El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

jueves, 29 de enero de 2015

El sufrimiento del aborto se vuelve avasallador, incluso para el médico

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Un ex-médico abortista y hoy líder pro-vida contó su experiencia en la March For Life


Mark Stricherz
El Dr. Anthony Levatino fue uno de los miles de manifestantes que participaron en la Marcha por la Vida, realizada este mes en la capital norteamericana. La marcha es un evento anual que los defensores del derecho a la vida organizan en la misma fecha en que Estados Unidos aprobó su ley del aborto, hace más de cuarenta años. Es una protesta y una invitación a la reflexión sobre la vida de los no nacidos.

Al mirar hacia atrás, en medio de la multitud y bajo la luz brillante del sol, el doctor Levatino sentía la solidaridad a su alrededor. “Ellos no juzgaban a nadie”, comenta, cuya vida sufrió un giro de 180 grados: él fue médico abortista, hoy, es ginecólogo provida.

Levatino se dice en paz con la transformación que vivió. De pie sobre un podium improvisado después de la Marcha por la Vida, él se sentía bien con sus colegas provida, especialmente con aquellos que, antiguamente, también defendían el “derecho a elegir”, metáfora políticamente correcta usada en Estados Unidos para expresar el supuesto derecho femenino a eliminar un ser humano en su fase inicial de desarrollo.

Una mujer se presentó ante la multitud y habló del “tormento aprisionador” que vivió tras someterse a tres abortos.
Levatino, solidario, le dijo: “Buen testimonio, Tammy”. Otra mujer, que también había abortado, contó su historia conmovedora y concluyó el testimonio con un padrenuestro.

Levatino cerró los ojos y rezó junto a toda la multitud. Y cada vez que los demás oradores se dirigían al público, el médico extendía un cartel que decía: “Yo me arrepiento de haber realizado abortos”.

Levatino ya había participado en la Marcha por la Vida en ediciones anteriores, pero aún no había subido al podium para hablar a la multitud. “Esta experiencia es muy diferente para mí. Es una experiencia de curación personal”, declaró minutos después de bajar del podium. Ahí arriba, se había acordado de su pasado y, tal vez, había pensado en su futuro. Treinta o cuarenta metros frente a él se encontraban manifestantes asegurando un gran cartel con la imagen del fallecido médico Bernard Nathanson.

Al final de la década de 1960 hasta el final de los años 1970, el Dr. Nathanson realizó y supervisó más de 75.000 abortos. Él mismo relató que su mente y corazón cambiaron después de ver en fetoscopia  y ultrasonido, las imágenes de un bebé aún no nacido. Al final de los años 70, Bernard Nathanson escribió el best-seller “Aborting America”, sobre su tardía transformación de mente y corazón. Al inicio de los años 80, narró el documental “The Silent Scream” (“El grito silencioso”), un filme antiabortista de 28 minutos, controvertido y seminal, lanzado en 1985.

Aunque menos dramática, la historia de Levantino es semejante a la de Bernard Nathanson. Levatino calcula que, entre 1981 y 1985, realizó alrededor de 1.200 abortos. Pero su actitud frente a la vida fue cambiando. Él y su esposa no consiguieron tener hijos biológicos. Además de eso, su hija adoptiva, Heather, murió en un accidente de coche en 1985.

Hoy, al trabajar como ginecólogo en Nuevo México, Levatino es un activo miembro del movimiento en defensa de la vida.

Él participó en una película provida lanzada en 2011, “The Gift of Life” (“El don de la vida”), y forma parte del consejo médico de asesores de Priests for Life (Sacerdotes por la Vida), cuyos líderes lo invitaron a hablar de sus campañas “Silent No More” (“No callaremos más”) y “Shockwaves” (“Olas de choque”), en la Marcha por la Vida de este año.

Nathanson y Levatino no son los únicos médicos que dejaron de hacer abortos. En 2008, los así llamados “proveedores del aborto” en Estados Unidos ya eran alrededor de 40% menos que en 1982, año en que el número de médicos que realizaban el procedimiento había llegado a la cima. Los datos son del Instituto Guttmacher, organización de investigación que apoya el aborto (recordando que, en el estado de California, los enfermeros también pueden realizar abortos).
Algunos progresistas y defensores del derecho al aborto atribuyen la “culpa” de este descenso al “asedio” de los activistas provida. Pero, incluso para algunos profesionales que ya fueron “proveedores del aborto”, la razón para parar fue la brutalidad y la destrucción del propio aborto, en especial después de las primeras 11 semanas de embarazo.

En 2012, Levatino dio testimonio frente al Congreso de Estados Unidos que el aborto de un bebé de 24 semanas de gestación es doloroso no sólo para el bebé, sino también para el médico. “Si ustedes piensan que no duele: si ustedes piensan que no es una agonía para ese bebé, por favor, piensen de nuevo”, declaró Levatino al manifestarse a favor del proyecto de ley de “protección de los bebés no nacidos ya capaces de sentir dolor”.

