que esté perfumado, adornado e iluminado por la gracia santificante, para que esa familia sea una familia que irradie el Amor de Jesús Eucaristía a todos aquellos que entren en contacto con la familia.
Si todos los integrantes de la familia cristiana adoran a Jesús Eucaristía en sus corazones, esa familia, será una Iglesia Doméstica Eucarística, que irradiarán el Amor de Jesús Eucaristía y por eso, quienes entren en contacto con esa familia, deberían decir: "Hemos conocido el Amor de Dios aquí en la tierra" -porque Jesús Eucaristía es Dios en la tierra-.


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