El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

martes, 25 de enero de 2011

Masculinidad y femineidad en el pensamiento de Juan Pablo II




La siguiente es una meditación sobre la masculinidad y la femineidad basada en la obra de Su Santidad Juan Pablo II "El amor humano en el plan divino".

a. Diferenciación y complementariedad de los sexos

El hombre es creado varón y mujer: la “alteridad” es propia de la especie humana

Del análisis de las catequesis de Juan Pablo II sobre la sexualidad humana[1], hemos visto que el hombre ha tenido como “dos” creaciones: una primera, como varón, en estado de soledad relativa –ya que tiene por amigo a Dios-, y una segunda creación, esta vez definitiva, como varón y como mujer.

Antes de profundizar en el significado de estas dos creaciones, es necesario tener en cuenta un elemento esencial en el hombre, que es su espíritu: en la consideración de la creación del hombre es importante considerar su elemento espiritual, ya que este elemento espiritual, su alma, lo lleva a no quedarse encerrado en sí mismo, sino que, por el contrario, lo conduce a la salida de sí hacia el otro, entendido este como alguien distinto a él, con capacidad, igual que él, de proyección hacia afuera de sí. El hombre es creado en tensión constitutiva: naturalmente, tiende a la comunión de personas, es decir, tiene tendencia natural a establecer una comunión con otros seres espirituales igual que él. Esta posibilidad de la comunión de personas lo lleva a trascenderse a sí mismo, a superar sus propios límites y márgenes, a traspasarlos y a entrar en relación de amistad con otros seres espirituales como él. En esto consiste la “comunión de personas”.

En el origen, en el momento de la creación, en el origen, el hombre es creado de manera definitiva en la bipolaridad varón-mujer. Esta bipolaridad constitutiva de la especie humana, es lo que se conoce como “alteridad”, y es lo que permite una forma de trascendencia.

En la segunda creación, la definitiva, se da la “alteridad” como característica primordial de la especie humana: el hombre es creado como varón y como mujer, y el uno se presenta al otro como “el otro”. Esta presencia del “otro” –la alteridad propiamente dicha-, es lo que lleva a la posibilidad de la auto-trascendencia en la plena donación de sí. La “alteridad”, la creación del “otro”, que se encarna como varón para la mujer y como mujer para el varón, se presenta como la posibilidad de la auto-trascendencia, al tener delante de sí al “otro”, que tiende a la comunión y que a la vez invita a la comunión. El “otro” es el estímulo para la partida fuera de sí, y a la vez, el punto de arribo.

En esta alteridad, como consecuencia de la bipolaridad varón-mujer, aparece en el horizonte del hombre el amor esponsal, el cual tiene características particulares que lo diferencian de otros modos de trascendencia, como el amor de amistad. Hay que aclarar que la alteridad no se refiere sólo a la otra forma de encarnación, sino que se refiere también a Dios: Dios se presenta como el “otro”, con quien se puede establecer una relación de amor de tipo esponsal, que lleva a la plena donación de sí.El amor esponsal, propio de la alteridad –aunque no exclusiva de la bipolaridad varón-mujer ya que se da plenamente en la bipolaridad hombre-Dios-, lleva a la donación total de sí mismo y a la auto-trascendencia. De ahí que tanto el matrimonio (varón-mujer) como la vida consagrada, tratándose de dos bipolaridades de distinto orden, posean las mismas características de amor esponsal, y lleven a la donación de sí en la entrega al “otro” (Dios en el caso del consagrado, el varón o la mujer en el caso del hombre).

En el caso de la bipolaridad varón-mujer, la alteridad se presenta con esta característica: al tener delante de sí al “otro” –el varón a la mujer y la mujer al varón-, se abre la posibilidad, siempre que exista el amor de tipo esponsal, de la donación plena, corporal y espiritual, y por lo tanto, de la plena realización de sí en la trascendencia.

Si no hay alteridad, no hay amor esponsal y no hay posibilidad de apertura al otro, y el hombre queda encerrado en sí mismo: sin amor esponsal, la trascendencia se frustra y se convierte en inmanencia.

b. El ser sexuados: femineidad y masculinidad

La alteridad de varón-mujer se caracteriza por la corporeidad sexuada

La alteridad en la bipolaridad varón-mujer –la presencia del otro- se caracteriza por una forma distinta de encarnación del ser hombre: varón y mujer. El ser cuerpo y espíritu es propio del ser humano, pero también es propio el ser cuerpo sexuado. De esta manera, la sexualidad, en la alteridad, se presenta como una característica esencial de la especie humana. El hombre no ha sido creado ni puramente varón ni puramente mujer, sino como varón y como mujer, es decir, como dos formas distintas de encarnar una misma naturaleza humana.

La corporeidad sexuada es un don para el otro, ya que permite la expresión del espíritu y la comunión de personas

Esta creación de la especie humana, como alteridad bipolar y como corporeidad sexuada, al presentar estas dos formas distintas de sexualidad, representa en sí misma un don para la especie, ya que es lo que permite que tanto el varón como la mujer, al entregarse mutuamente en la donación esponsal, lleguen a plena realización en la comunión de personas. El cuerpo sexuado –masculino o femenino- es un don dentro de la bipolaridad porque es a través del cuerpo sexuado –a través de la masculinidad y de la femineidad- que el espíritu humano puede expresarse en su tendencia constitutiva a la comunión de personas[2]. En otras palabras, la masculinidad y la femineidad, entendidos como corporeidades sexuadas, son la expresión del espíritu, y los medios por los cuales el varón y la mujer tienden a la comunión interpersonal. La masculinidad y la femineidad, es decir, la corporeidad sexuada, tiene un carácter nupcial[3]: tiende y favorece el don de sí en el amor esponsal. Ahora, bien, se debe decir que la corporeidad sexuada, si bien comparte características físico-biológicas similares con seres irracionales, a pesar de un cierto parecido externo –en la genitalidad- se diferencian de estos seres irracionales con una diferencia abismal, ya que como hemos visto, en el ser humano, la corporeidad sexuada es un medio de la expresión del espíritu, lo cual no sucede de ninguna manera en los animales irracionales.

