El cigoto, es decir, el ovocito fecundado por un espermatozoide, es ya una persona humana, con un acto de ser, con un cuerpo y con un alma, y por lo tanto, su primer derecho humano es el derecho a vivir

lunes, 21 de febrero de 2011

Hay quince mil niños argentinos congelados en los laboratorios

Las consecuencias de atentar contra la Naturaleza son incalculables e insospechadas. Según informaciones recogidas en diarios argentinos, existen en el país 15 mil (quince mil) embriones congelados, con los cuales nadie sabe qué hacer: descartarlos, darlos en adopción, usarlos como material de investigación.
La tragedia humana pudo ser conocida debido a que por su magnitud, era ya imposible de ocultarla, ya que los números hablan por sí mismos.
Nadie sabe qué hacer con estos niños congelados, y todas las opciones que se presentan -con la excepción de la adopción- son terroríficas: para esos niños, si no son recibidos en adopción, el futuro es una muerte segura, ya que las posibilidades son o descartarlos, o ser usados como material biológico en laboratorios de experimentación.
La noticia de los diarios muestra la gravedad y la magnitud del problema, ya que se trata de nada menos que de la vida de 15 mil niños -en estado de embriones, pero niños al fin, con cuerpo y con alma- que corren un serio riesgo de ser eliminados de un momento para otro.
En estos momentos, es noticia internacional la masacre de centenares de manifestantes en un país oriental en revuelta, pero no es noticia el inminente riesgo de muerte de miles de niños como estos, olvidados en un frío laboratorio.
Los diarios muestran a los niños como el problema, pero en realidad, el problema no son los niños, sino los adultos -los padres, los científicos, los médicos, los empresarios-, que fueron quienes, con su obrar contrario a la naturaleza, crearon las condiciones necesarias para que la tragedia se consumase.
La noticia entonces no debería ser: "Hay quince mil niños congelados en los laboratorios", sino: "Padres y médicos irresponsables congelan niños con métodos contrarios a la naturaleza, y ahora los quieren eliminar".
El verdadero problema no son los niños-embriones congelados en los laboratorios, ignorantes de su macabro destino, sino los adultos que, libremente, y contrariando los designios divinos sobre el amor humano y la familia, crearon las estructuras de la cultura de la muerte. Entonces, aquello que parecía la "solución de vida" para quienes no tenían hijos -fertilización asistida, fecundación in vitro, selección de embriones "viables", congelamiento de los "momentáneamente indeseables"-, se convierte, de repente, por la muerte de los progenitores, por la separación, o simplemente por el desinterés, en lo que es: una tragedia humana.
En efecto, pocas cosas son más trágicas para una persona humana que venir a este mundo no por el amor esponsal del matrimonio entre el varón y la mujer, sino por capricho egoísta de quien quiere, a toda costa, ser padre, sin importar si para alcanzar su sueño, es decir, para tener un hijo, deba eliminar a ocho, diez o veinte embriones que, al fin de cuentas, son también hijos suyos.
Pocas cosas hay más trágicas para un niño que el venir a este mundo, no en el seno materno, en donde recibirá la alimentación y el amoroso cuidado maternal que como persona se merece, sino en un frío y aséptico tubo de ensayo de un laboratorio, en donde será manipulado por seres desconocidos, sin sentimientos, sin afectos -nada liga al técnico de laboratorio con un embrión-, y sin ningún interés acerca de su destino final, de vida o de muerte.
Pocas cosas hay más trágicas para un niño que el ser congelado y depositado en almacenamiento en un congelador ultramoderno, a la espera de que sus padres decidan, eventualmente, descongelarlo, para dejarlo crecer -como sucede, lamentablemente, en no pocos casos-, si es que no se desinteresan totalmente por él, haciéndolo ingresar en la lista de embriones destinados a morir.
Pocas cosas hay más trágicas para un niño que el ver congelado, literalmente, su destino de vida, por la egoísta decisión de unos padres y unos médicos a quienes no les importa si vive o muere.
Lo que al inicio se presentaba entonces como "solución de vida", hacia el final se quita la máscara de falsa felicidad y se muestra como lo que es, un producto de muerte, construido por la cultura de la muerte.
Sólo tragedia y tristeza sobreviene al hombre cuando el hombre se empecina en ir contra la Naturaleza, sabia creación de Dios Uno y Trino.

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