Los blogeros que apoyan el derecho al aborto se enfurecieron con el discurso de Levatino. “Eso es extremadamente ofensivo para quien ya tuvo un aborto, especialmente cuando el embarazo ya estaba más avanzado”, escribió Alesa Mackool para el sitio RH Reality Check, que promueve los llamados “derechos reproductivos”. Ella añadió: “Los activistas contra el derecho a elegir, como Levatino, tienen más éxito cuando intentan hacernos escoger que cuando piensan racionalmente”.

Sin embargo, algunos líderes del movimiento en defensa del derecho al aborto ya hicieron comentarios semejantes a los de Levatino.

En el artículo de 2008 del “Washington Post Magazine”, una ex directora médica de la red de clínicas de aborto Planned Parenthood lanzó una alerta a los estudiantes de medicina de la Universidad Johns Hopkins: ellos debían prepararse para momentos emocional y moralmente difíciles cuando se volvieron “proveedores del aborto”.

Beth Meyers preguntaba: “¿Cuál es su límite de tolerancia a los defectos de nacimiento? ¿Usted haría un aborto en la semana 28 si el bebé tuviera los pies torcidos? ¿Y hemofilia? (…) ¿Cómo se va a sentir si una paciente admite que ya protestó frente a una clínica? ¿Y cuanto a la mujer que va por el tercer aborto y no quiere oír hablar del control de natalidad? ¿Cómo se va a sentir frente a eso?”.

Meyers llamó la atención de los alumnos ante el hecho de que ciertas circunstancias del aborto, como defectos congénitos, pueden representar un dilema moral, pero otros profesionales del aborto enfatizan que realizar el procedimiento después del primer trimestre de gestación es difícil.

En un artículo de 2008 en el “Reproductive Health Matters”, la profesora Lisa H. Harris, del departamento de Obstetricia, Ginecología y Estudios Femeninos de la Universidad de Michigan, dijo que ella misma estaba en su semana 18 de embarazo cuando “interrumpió la gestación” de una paciente que también estaba en la semana 18:

“En el primer movimiento de los fórceps, agarré una extremidad y comencé a jalarla hacia abajo. Pude ver un pequeño pie colgando de los dientes de mis fórceps. Con un rápido tirón, separé la pierna. Justamente en ese instante, sentí un puntapié en mi útero. Fue una de las primeras veces que sentí el movimiento fetal. Había una pierna y un pie de bebé en mis pinzas, mientras mi bebé pateaba dentro de mi abdomen".

"En ese mismo instante, las lágrimas corrieron por mis ojos, sin que yo quisiera: mi cerebro no era consciente de lo que estaba sucediendo, aunque estuviera plenamente conciente del procedimiento que estaba siendo realizado. Fue como si toda mi reacción viniera de mi cuerpo, ignorando completamente mi proceso cognitivo habitual. El mensaje parecía haber pasado directamente de mis manos y mi útero a los canales lagrimales".

"Fue una sensación avasalladora, una respuesta brutalmente visceral, proveniente de mi corazón, sin ser filtrada por mi entrenamiento ni por mi política feminista a favor del derecho a escoger. Fue uno de los momentos más crudos de mi vida. Hacer abortos en el segundo trimestre no fue más fácil ni siquiera después de mi segundo embarazo. Al contrario, tocar las pequeñas partes del cuerpo de mi bebé recién nacido sólo volvía más triste el hecho de lidiar con aquellas pequeñas partes fetales desmembradas”.
Harris no declaró si dejó de hacer abortos, pero Lesley Wojick, la estudiante de medicina retratada en la “Washington Post Magazine”, cambió de idea y decidió que no “interrumpiría” ningún embarazo.

Para algunos activistas provida, es de gran ayuda el hecho que médicos que ya hicieron abortos cuenten sus historias y el porqué de haber decidido parar. El padre Frank Pavone, líder de la organización Priests for Life (Sacerdotes por la Vida), anunció durante la exposición y conferencia preparatoria de la Marcha por la Vida que Levatino daría su testimonio en la edición de este año.

Cuando Levatino habló, el día de la marcha, el padre estaba ahí, en primer fila.

Después de bajar del podium, no obstante, Levatino no resonó con los puntos de discusión de Pavone. Dijo que conversó con una policía negra durante la marcha, después que ella le preguntara por qué las personas se estaban manifestando. “Yo le respondí: ‘¿Usted sabía que algunas personas son tratadas como propiedad, del modo en que los negros fueron tratados en el tiempo de la esclavitud?’. Ella no tenía idea de eso. ‘¿Usted sabe que puede hacer un aborto en el momento en que lo quiera?’. Ella no tenía idea. Las personas no entienden eso como un derecho”.
(artículo extraído de: http://www.aleteia.org/es/salud/articulo/el-sufrimiento-del-aborto-se-vuelve-avasallador-incluso-para-el-medico-5897319660650496?page=3)

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