La donación mutua del amor esponsal se manifiesta en la aparición del tercer “otro”: el hijo

El cuerpo humano, en su originaria bipolaridad y alteridad de varón-mujer, es fuente de fecundidad y de procreación. La unión esponsal de la bipolaridad desemboca naturalmente en la aparición de un tercero: el hijo. Ahora bien, esponsal, significa amor de donación plena y total, que se da solo en la bipolaridad y en el matrimonio, es decir, cuando se ha decidido la entrega mutua, como don mutuo, tanto del espíritu como de la propia corporeidad sexuada. Solo en la alteridad de la bipolaridad varón-mujer se da el amor con características esponsales, y solo en esta alteridad esponsalicia, surge naturalmente el tercer otro, el hijo.

El hijo como la manifestación y la coronación del amor esponsal del varón y de la mujer

La constitución espiritual del hombre hace que tienda a la comunión de personas; esta comunión de personas, en la bipolaridad varón-mujer, posee un elemento cualitativo que surge del mismo espíritu, y que es el amor espiritual esponsal, es decir, el tipo de amor que se establece entre los espíritus que están encarnados en las dos corporeidades sexuadas diferentes: el varón y la mujer. El amor esponsal, de raíz espiritual, que se expresa a través de la corporeidad sexuada de la bipolaridad, tiene su coronación y su manifestación más plena y auténtica en la aparición del hijo.

El hijo es el fruto del amor esponsal de la bipolaridad, y debido a la altísima dignidad que cada persona humana posee, por ser imagen y semejanza de Dios, sólo este amor esponsal, originado en los espíritus de la bipolaridad y expresado a través de sus corporeidades sexuadas, es el único lugar digno para su nacimiento. La altísima dignidad de la persona humana hace que cualquier otro lugar, que no sea la bipolaridad varón-mujer, en el contexto de la donación esponsal matrimonial, sea acorde a su dignidad. Solo la –a su vez- altísima dignidad del amor esponsal de la bipolaridad es el origen adecuado para el nacimiento de la persona humana. De ahí que los métodos artificiales de concepción, al carecer de estas condiciones de dignidad y de amor esponsal bipolar, sean inadecuados para recibir a la dignidad de una persona humana.

c. Sexualidad y conformación estructural de la persona

Auto-trascendencia y plenitud de sí en la donación esponsal: la felicidad en el amor al “diferente”

El espíritu humano, encarnado en dos corporeidades diferentes –masculinidad y femineidad- tiende a la auto-trascendencia por medio de la donación de sí. Esta donación de sí se da en su plenitud sólo en la alteridad, es decir, en el amor al “diferente”, y es en esta donación plena, cada miembro de la bipolaridad encuentra su felicidad. La constitución de la bipolaridad es lo que constituye la posibilidad de la felicidad personal, ya que es lo que permite que el espíritu humano se done al otro en su totalidad, sin reservas.

El matrimonio en la bipolaridad varón-mujer: la puerta abierta a la vida

Por su propia naturaleza, la bipolaridad varón-mujer está abierta a la vida. La mutua donación de la bipolaridad, siempre en el contexto del amor esponsal como lugar digno de la dignidad del hijo, permite la aparición de una nueva vida humana, que enriquece con su ser a la misma bipolaridad, que amplía su comunión de personas, al instalarse una trinidad de personas, es decir, al iniciarse el núcleo familiar, en el paso del matrimonio a la familia nuclear.

Imposibilidad de la donación y la consiguiente auto-trascendencia en uniones de un mismo sexo

De esto se comprende que en las uniones entre individuos del mismo sexo, no exista la posibilidad de la auto-trascendencia y de la plena realización, es decir, de la felicidad. La ausencia de bipolaridad, cuando se pretende imitarla y suplantarla por sucedáneos constituidos por uni-polaridades –individuos del mismo sexo- imposibilitan el acceso a la felicidad personal, al bloquear la posibilidad de la auto-trascendencia.

El amor de amistad

El hecho de que el espíritu se auto-trascienda y se realiza en la unión con el otro, diferente, movidos por el amor esponsal, no significa que no exista otro modo de trascendencia. Esta trascendencia se verifica en un amor que no es esponsal, sino de amistad, y puede darse sí con total legitimidad entre individuos del mismo sexo. Es obvio que las expresiones del amor de amistad, que surgen del espíritu, no se expresarán por la corporeidad sexuada y que no desembocarán en la aparición de un otro, el hijo, y sin embargo, el amor de amistad, siendo un amor lícito y puramente espiritual, contribuye y favorece la auto-trascendencia y el don de sí en favor del amigo.


[1] Cfr. Juan Pablo II, El amor humano en el plan divino, Fundación Gratis Date, Pamplona.

[2] Cfr. Juan Pablo II, ibidem, 32.

[3] Cfr. Juan Pablo II, ibidem, 32.

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